8. Navidad, ¿dulce o amarga Navidad?

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Los primeros copos de nieve habían empezado a adornar el asfalto de las calles y los techos de los edificios de la capital madrileña desde hace unos días, dejando a la ciudad inmersa en lo más parecido a un cuento de Navidad y es que aquellos días estaban a punto de llegar.

Un frío polar asolaba a la ciudad y sus habitantes en el día previo a la celebración de la Natividad, un frío que era contrarrestado, o al menos así lo sentían los ciudadanos, por el calor navideño que se desprendía gracias a las ferias, los puestos de comida con las típicas garrapiñadas, postres navideños o castañas calientes, entre otros, y gracias a los villancicos que ya formaban parte de la musicalidad de la época del año que envolvía a la ciudad en aquellos significativos días.

Martin y su hermana Carmen habían salido de paseo por las calles del centro. Aquella mañana, su madre, a sabiendas de la gran afición que los dos hermanos mostraban cada año por la Navidad y sus celebraciones, les había concedido el permiso para ausentarse de sus quehaceres en el edificio y así poder asistir y contemplar el espíritu navideño que vestía a la ciudad, sus calles y sus gentes.

Martin había cogido algunos de los ahorros de su jornal que guardaba para ocasiones especiales, ocasiones especiales como comprarle unos dulces navideños a su hermana que tanto le gustaban y que casi no había tenido el privilegio de comerlos. No todos los días podía ver sonreír a su hermana de aquella manera mientras se comía un mazapán de aquellos deliciosos dulces que preparaban con amor y cariño las hermanas de convento, aquellos dulces que le hacían sentir como si pudiera tocar el cielo.

- Martin, este dulce está buenísimo, tienes que probarlo - dijo su hermana tendiéndole un trozo que que reposaba sobre el papel en el que había estado envuelto anteriormente.

- Ya te he dicho que no tengo hambre, Carmen. Enserio - le aseguró ante la insistencia de la más pequeño, pero la verdad era más cruel. No había podido ahorrar el suficiente dinero como para permitirse comprar dos de aquellos apetecibles dulces y lo que más deseaba era que su hermana pequeña pudiese disfrutarlo entero para ella. Verla así de feliz era suficiente para un hermano mayor que estaba más habituado a una vida de privaciones.

Los dos hermanos continuaron su paseo por las calles de Madrid, hasta que de lejos vislumbraron un escenario de madera sobre el que un grupo de niños de joven edad, vestidos con sus mejores galas y dirigidos por una persona de apariencia más adulta cantaban un villancico, más concretamente el preferido de Martin, ''Ande la Marimorena''. Las personas allí presentes acompañaban aquellos angelicales cantos con palmas e incluso con pequeñas panderetas, una imagen digna de una postal navideña.

La mirada del mayor de los dos hermanos se fue aguando a la que vez que su hermana se abrazaba a su cintura buscando un calor que le cobijase del punzante frío invernal que había conseguido hacerse paso por sus finos ropajes hasta llegar a sus pequeños y delgados huesecillos.

Un sentimiento de añoranza y melancolía asoló por completo a Martin, quién sin poder hacer nada más acabó rememorando las últimas navidades con su familia al completo, en aquel pueblo de Salamanca. Revivió lo que era cantar en familia aquel villancico alrededor de la pequeña hoguera que alumbraba y calentaba las frías noches de invierno el salón de su casa, mientras su hermana y su padre danzaban, daban saltos y reían sin ningún tipo de contención. Pensó en la suerte que había tenido de ser así de feliz en algún momento de su vida.

- Martin, estás llorando - murmuro su hermana pequeña, mirándole con sus ojos dulces desde unos centímetros más abajo y limpiándole la lágrima que había corrido por su mejilla con la yema de sus dedos - ¿Estás triste?

- No, renacuaja. Solo que a veces me acuerdo de padre. Ya no está con nosotros para cantar y bailar este villancico como solíamos hacerlo en el pueblo. Era nuestro favorito, ¿te acuerdas? - un mohín se asomó en sus labios, rememorando aquel pasado al que siempre intentaba volver, pero del cual solo le quedaban en su memoria recuerdos de lo bonito que fue.

Escalera 423Donde viven las historias. Descúbrelo ahora