𝔈𝔩 𝔱𝔦𝔯𝔞𝔫𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔪𝔞𝔯𝔢𝔰

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El dios de la guerra caminó por las orillas del Egeo, el cielo gris y cargado de nubes amenazaba con desatar una tormenta en cualquier momento, el rugido de las olas al romper contra las rocas llenaba el aire con su furia. Ares se detuvo, sintiendo la humedad en su piel mientras observaba el inmenso océano frente a él, sabía que su próxima parada sería la más complicada. Convencer a Poseidón estaba a otro grado de dificultad, el dios del mar tenía razones para estar resentido con Hermes.

La marea comenzó a agitarse aún más, y el guerrero sintió una vibración bajo sus pies, el océano se separó en un rugido atronador, y entre las olas emergió la imponente figura de Poseidón. Su armadura de bronce resplandecía bajo la tenue luz del cielo, y su tridente chisporroteaba con energía contenida. El cabello húmedo del dios caía en rizos salvajes sobre sus hombros, y sus ojos azules brillaban con una mezcla de desafío y resentimiento.

—Ares —la voz de Poseidón resonó como una tormenta desatada— ¿Qué te trae a mis dominios? No eres bienvenido en estas aguas.

El dios de la guerra, inmutable, no dio un paso atrás. A pesar de la presencia avasallante de su tío, mantuvo la mirada firme, sus ojos fijos en el dios de las profundidades.

—No recuerdo haber sido bienvenido en ningún sitio, tío... Estoy aquí por Hermes, quiero que apoyes su regreso al Olimpo

La mueca de Poseidón fue de puro desdén, bajó su tridente lentamente, hundiéndolo en la arena con un eco metálico, mientras cruzaba los brazos sobre su amplio pecho.

—¿Y por qué habría de ayudarlo? Ese mensajero ha metido sus narices donde no le correspondía demasiadas veces

La mandíbula de Ares se tensó. Cada palabra dirigida a Hermes con desprecio era como un clavo en su temperamento ya frágil. Aunque había aprendido algo de paciencia en sus últimos enfrentamientos con otros dioses, la insolencia de su tío raspaba su autocontrol. Apretó los puños, sintiendo el latir de la furia en sus venas, pero respiró hondo.

—Hermes siempre ha sido leal al Olimpo, incluso cuando otros dioses han fallado en serlo —afirmó, elevando la voz por encima del rugido de las olas— No merecía el castigo que Zeus le impuso

Poseidón soltó una carcajada amarga, que retumbó como un trueno sobre las aguas. El mar comenzó a arremolinarse con más fuerza, reflejando su furia.

—Leal, dices —Su tono se volvió más oscuro— ¿Es eso lo que llamas frustrar mis planes contra ese miserable Odiseo? ¡Fue Hermes quien ayudó a liberarlo de mis tormentas, quien intercedió para que escapara de mis manos después de todo lo que hizo! —El enojo crecía en la voz de Poseidón, y con cada palabra las olas se elevaban más y más, golpeando la costa con violencia— Yo deseaba venganza, y Hermes me la arrebató, ¡Le negó el derecho a mi hijo de ser vengado justamente!

Las olas se alzaron como gigantes furiosos, azotando la costa. Ares supo que tocar el tema de Odiseo había encendido el fuego de la cólera de Poseidón, pero retroceder no era una opción, dio un paso adelante, sintiendo las aguas que ya comenzaban a lamer sus botas.

—Hermes actuó bajo órdenes de Zeus, no lo hizo para deshonrarte, ¡Cumplía con su deber como mensajero! —gritó, alzando la voz con la misma intensidad que las mareas que se elevaban.

Los ojos de Poseidón brillaron con una ferocidad desbordada. Las olas cubrieron por completo los pies de Ares, como si intentaran devorarlo. El dios del mar miró a su sobrino con un odio helado.

𝕸𝖊𝖓𝖘𝖆𝖏𝖊𝖗𝖎𝖆 𝕯𝖎𝖗𝖊𝖈𝖙𝖔 𝖆𝖑 𝕮𝖔𝖗𝖆𝖟𝖔𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora