Con tres hijos corriendo por la casa, Nicola y Luke empezaron a experimentar los verdaderos desafíos de la crianza. Isabelle, la mayor, ya mostraba su carácter fuerte y curioso, mientras que su hermano seguía cada uno de sus pasos, admirándola y copiando todo lo que hacía. Oliver, aún bebé, requería toda la atención de Nicola, lo que hacía que los días fueran un torbellino constante de actividades, emociones y demandas.
Una mañana, Nicola intentaba calmar a Oliver, quien no había dormido bien la noche anterior y lloraba sin parar. Luke, mientras tanto, corría tras los dos mayores, intentando que no rompieran nada mientras jugaban por toda la casa.
—¡Isabelle! —gritó Luke mientras esquivaba un jarrón que casi cae al suelo—. ¡No corras dentro de la casa, por favor!
Isabelle se detuvo un momento, miró a su padre con una sonrisa traviesa y volvió a correr.
Nicola, agotada, intentaba calmar a Oliver, que seguía llorando en sus brazos. El cansancio empezaba a notarse en su rostro y en sus movimientos. Sin embargo, trataba de mantenerse fuerte, sabiendo que los desafíos de la crianza no eran permanentes.
—Parece que hoy va a ser uno de esos días, ¿eh? —dijo Luke, acercándose a Nicola con una sonrisa cansada, pero afectuosa.
—Uno de esos días que nunca termina —respondió Nicola, suspirando mientras mecía a Oliver.
Luke puso una mano en su hombro y la besó en la frente.
—Lo estamos haciendo bien, ¿sabes? Incluso en los días más difíciles, lo estamos haciendo bien.
Nicola lo miró, agradecida por su apoyo, y asintió con una sonrisa cansada.
—No sé qué haría sin ti, Luke. Criar a tres niños no es tarea fácil, pero al menos lo estamos haciendo juntos.
Los días pasaban entre risas y agotamiento. Nicola y Luke aprendieron a turnarse para cuidar a los niños y encontrar pequeños momentos de tranquilidad para ellos. Los fines de semana, aprovechaban para pasear por los jardines de la casa, dejando que los niños corrieran libres mientras ellos disfrutaban de una rara pausa.
Sin embargo, no todo era tan idílico. La realidad de criar a tres hijos pequeños traía consigo momentos de frustración y descontrol. Las noches en las que Oliver no dormía bien, las peleas entre los mayores y las constantes demandas de atención empezaron a pasar factura en la relación de Nicola y Luke.
Una noche, después de haber acostado a los niños, Nicola se desplomó en el sofá, exhausta.
—No puedo más, Luke —dijo con un suspiro profundo—. Estoy agotada. Siento que no tengo tiempo ni energía para nada más.
Luke, que también estaba cansado, se sentó a su lado y tomó su mano.
—Lo sé, Nicola. Es difícil... mucho más de lo que imaginamos. Pero esto también pasará. Los niños crecerán, y tendremos más tiempo para nosotros.
Nicola lo miró con lágrimas en los ojos.
—A veces siento que no estoy haciendo lo suficiente, que no soy una buena madre.
Luke se giró hacia ella con preocupación en el rostro.
—Nicola, no pienses eso. Eres una madre increíble. Nuestros hijos te adoran, y yo también. Estamos haciendo lo mejor que podemos, y eso es todo lo que importa.
Nicola asintió lentamente, reconociendo las palabras de Luke. Sabía que tenía razón, pero a veces el peso de las responsabilidades se sentía abrumador.
A pesar de los desafíos, había momentos en los que todo valía la pena. Las sonrisas de sus hijos, sus abrazos inesperados y las pequeñas palabras de amor que compartían con ella le recordaban por qué hacía todo esto. Criar a tres hijos era una montaña rusa de emociones, pero el amor que compartía con Luke y con sus pequeños lo compensaba todo.
En una tarde tranquila, mientras los niños jugaban en el jardín bajo la supervisión de Luke, Nicola se sentó a la sombra de un árbol, observando cómo sus hijos reían y corrían. Era en esos momentos, en medio de la paz y la felicidad de su familia, cuando sentía que todo el esfuerzo valía la pena.
Luke se acercó a ella con una taza de té y se sentó a su lado.
—Mira lo que hemos creado —dijo con una sonrisa, señalando a los niños que jugaban felices—. Es agotador, sí, pero también es hermoso.
Nicola asintió, apoyando su cabeza en el hombro de Luke.
—Lo es. No cambiaría nada de esto. A pesar de todo, no hay nada más importante que nuestra familia.
Los desafíos de la crianza seguirían llegando, pero Nicola y Luke sabían que, juntos, podían enfrentarlos. Su amor y su dedicación mutua eran lo que los mantenía fuertes, incluso en los momentos más difíciles. Y mientras veían a sus hijos crecer, sabían que, a pesar de los altibajos, estaban construyendo una vida llena de amor, alegría y momentos que recordarían para siempre.
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Entre secretos y susurros
RomansaEn la opulenta alta sociedad de la Regencia, Lady Nicola Coughlan y Lord Luke Newton descubren una atracción irresistible desde su primer encuentro. Mientras su amor florece, deben enfrentar la crítica social, secretos familiares y un desgarrador do...