La noche se volvió borrosa y confusa. Recuerdo salir del bar, mareada y desorientada. Recuerdo estar junto a un tipo, sus manos demasiado cerca, su aliento a alcohol en mi cara. Pero, honestamente en ese momento no me importaba nada, solo quiera olvidarlo...olvidar a Leon.
De repente, como un rayo en la oscuridad, apareció Leon. Su voz, firme y autoritaria, me sacó del trance. Lo vi enfrentarse a aquel tipo, su postura imponente, su mirada llena de furia. Y por un momento, me sentí segura, protegida.
Pero la seguridad se convirtió en resentimiento cuando me reprendió, cuando me trató como a una niña. ¿Acaso no entendía que estaba sufriendo, que necesitaba escapar de la realidad, aunque fuera por unas horas?
Le grité, le dije cosas que no sentía, le reproché su beso, su distancia, su maldita profesionalidad. Y luego, me derrumbé. Las lágrimas fluyeron sin control, y me sentí más sola y vulnerable que nunca.
Y entonces, él volvió. Me levantó del suelo, me llevó en sus brazos como si fuera una princesa, ignorando mis protestas. Y mientras me llevaba a su moto, sentí una mezcla de confusión y alivio. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué se preocupaba tanto por mí, si yo lo había rechazado, si le había dicho que se fuera?
El viento frío de la noche me golpeó la cara, despejando un poco la niebla del alcohol. Me aferré a Leon, su espalda ancha y firme bajo mis manos, igual que cuando nos escapábamos de esa horrible isla. El rugido del motor me vibró en el pecho, y por un momento, me sentí extrañamente en paz. A pesar de todo, a pesar de mi confusión y mi dolor, estar cerca de él me hacía sentir bien.
Llegamos a casa en cuestión de minutos. El imponente edificio se alzaba frente a nosotros, iluminado por la luz de la luna. Leon me ayudó a bajar de la moto y me acompañó hasta la puerta principal.
—Deberías descansar —dijo, con su voz profunda y tranquilizadora.
—No quiero entrar —dije, de repente, sintiendo un nudo en la garganta—. No quiero que mis padres me vean así.
Él me miró con preocupación.
—¿Dónde quieres ir entonces?
—A tu casa —dije, sin pensarlo.—. Por favor, Leon, llévame a tu casa.
Él dudó un momento, pero luego asintió.
—Está bien —dijo—. Vamos.
Me llevó a una pequeña casa de campo situada en los terrenos de la Casa Blanca. Era su residencia como jefe de seguridad, un lugar modesto pero acogedor.
Entramos y él encendió las luces. La casa estaba ordenada y limpia, con un toque masculino en la decoración. Me senté en el sofá, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo.
—Gracias, Leon —dije, mirándolo a los ojos—. Por traerme aquí.
Él asintió, pero no dijo nada. Se quedó de pie frente a mí, su expresión seria e inescrutable.
—Leon —dije, reuniendo todo mi valor—, necesito decirte algo.
Él me miró, expectante.
—Se que por tu trabajo no te permites estar conmigo, pero...—continué, mi voz temblorosa—. No puedo dejar de pensar en ti, en lo que pasó entre nosotros... en ese beso.
Él se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en la mía. Luego, dio un paso hacia mí, y su cercanía me hizo contener la respiración.
—Ashley... —comenzó a decir, pero no pude esperar más.
Me puse de pie y lo besé. Al principio, él se quedó inmóvil, sorprendido por mi atrevimiento. Pero luego, sus brazos me rodearon y me atrajo hacia él, profundizando el beso.
Sus labios eran suaves y firmes al mismo tiempo, y su sabor era...simplemente perfecto, como el. Me perdí en la sensación, en la calidez de su cuerpo, en la intensidad de su abrazo. Nuestras lenguas se encontraron en una danza tímida al principio, pero que rápidamente se volvió apasionada.
Finalmente, nos separamos, jadeando. Nos miramos a los ojos, y en ese momento, supe que todo había cambiado. La barrera que nos separaba se había roto, y una nueva posibilidad se abría ante nosotros.
—Ashley —susurró él, su voz ronca—, yo...
—No digas nada, Leon —dije, acariciando su mejilla—.Esta vez, no digas nada.
Y él lo hizo. Esta vez, el beso fue más intenso, más posesivo. Sus manos recorrieron mi cuerpo, acariciando mi espalda, mi cintura, mis caderas. Me estremecí bajo su tacto, sintiendo un deseo que nunca antes había experimentado.
Nos besamos durante lo que parecieron horas. disfrutando cada segundo. Y cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos sin aliento, nuestros cuerpos ardiendo.
—Ashley —dijo Leon, su voz ronca—, ¿estás segura de esto?
—Sí —respondí, sin dudarlo—. ¿y tú?
Él me sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro y me hizo sentir mariposas en el estómago.
—Entonces, no perdamos más tiempo —dijo, tomándome de la mano y llevándome hacia su habitación.
Su habitación era sencilla pero acogedora, con una cama grande y mullida en el centro. Cerró la puerta tras de nosotros y me atrajo hacia él, sus manos acariciando mi espalda, mi cintura, mis caderas. Me estremecí bajo su tacto, sintiendo un deseo que nunca antes había experimentado.
Nos besamos de nuevo, esta vez con una intensidad que me dejó sin aliento. Sus labios se movían sobre los míos con una pasión contenida, y sus manos exploraban mi cuerpo con una ternura que me hacía arder.
Lentamente, nos fuimos despojando de nuestra ropa, y pude apreciar ese cuerpo que me vuelve loca desde que lo conocí. Sus ojos estaban fijos en los míos, y confirme que estaba deseando esto tanto como yo.
Me recostó sobre la cama, su cuerpo cubriendo el mío. Sus besos descendieron por mi cuello, mi clavícula, mi pecho. Sus manos acariciaban mi piel, despertando en mí sensaciones desconocidas, deliciosas.
—Ashley —susurró, su voz ronca y llena de deseo—, eres hermosa.
Me estremecí bajo su mirada, bajo sus palabras. Nunca me había sentido tan deseada, tan apreciada.
Él continuó besándome, explorando cada rincón de mi cuerpo con sus labios y sus manos. Sus caricias eran suaves, pero firmes, despertando en mí un fuego que ardía cada vez con más intensidad.
Cuando finalmente se adentró en mí, un gemido escapó de mis labios. Un acto que dio paso rápidamente al placer, a una sensación de plenitud que me hizo arquear la espalda y aferrarme a él con fuerza.
Leon se movía dentro de mí con una mezcla de pasión y ternura, sus ojos nunca abandonando los míos. Cada embestida era me hacía perder aún más la cabeza. No puedo creer lo que me estuve perdiendo...
—Leon —gemí su nombre, sintiendo que el placer me inundaba, me consumía.
Él respondió con un gruñido gutural, acelerando sus movimientos. Nuestras respiraciones se entremezclaban y nuestros cuerpos se movían al unísono.
El clímax llegó como una ola, arrasando con todo a su paso. Me aferré a Leon, sintiendo su cuerpo temblar junto al mío. Y cuando finalmente nos calmamos, nos quedamos abrazados, y nuestras respiraciones agitadas.
Ninguno dijo nada, simplemente disfrutamos el momento. Un momento que querría que dure para siempre.
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Un Nuevo Comienzo - Leon x Ashley (RE4)
RomanceLa historia después de los acontecimientos de Resident Evil 4