Democracia y Conflicto Social

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La Democracia es una forma de gobierno en la que los ciudadanos escogen a los gobernantes o dirigentes que los representaran en la conducción del país y garantiza el bienestar general o bien común.

El conflicto ha sido tradicionalmente considerado tan esencial a la democracia como para la libertad donde siempre se ha preferido "mejor el conflicto con libertad, que el orden sin ella". Pero además es doblemente necesario para la democracia porque el conflicto se funda siempre en desigualdades y se constituye una lucha entre ella, siendo su causa el deseo de desigualdad. En una igualdad de derecho, la democracia da lugar a todas las luchas y conflictos por la igualdad de hecho.

La estrecha articulación o correspondencia entre la democracia representativa y la participación social es la real participación social donde hay posibles representaciones políticas. Y una fundamental crisis de representación política remite siempre e inevitablemente en una crisis de participación social. Por eso resulta tan irreal como extremadamente conflictivo mantener un régimen democrático en una sociedad de exclusión.

Las democracias en América Latina se encuentran forzadas a compensar y sustituir la falta de participación social de muy amplios sectores de la sociedad por su participación social de muy amplios sectores de la sociedad por su participación política clientelar y populista. Estas razones hacen que el conflicto social sea siempre profundamente democrático, y explican por qué razón la misma democracia se fundamenta en el conflicto social.

Los regímenes democráticos no sólo organizaban políticamente la distribución de riquezas (sociales, económicas, políticas y culturales) sino que propiciaban las demandas y reivindicaciones de una mayor participación en ellas por parte de los amplios grupos y sectores de la sociedad. La conflictividad inherente a estas demandas en ocasiones violentas, obligaba a las democracias a un gobierno del conflicto y a transformaciones institucionales para su resolución.

El conflicto social políticamente representable debía y podía ser políticamente gobernado y gobernable. Por muy intenso que parezca, el conflicto social es siempre gobernable y su violencia se enmarca siempre no sólo limitada por el orden democrático sino también porque:

a) Es políticamente representable y puede ser políticamente gobernable;

b) Aunque puede desbordar los marcos institucionales establecidos, puede también provocar cambios en las mismas instituciones, hacia los cuales se orientaría siempre el conflicto.

El conflicto social, al ser políticamente representable tendía a fortalecer y legitimar las instituciones democráticas y además en la medida que el conflicto social lograba ampliar la participación en la sociedad de sectores cada vez más numerosos, simultáneamente y de manera correspondiente mejoraba su representación política. El conflicto social es esencialmente democrático tanto en sus presupuestos, ya que reivindica mayor libertad e igualdad puesto que su producción de intereses y reivindicaciones de mayor participación social activan la representación política, promueven su gobernabilidad democrática y obligan a cambios institucionales del mismo sistema democrático.

"El efecto de la institucionalización de los de los conflictos" es conducir a reformas institucionales y en definitiva "al cambio social".

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