Zamael
Como alguien normalmente haría, yo no sentía la necesidad extrema de amar a alguien. De sentirme enamorado, querer a otra persona por sobre mi mismo, bien dicen amarnos a nosotros mismos antes que a los demás, eso para mí era algo lejano, nunca llegué a quererme del todo, y nunca deseé hacerlo. Si no hasta que la conocí a ella.
Me comprendía, desde que nos conocimos, fuimos todo para el otro, fué todo para mí. Me causaba terror perderla, perderme a mi mismo en sus brazos y no volver a verle, dolía como una herida en el pecho su indiferente semblante ante mis sentimientos. La calidez de un cuerpo, acurrucándome en sus brazos,el sonido tímido de su voz cuando nos conocimos nunca será mi razón de olvidó, estaba solo, varado como un explorador en medio del desierto.
Mi calma después de la tormenta, tan intenso y abrumador aquel día, como si mi alma, hubiese reconocido la suya en ese instante. Dos piezas que encajaron en su lugar, después de una vida entera de búsquedas, desde ese día, supe que estaba perdido, me había enamorado tan profundamente que dejé se volviese una obsesión, éramos conscientes de eso y aún así nos seguimos haciendo daño.
El daño, muy conocido como una forma de amar, el dolor, "Si no duele, es porque no me amas" son palabras que nos suelen decir sucesivamente, mediante nuestro crecimiento, un ejemplo, si un niño te molesta es porque le gustas. No fuí criado con ese pensamiento, mis padres me encerraban en ese entonces y mi única compañía en ese entonces, era ella, una luz al final de mu oscuridad, aunque yo no mostrase ese comportamiento. El odio profesado por ambos al crecer, era un sentimiento cálido que no quería ser revelado por ninguno, en este juego, he estado en el borde de perder de mis piezas, una y cada una de ellas.
— Issac nos ayudará, supongo puedo confiar en el. — Recuerdo cerrando mis ojos, miro la fría sala con aparente calma. Aunque le realidad, mis emociones son contradictorias, el ruido al fondo me molesta, intento no se noté. Y agrego en voz baja. — Trabajaré con el, solo porque confío en tú palabra.
— Gracias. — Dice y yo apartó mis palmas. Meto mis manos dentro de mis bolsillos. — No me mientas otra vez.
Un silencio nos interrumpe, el frío golpea mis mejillas al girarme, el camino parece ser infinito. Hubiese querido voltear, verla detrás, pero ninguna mano me ha sostenido o me ha hecho encararla. Si cruzo esa puerta, y no escuchó mi nombre viniendo de tus labios carmín, entonces me habéis perdido, el amor que sentíamos se desvaneceria, como nieve que se niega a derretirse. Porque sé que tú podrás vivir sin mí, no hay peor atracción que la que se siente por el ser humano.
Borrar todo de un solo soplido no es tan sencillo, envolver mi cariño dentro de una caja y entregartelo para que tires de el, ha sido muy única opción.
Y lo sabes, porque nos pertenecemos.
— Zamael. — Dice con una sonrisa lejana extendiendo su mano nuevamente. — Te extrañe...— Solo esas palabras logran debilitarme. Y joder, es como recibir agua después de pasar el desierto.
Justo cuando me permites alejarme, es cuando más me acercas a ti. Escuchó tu voz llamando mi nombre una vez más. Y entonces sé lo que necesitas de mi, se lo que quieres con tan solo oírte, eres tan mía aunque no estemos juntos, por más que intentes huir de mi, vuelves una y otra vez. Cómo una droga que no puedes dejar, y no quieres hacerlo, necesitas de otra probada, una sobredosis más para poder vivir satisfecho.
— Zamael. — Repites mi nombre esperando tome tú mano. Cuándo quiero tú vida, tú corazón para mí solo, comerte y volverte una conmigo. — Te deseó. — Me repite y yo caigo.
Se acerca con sensualidad innata, aquellos brazos me envuelven y me acercan a toda su mosculatura. Las piernas se sienten temblorosas cerca de las mías, y debo contener una exhalación, que finalmente se escapa de mi boca en un ruido de alivio puro. Se apresura a rozar nuestros labios, como esa primera vez que lo hicimos siendo unos niños inocentes de lo que sentíamos.
— No me dejes...Sabes que es diferente difícil para mí, el estrés de todo esto... — Me recuerda con una sonrisa significativa, dice la verdad, o eso quiero creer.
— Corazone mío...Smettila di mentire...— Ronroneo contra su boca, frotando ligeramente mis labios con el rojo del labial. Manchando a propósito mi piel, deslizandose mis manos por su espalda y subiendo a su cuello. Ejerciendo una leve presión, que algo más que odiar, debe gustarle. — No estoy para ser tú maldito impegnare. — Le recuerdo y ella se ríe.
Juntos caminamos posteriormente al lado del otro, la motocicleta que me espera afuera le hace entender que me iré. Aunque lo pida, nuestro juego comienza nuevamente, Hera sabe que pierde control sobre mi, continúo tocando su espalda y aprieto nuevamente la corvatura de su cuello antes de irme.
— Acabaré con el. — Le digo y giro mi torso, soltandola y acercándome a mi vehículo. Me subo sobre esta y aprieto nuevamente antes de arrancar. — Nos vemos luego.
Se apresura en decir algo, con una sonrisa de suficiencia. Altanera, orgullosa y dándome la espalda, recordando su posición más alta que la mía en este momento, mi amor, mi debilidad lleva su nombre impreso como una hoja sus colores en cada estación.
— Tráeme su cabeza, si lo logras. — Advierte y yo sonrió colocándome el casco ganandome una risa altiva, entre dientes de su parte.
— Perfetto. — Digo desvanecidome por la carretera, la sensación de alivio dura unos minutos. Más las horas me recuerdan que debo matar lo que se me crucé. Y sobre todo, a Adams, apostando que Axel debería ser quien lo hiciera, pero está ocupado en otros asuntos.
"Somos el pecado, favorito de otro, destinados morir por el otro, pero no vivir."
Al borde de perder mis piezas.
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Al borde de perder mis piezas
Mystère / ThrillerAxel Allan,un hombre encantador, con una vida llena de lujos desde su niñez adorado por su belleza e inteligencia,detrás de aquella fachada perfecta se esconde un monstruo. Uno real que es capaz de hacer lo que sea con tal de consegir lo que quiere...