Capítulo 14

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Mordecai cerró la puerta de su departamento cuando ingresaron, con mucha rapidez sujetó de la cintura a Rocky y lo besó con desespero en sus labios, colocándolo contra la puerta. Sus manos aprisionaban sus muñecas que colgaban a los costados de su cabeza; mientras que con una pierna puesta entre las de Rocky, ejercía una ligera presión para levantarlo.
Rocky estaba tan extasiado con todo lo que sentía que no se percató que su cuerpo temblaba y su respiración delataba nervisismo. Para los ojos de Mordecai era el comienzo de lo más extrañamente hermoso que vería en su vida y por supuesto que no desperdiciaría nada.

Con un pujido, alzó en sus brazos a aquel gato de silueta esbelta sujetándolo por su trasero, a pasos cautelosos lo llevó hasta su cama y ahí lo recostó dulcemente en la orilla del colchón. Por unos instantes se detuvo a contemplar a Rocky quien solo lo miraba con su rostro teñido en rubor, sus brazos reposaban a los costados de su cabeza y sus piernas estaban juntas en señal de timidez.
Sintió el impulso de arrepentirse puesto que verlo tan vulnerable también en esta situación le causó cierto remordimiento.

-Eh, Rocky -se aclaró la garganta-. Deberíamos de parar...

-¿Por qué? -su voz suave le erizó el pelaje.

-Los chicos volverán y no te encontrarán.

-Sabrán que estoy contigo y vendrán a buscarte -amaba que Rocky siempre tenía alguna respuesta espontánea para sus excusas.

-¿No te preocupa?

-Señor Heller, a estas alturas ya nada me preocupa.

Esas palabras retumbraron en su consciencia y lentamente el acalorado instinto carnal se iba mitigando; ahora sentía que se aprovechaba de la inexistente dignidad y esperanza del pobre chico que ya no tenía nada que perder. Se enderezó frente a la cama y se apartó con brusquedad, acomodándose la ropa y ajustando sus anteojos.

-¿Va a dejarme así? -cuestionó Rocky poniéndose de pie.

-Por favor, no compliques esto -se apretó el tabique de su nariz-. No quiero seguir contribuyendo a tu desceso.

-¿Acaso es sordo, señor Heller, o finge demencia? -se acercó por detrás y lo abrazó con ternura pasando sus manos hacia adelante y presionando su abdomen-. ¿Aún no se da cuenta que esto lo queremos ambos independientemente de todo?

-Estás confundido, niño. Tu mente te está jugando mal.

-He pasado mucho tiempo encerrado que dedico mi soledad para meditar y llegué a la conclusión de que ahora más que nunca debo vivir al límite.

-Rocky, no digas eso -el gato negro lo intentó mirar de lado y el mencionado  solo rió por lo bajo.

-Usted tampoco la está pasando bien, debemos alegrarnos un poco si así será nuestro final -Rocky bajaba lentamente sus manos hacia la entrepierna de Mordecai-. Hacer de nuestra condena un sitio más... cómodo -las juguetonas manos del más joven empezaron a avivar sus deseos con simples caricias que provocaban un delicioso placer en el mayor-. Al fin y al cabo ya no hay más oro al final del arco iris.

Mordecai jadeó entre dientes cuando esas manos apretaron su miembro con tanta delicadeza. Rocky parecía tener tanta razón en sus palabras y si el muchacho quería esto como sus últimos deseos, ¿quién era él para negárselos? Un poco más convencido, el gato negro bajó su cremallera para después bajar su ropa interior y guiar una mano de Rocky dentro de esta. El más joven sintió que el corazón se le saldría por la boca cuando sintió una cálida humedad impregnar su mano: estaba tocando directamente el miembro de Mordecai. Rocky cerró sus ojos y pegó su frente contra el hombro de su mayor, se excitaba con intensidad por lo que tocaban sus manos mientras que él simplemente imaginaba cómo se vería.

RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora