La Casa Blanca era un laberinto. Pasillos, salones, jardines... Todo impecable, todo lleno de historia, todo vigilado hasta el último rincón. Y ahí estaba yo, Leon Kennedy, en medio de todo eso, intentando no perder la cabeza.
Los primeros días fueron una locura. Reuniones, protocolos, evaluaciones de seguridad... Me metí de lleno en el trabajo, tratando de no pensar en ella. Pero era imposible. Ashley estaba en todas partes. En el comedor, en los jardines, en la biblioteca... Cada vez que la veía, mi corazón daba un vuelco. Joder, ¿ya empezamos con el romanticismo?
Quería hablar con ella, preguntarle cómo estaba, decirle... bueno, decirle muchas cosas. Pero me contenía. Sabía que no era el momento, que no era el lugar. Y, sobre todo, sabía que no era lo correcto. Yo era responsable de su seguridad, no su amigo, y mucho menos algo más.
Ella, por su parte, parecía cada vez más distante. Sus sonrisas eran menos frecuentes, sus miradas más esquivas. Supuse que estaba decepcionada por mi actitud, por mi falta de reciprocidad. Y me dolía, vaya si me dolía.
Una tarde, la vi salir de la oficina de su padre. Estaba pálida y tenía los ojos rojos. Me acerqué a ella, preocupado.
—Ashley, ¿estás bien? —pregunté. A la mierda las formas, no puedo no llamarla por su nombre.
Ella me miró, sorprendida.
—Sí, estoy bien —respondió, con una voz temblorosa—. Solo... un poco cansada.
—Si necesitas algo, no dudes en decírmelo —dije, intentando sonar lo más profesional posible. Aunque por dentro, quería abrazarla y decirle que todo iba a estar bien.
—Gracias, Leon —dijo ella, con una sonrisa débil—. Lo tendré en cuenta.
Y luego se alejó, dejándome con una sensación de impotencia y frustración.
Esa noche, me quedé en mi oficina, revisando informes. Pero las palabras se mezclaban en mi mente, y la imagen de Ashley, con sus ojos tristes, me perseguía sin descanso.
Me levanté y me acerqué a la ventana. Dudando en si debía ver que le estaba pasando o simplemente ignorarla.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no podía simplemente ser profesional y ya? ¿Por qué cada vez que la veía sentía que me faltaba el aire?
La respuesta era simple, y a la vez dolorosa: Ashley me atraía. Mucho. Y aunque no estaba seguro de si era amor, sabía que no podía permitirme ceder a esos sentimientos. No podía poner en riesgo mi trabajo, mi deber, mi reputación. Y sobre todo, no podía poner en riesgo a Ashley.
Así que decidí mantener la distancia, ser cortante, evitar cualquier situación que pudiera llevar a malentendidos. Era lo mejor para todos, aunque me doliera como el infierno.
ESTÁS LEYENDO
Un Nuevo Comienzo - Leon x Ashley (RE4)
RomanceLa historia después de los acontecimientos de Resident Evil 4