˚✧₊⁎★Alien☆.｡o○

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Era una tarde tranquila en la Tierra, hasta que un destello en el cielo rompió la calma. Desde el espacio, una nave en problemas se precipitaba hacia un destino inesperado: el patio trasero de una gran mansión en Seúl. Un error de cálculo había desviado el rumbo de Han Jisung, un joven alienígena de Venus, que en lugar de Júpiter, acababa en un planeta que apenas conocía por rumores: la Tierra.

El aterrizaje fue todo menos suave. La nave temblaba mientras perdía altura, y, antes de que pudiera controlarla, el pequeño alien sintió el impacto, acompañado de un ruido ensordecedor. El golpe fue tan fuerte que provocó un apagón en los alrededores, cubriendo todo en una oscura penumbra; un desperfecto tan grande que, irónicamente, fue la razón por la que nadie lo detectó.

El pequeño salió de la nave, aturdido, mirando el suelo extraño bajo sus pies. Alzó la vista y vio un extenso campo de césped. Más allá, se erguía una gran casa de aspecto elegante y, aunque Han no sabía qué era, reconocía la majestuosidad en su estructura.

Antes de que pudiera decidir qué hacer, una voz resonó detrás de él.

―¿Qué carajos...? ―murmuró un chico, sosteniendo una pala en alto, en una mezcla de sorpresa y confusión. Era Lee Minho, quien había salido al jardín tras oír el ruido y ver el apagón. A sus ojos, lo que veía parecía una escena sacada de una de sus películas de ciencia ficción favoritas, aunque con el toque surrealista de estar sucediendo en su propia casa -Por esto no deberían dejarme solo en casa... ¿Seo acaso puso de nuevo algo raro en los brownies de Felix?- dijo para si mismo.

El chico inspeccionó la nave extraña, dándole un leve golpe con la pala.

―¿Quién rayos eres tú? ¿Qué es esto? ―preguntó, frunciendo el ceño y mirando al desconocido.

El alien lo observó, sin saber muy bien cómo responder. Había aprendido el lenguaje de la Tierra, pero necesitaba un pequeño impulso. Sacó un dispositivo de su cinturón, tragó una pastilla que le ayudaría con el idioma y, tras un segundo, logró articular una respuesta.

―Yo... soy un Athalone. Vengo de Venus ―contestó, sus palabras temblorosas y su acento extraño pero comprensible.

El humano se quedó boquiabierto. Había esperado muchas cosas, pero una explicación como esa no estaba en la lista.

―¿Venus? ¿Como el planeta? ―preguntó, mirándolo de arriba abajo, notando las pequeñas y casi invisibles escamas de colores iridiscentes en su blanca piel y las antenas que se asomaban apenas por su negro cabello.

Han asintió tímidamente, observando la reacción del chico con nerviosismo. Estaba acostumbrado a despertar curiosidad, pero la mirada de este humano lo hacía sentir particularmente expuesto.

―Sí, tuve un fallo en mi nave mientras iba a Júpiter y... bueno, acabé aquí por accidente ―explicó, sin apartar la mirada del humano, aunque con un poco de vergüenza.

El chico dejó escapar una risa incrédula y negó con la cabeza. Era ridículo, pero a la vez no podía apartar la mirada de él. Su aspecto era extraño, sí, pero también había algo cautivador en la inocencia que transmitía.

―Bueno, no sé si estoy drogado o si de verdad esto está pasando, pero... ¿y qué planeas hacer ahora? No es como si pudiera ayudarte a volver a Júpiter, y definitivamente no puedo llamar a la NASA ―dijo, cruzando los brazos, mirándolo con una ceja alzada.

―¿La NASA? ―preguntó Han, confundido.

El humano suspiró, sorprendido de tener que explicar a un alien lo básico de la Tierra.

―La NASA es... digamos que son las personas que estudian cosas del espacio. Si saben que un alien aterrizó aquí, te encerrarán en un laboratorio en menos de cinco minutos. Es mejor que no sepan que estás aquí—soltó un suspiro—La NASA, y muchas otras agencias, buscan siempre descubrir algo "nuevo". En todas las películas de aliens que he visto, los extraterrestres son perseguidos y encerrados para estudios... ―bajó la mirada, suspirando―. No sé por qué, pero siempre asumimos que somos el centro de todo. Supongo que es miedo a lo desconocido— explicó, divertido y un poco intrigado por la ignorancia de del alien.