Capítulo 8

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Al terminar la cena, Serafine caminó primero acompañada de su hermano Nico; Mordecai se quedó hasta el final porque limpió el desastre que había quedado en la mañana por su caída y el mojadero que hicieron. Rocky miraba atento todo lo que hacía y, aún en su condición, trató de ayudarle en la limpieza.

-Mira, te paso el jabón y el shampoo que me prestaste -extendió los objetos sonriendo genuino-. Te verdad te agradezco lo que haces por mí.

-No es menestér.

-Pero es muy raro todo lo que haces; a lo que aparentan las cosas, eres inocente en esto -confesó con voz aguda-. Quizá todas esas historias horribles sobre ti sean ciertas pero, quizá también haya un poco de bondad en tu corazón.

Mordecai no respondió a sus inquietudes ni comentarios, se mantenía sereno pues había concebido un plan para sacarlo de ahí pero debido al arduo trabajo y a que los Savoy no se le despegaban ni un momento, no le era posible actuar como quisiera. Ahora su mente sacaba tantas hipótesis sobre lo que vendrá después de que Asa se ha enterado de que todo este tiempo tenían de rehén a un chico de Lackadaisy.
A juzgar por la malévola risa de su jefe, no podía esperar nada bueno; así que debía pensar rápido en alguna estrategia nueva o las cosas escalarían de dificultad arruinando la integridad de ese niño.

El gato negro se alejó no sin antes tomar las cosas que Rocky aún sujetaba con su mano libre; al hacerlo, él alcanzó a rosar la mano de Mordecai en uj tacto sumamente sutil. Este comportamiento le hizo preguntarse la razón de sus actos, especialmente del día de hoy. Por lo visto tampoco gustaba de la compañía de Nico ni mucho menos de Serafine; entonces él ha estado utilizando estas maniobras para molestarla sabiendo que existía una especie de fuero bajo su mando.
Mordecai sonrió de lado al concluir que incoscientemente estaban siendo cómplices en fastidiar a esa irrespetuosa mujer con sus absurdas bromas.

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Asa degusta con mucha alegría un exquisito puro de la Habana; esta mañana despertó de tan buen humor que se sentía completamente rejuvenecido. Sus secuacez llegaron puntuales a su oficina y tomaron asiento frente a él; la sonrisa que tenía no podía ocultarla por mucho que lo deseara.

-Bien, chicos. Anoche descubrí su "pequeño secretito" -enfatizó con sus dedos-. Les guste o no, deben explicarme todo a detalle.

Mordecai simplemente se quedó callado y los hermanos esperaban a que él hablase. Nico golpeó suavemente la costilla de su hermana y algo titubeante tomó la palabra.

-La idea fue mía, señor -Asa la miró extrañado-. Usted ordenó que acabáramos con todo aquel que se metiera en sus negocios. Bueno, pues ese niño ya estaba fichado con nosotros. Lo intentamos atrapar a él y a su compañero pero no pudimos.

-Entiendo. ¿Y qué más? -inhaló con profundidad para luego expulsar el humo del puro por nariz y boca.

La mujer se giró hacia Mordecai y este solo suspiró discretamente sin mirarla: -Luego de discutirlo, Nico y yo decidimos hacerlo por cuenta propia. Los emboscamos afuera de la funeraria y de ahí los trajimos al matadero -sonrió al recordar sus rostros asustados-. Pero por asáres del destino, ese mocoso decidió ser el cebo y salvó a sus compañeros de nosotros empleando una estúpida táctica de distracción.

-¡Me aplastó mis dedos con la puerta del coche! -mostró su mano aún morada.

-Por lo que lo decidimos traer aquí y retenerlo hasta que nos aburriéramos de él -sus palabras las dirigió con filo a Mordecai.

Asa escuchó atento pero aún tenía sus dudas: -¿Desde cuando sabes de esto, Mordo?

-Lo supe a la mañana siguiente del secuestro.

RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora