𝔐𝔞𝔰 𝔡𝔢 𝔩𝔬 𝔮𝔲𝔢 ℨ𝔢𝔲𝔰 𝔡𝔦𝔠𝔢

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Muy a diferencia de la última vez, las heridas no tardaron mucho en sanar, sin embargo, cuando el dios de la guerra ya era libre de irse... No lo hizo, de hecho, se quedó por bastante tiempo en el templo, ayudando con lo que necesitara, ¡Por los dioses! Si hasta cambió las sábanas ensangrentadas. Y no sólo eso, Hermes pensaría que luego de eso, su hermano se iría del Olimpo como siempre lo hacía, pero no, se quedó, y todos los días, exactamente al anochecer, cuando el mensajero iba descansar, Ares aparecía en su puerta, ya fuera con algunos rasguños leves o heridas profundas, y todos los días, el hermano menor debía cuidarlo.

Al inicio no le dio mucha importancia, pero a medida que los días pasaban, empezó a notar un patrón en las apariciones del guerrero. Las heridas en su mayoría eran leves, no justificaban su constante presencia en el templo. Hermes había empezado a sospechar que el tosco guerrero se estaba lastimando a propósito para pasar más tiempo con él, pero a pesar de estas sospechas, no dijo nada, en el fondo le agradaba la idea de que su hermano se abriera un poco más, aceptando la compañía de otros, o en este caso sólo la suya, pero era un gran comienzo. Aunque Ares rara vez hablaba, su presencia era reconfortante, había algo en el hecho de que su hermano, tan conocido por su temperamento violencia y su aversión a la cercanía emocional, estuviera buscando su compañía, ello tocaba una fibra sensible en Hermes.

A veces, mientras vendaba una herida o aplicaba ungüentos, el mensajero se encontraba contándole historias o cantando viejas canciones, esperando arrancar alguna sonrisa, o al menos una reacción del mayor, aun si Ares a menudo respondía con gruñidos o monosílabos, Hermes no se desaminaba, sabía que, de alguna manera, estaba logrando lo que muchos habían fallado: llegar al corazón del dios de la guerra. Con el tiempo se transformó en una rutina, y el guerrero que solía evitar cualquier contacto más allá del necesario, ahora parecía buscar consuelo en la presencia del menor, y Hermes sospechaba que, en realidad, Ares no buscaba curar solo sus heridas físicas, sino también las cicatrices más profundas de su corazón.

Un tiempo después, muy a regañadientes, Ares decidió que ya era tiempo de marcharse. Había abusado demasiado de la amabilidad y hospitalidad de Hermes, y aunque no quisiera admitirlo, sabía que había estado interfiriendo con las obligaciones de su hermano, a este paso podría atraer la ira de Zeus, algo que preferiría evitar. El mensajero, como siempre comprensivo, no dijo nada cuando el guerrero anuncio su partida, simplemente asintió, permitiéndole marchar sin objeciones, aun si en su interior deseaba mantenerlo para siempre con él, a este punto el dios de la guerra se había convertido en la única compañía permanente en su vida, pues sabía que, al terminar el día, Ares estaría esperándolo.

Los días siguientes se sintieron extraños para Hermes, la ausencia de su hermano dejó un vacío que ni siquiera su agitada rutina podía llenar. El mensajero había llegado a acostumbrarse a su compañía inesperada y sus visitas nocturnas, y ahora, el silencio se sentía pesado, opresivo. Durante sus viajes, su mente volvía constantemente a los momentos que habían compartido, lo que más le aterraba era pensar que Ares podría volver a esa soledad que siempre lo había atormentado. Aun así, trató de no demostrar esta preocupación, no era propio de él, y ya tenía demasiadas cosas en la cabeza como para pensar también en el tosco guerrero, debía confiar en que estaría bien, o al menos era lo que su corazón deseaba.

Con el tiempo, Hermes se dio cuenta de que esos pensamientos sobre Ares ya no podían simplemente ser empujados a un rincón de su mente. Día y noche, su mente trabajaba sin descanso, imaginando qué habría sido de su querido hermano, si estaría bien o si volvería a caer en la soledad que tanto lo atormentaba. Necesitaba una excusa para buscarlo, para asegurarse de que todo estuviera bien, pero ¿cómo hacerlo? Ya había recibido algunas advertencias de Zeus, quien le recordaba constantemente que no debía descuidar sus deberes por Ares. Sabía que su padre lo descubriría si intentaba hacerlo nuevamente.

𝕸𝖊𝖓𝖘𝖆𝖏𝖊𝖗𝖎𝖆 𝕯𝖎𝖗𝖊𝖈𝖙𝖔 𝖆𝖑 𝕮𝖔𝖗𝖆𝖟𝖔𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora