Las manos de George atajaba con fuerza las caderas de Sarah, mientras que ella movía sus caderas contra las de George con entusiasmo.
—!George! !George!
George beso su cuello de Sarah con pasión y ella se alejó para tomar sus mejillas.
Y darle un beso apasionado sin dejar de mover sus caderas.
—¿George? ¿Me estás escuchando?
George parpadeo y se froto los ojos con cuidado.
—Sí, disculpa.
Ella inclinó la cabeza, escrutándolo.
—¿Qué estabas pensando?
El corazón de George golpeó su pecho como un tambor. No podía decirle. Jamás podría decirle.
—Nada… nada importante.
George tragó saliva. La mirada de Sarah era implacable, una mezcla de paciencia y perspicacia que lo desnudaba más de lo que él estaba dispuesto a permitir. Se sintió atrapado, y su respuesta salió apresurada, casi atropellándose.
—Richard—dijo de repente—. Mi amigo. Me dejó de lado la semana pasada por una mujer.
Sarah entrecerró los ojos, analizándolo. Su pluma se movió rápidamente sobre el cuaderno, como si su silencio previo y ahora este tema repentino fueran piezas de un rompecabezas.
—¿Te molestó que te dejara de lado?—preguntó, acomodándose en la silla.
—Por supuesto que me molestó—respondió George, un poco más brusco de lo que quería. El tema le servía para salir del aprieto, pero al mismo tiempo lo irritaba genuinamente. ¿Cómo no iba a molestarle? Su Richard se fijo en otra mujer.
—¿Por qué crees que te molestó tanto?
George iba a responder algo rápido y defensivo, pero entonces Sarah levantó las manos para recoger su cabello en un moño suelto. Fue un gesto simple, cotidiano, pero George se quedó congelado.
¿Por qué tenía tanta imaginación en momentos como estos?
La forma en que sus dedos recogían los mechones, cómo su cuello quedaba expuesto por un breve instante, la curva de su mandíbula…
Vio como Sarah se arrodillaba ante el y desprendia el cinturón de George con una sonrisa traviesa en su rostro.
Cerró los ojos, tratando de apartar la imagen, pero fue peor. En su mente, el gesto se repetía, una y otra vez, como si su imaginación jugara con él, intensificando lo que había visto. Se sintió atrapado entre el peso del deseo y la vergüenza.
—George—dijo Sarah de nuevo, su tono más firme esta vez.
Él abrió los ojos rápidamente, evitando su mirada.
—Lo siento, solo… estoy distraído—dijo, su voz entrecortada.
Ella lo observó con atención, como si notara algo fuera de lugar. Luego dejó que el silencio se asentara de nuevo, esperando.
George desvió la mirada hacia la ventana, buscando algún refugio en el paisaje exterior.
—¿Quieres que volvamos al tema de Richard?—preguntó Sarah finalmente.
George asintió, aunque apenas podía concentrarse. Había algo profundamente inquietante en cómo ella parecía verlo todo, incluso aquello que él no estaba dispuesto a admitir.
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George se levantó del sillón abruptamente, sin esperar a que Sarah marcara el fin de la sesión.
—Gracias, nos vemos la próxima semana—dijo, evitando su mirada mientras agarraba su abrigo.
Sarah arqueó una ceja, sorprendida por la rapidez con la que se dirigió a la puerta.
—Claro, George. Nos vemos la próxima semana.
Él no respondió. Salió del consultorio con pasos apresurados, sintiendo un calor insoportable que no tenía nada que ver con la temperatura del lugar. Mientras bajaba las escaleras del edificio, una incomodidad creciente en sus pantalones lo hacía caminar más rápido, casi tropezando con sus propios pies.
Al llegar a casa, tiró las llaves sobre la mesa de la entrada y fue directo a su habitación, cerrando la puerta de un golpe.
Se quedó unos segundos apoyado contra la madera, respirando profundamente, como si hubiera corrido una maratón.
Se quitó la camisa y los zapatos con movimientos torpes, y finalmente se deshizo de sus pantalones, quedando solo en ropa interior. La presión que había sentido durante toda la sesión ahora era evidente.
Miró hacia abajo, furioso consigo mismo.
—¿Qué demonios me pasa?—susurró al aire, golpeando la pared con el puño.
Se dejó caer sobre la cama, con la cabeza entre las manos, incapaz de entender cómo había llegado a ese punto.
Las imágenes de Sarah seguían atormentándolo: su cabello recogido, la forma en que cruzaba las piernas, el tono suave pero firme de su voz. Era incontrolable.
Cerró los ojos, pero en lugar de calmarse, su mente lo traicionó de nuevo. La veía allí, frente a él, con esa mirada profesional que parecía atravesarlo, esa calma que lo desarmaba y al mismo tiempo lo hacía perder el control.
George dejó escapar un suspiro pesado mientras se retorcía en la cama, incómodo por la tensión creciente que parecía apoderarse de él.
Sentía como si su cuerpo se rebelara contra su mente, exigiendo algo que él intentaba ignorar. Pero era inútil.
—Maldita sea... —murmuró, pasando una mano por su rostro.
La incomodidad en su ropa interior se hacía insoportable, y el dolor punzante de la presión acumulada no hacía más que intensificar su frustración. Finalmente, con un gruñido de resignación, se sentó en la cama, decidido a hacer algo al respecto.
Su mano temblaba ligeramente cuando se deslizó hacia abajo, aliviando la opresión que sentía. Intentó no pensar en nada, mantener su mente en blanco, pero apenas cerró los ojos, las imágenes de Sarah volvieron a inundarlo.
El gesto de recoger su cabello, la forma en que sus labios se curvaban al hablar, esa mirada intensa y calmada...
Siguió jugando con su miembro en su ropa interior mientras pensaba en Sarah.
Hasta que se detuvo.
—¿Que mierda estoy haciendo?
Quito las manos de su ropa interior y se levantó para arrojarlos por la habitación, miró detrás suyo y vio la almohada que antes lo usaba Pattie.
Pensó un rato y no dudó en frotarse contra esa almohada.
Después de todo tenía que lidiar con el dolor de su miembro.
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George deja la paja.
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Lamb | Starrison.
Fanfiction"Tu error fue creer en un monstruo como yo" George estaba obsesionado con Ringo, su mejor amigo de toda la vida y haría lo que fuera para tenerlo solo para el.