¿Misión cumplida?

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La mañana llegó con el canto de los pájaros y el suave sonido de las olas rompiendo en la orilla. Abrí los ojos lentamente, sintiendo el calor de Leon a mi lado. Estaba de espaldas a mí, su respiración profunda y regular. Me quedé mirándolo por un momento, admirando la forma en que su espalda se movía lentamente al respirar. Me ponía contenta verlo así de tranquilo, después de todo lo que tuvo que pasar por mi culpa, lo que más merecía era un buen descanso.

Me levanté con cuidado, tratando de no despertarlo. El sol entraba por la ventana, iluminando la habitación con una luz cálida. Me acerqué al balcón y respiré hondo el aire fresco del mar.

Un nudo se formó en mi garganta. ¿Estaba lista para volver a mi antigua vida? ¿A la rutina de la universidad, a las fiestas, a los chicos que solo querían salir con la hija del presidente? Después de todo lo que había vivido con Leon, todo eso parecía tan superficial, tan insignificante.

Me di la vuelta y lo vi despierto, mirándome con una sonrisa somnolienta.

—Buenos días —dijo con voz ronca.

—Buenos días —respondí, sintiendo mis mejillas arder.

—¿Dormiste bien?

—Sí, muy bien —mentí. La verdad era que había pasado la mayor parte de la noche despierta, consciente de su presencia a mi lado, de su calor, de su cuerpo. ¿Ya empezamos Ashley?

—Me alegro —dijo él, sentándose en la cama y estirándose—. El helicóptero tendria que estar aquí en una hora.

—Genial —dije, intentando sonar entusiasmada—. ¿Qué hacemos mientras tanto?

—Podemos desayunar en la terraza —sugirió él—. Hay una buena vista al mar.

—Me parece bien —respondí, sonriendo.

Nos preparamos y fuimos a la terraza. El hotel estaba casi vacío a esa hora, y teníamos la terraza para nosotros solos. Pedimos café y tostadas, y nos sentamos a disfrutar del sol y la brisa marina.

El silencio entre nosotros era cómodo, pero también cargado de una tensión que no podía ignorar. Quería decirle lo que sentía, pero también sabía que debía contenerme. Leon era un profesional, y su misión no terminaba hasta que yo estuviera a salvo en casa. No quería ponerlo en una situación incómoda.

Reuní el valor y comencé a hablar. "Leon, yo..."

Pero justo en ese momento, su radio emitió un pitido.

—Es Hunnigan —dijo Leon, llevándose la radio a la oreja—. ¿Qué sucede?... Entiendo... De acuerdo, estaremos listos.

Colgó la radio y se volvió hacia mí.

—El helicóptero se adelantó —dijo—. Tenemos que irnos ya.

Asentí, decepcionada por no haber podido expresar mis sentimientos, pero también aliviada de que Leon no hubiera tenido que rechazarme.

Nos levantamos y nos dirigimos al helipuerto. El helicóptero aterrizó y las aspas comenzaron a girar, levantando una nube de polvo.

Nos subimos y despegamos, dejando atrás el pequeño pueblo costero y la isla que había sido escenario de nuestra aventura. Miré por la ventana, viendo cómo el paisaje se alejaba cada vez más. Leon se sentó a mi lado, pero mantuvo una distancia considerable. Y pensar que hace unas horas estábamos en la misma cama...

El viaje en helicóptero fue largo, pero finalmente llegamos a Washington D.C. Aterrizamos en el jardín de la Casa Blanca, donde mi padre, el presidente, nos esperaba con los brazos abiertos.

Corrí hacia él y lo abracé con fuerza.

—¡Papá! —exclamé, llorando de alegría.

—Ashley, mi niña —dijo mi padre, abrazándome con fuerza—. Estás a salvo.

—Gracias a Leon —dije, mirando a mi salvador.

Mi padre se acercó a Leon y le estrechó la mano.

—Agente Kennedy, le estoy eternamente agradecido —dijo con voz emocionada—. Ha salvado a mi hija.

—Era mi deber, señor presidente —respondió Leon con su habitual profesionalismo.

—Por favor, llámeme, señor Graham —dijo mi padre con una sonrisa—. Y pase, por favor. Siéntase como en casa.

Leon declinó cortésmente, diciendo que tenía que informar de la misión.

—Entonces, hasta la próxima, agente Kennedy —dijo mi padre, estrechándole la mano de nuevo.

Leon asintió y se dio la vuelta para irse.

—¡Leon! —lo llamé, antes de que se alejara demasiado.

Él se detuvo y me miró.

—Gracias —dije, con la voz entrecortada—. Por todo.

Él me sonrió, una sonrisa hermosa, ¿pero algo...fría? No la pude distinguir bien.

—Cuídate, Ashley —dijo, y luego se fue sin mirar atrás. 

Por un segundo me quede ahi parada, mirando como el hombre que salvo mi vida se iba sin saber lo que sentía por él. ¿Acaso volveré a verlo? ¿Y cuándo seria eso?

Sali de mi trance y corrí hacia la casa, buscando a mi madre. Necesitaba un abrazo, necesitaba llorar, necesitaba contarle todo lo que había pasado. Pero, sobre todo, necesitaba tiempo para asimilar lo que sentía por Leon, y para decidir qué hacer con esos sentimientos ahora que él se había ido. 

Un Nuevo Comienzo - Leon x Ashley (RE4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora