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El sonido molesto del despertador me arrastra lentamente fuera del sueño, su pitido repetitivo zumbando en mi cabeza

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El sonido molesto del despertador me arrastra lentamente fuera del sueño, su pitido repetitivo zumbando en mi cabeza. Alcanzo el celular en mi mesa de noche y lo apago con un golpe perezoso. Me quedo unos segundos más en la cama, abrazando mi almohada, tratando de recuperar algo del calor del sueño que ya se ha desvanecido. Hoy es uno de esos días en los que desearía no tener que levantarme. La idea de enfrentar otro día más en la escuela me pesa, pero no puedo permitirme quedarme más tiempo. Suspiro y me siento en la cama, frotándome los ojos.

Bajo a la cocina y ahí está mi madre, Merinel, ya ocupada con el desayuno. Me recibe con una sonrisa cálida, como siempre. Su energía por la mañana es algo que nunca he entendido del todo.

—Buenos días, dormilona —me dice con su acento venezolano inconfundible mientras me sirve una taza de café.

—Buenos días... —murmuro, aún medio dormida mientras me dejo caer en una de las sillas. El café humeante frente a mí es lo único que me mantiene despierta a estas alturas.

Mi papá, Pablo, está en la mesa leyendo el periódico, una imagen tan normal que podría ser sacada de cualquier película. Él es mucho más tranquilo por las mañanas, pero siempre atento a lo que pasa en el mundo. Me lanza una mirada por encima de sus gafas.

—Te quedaste dormida otra vez, ¿eh? —comenta con una sonrisa leve.

—Solo un poco... —respondo, tratando de disimular mi cara de sueño.

Leni, mi hermana menor de 14 años, ya está vestida y lista para su entrenamiento de fútbol. Lleva una camiseta del FC Barcelona, su club, y está sentada comiendo su desayuno con la misma energía que parece tener todo el tiempo. Ella es lo opuesto a mí en las mañanas, siempre despierta, siempre lista. Le doy una mirada rápida y sonrío.

—Deva, mamá tiene algo que contarte —dice Leni con un tono de expectativa.

Miro a mi madre, que parece estar esperando el momento adecuado para soltar la noticia. Sus ojos brillan con esa mezcla de emoción y algo que no puedo identificar.

—¿Qué pasa? —le pregunto, un poco preocupada por el tono.

—Tu manager llamó esta mañana —dice ella finalmente, mientras se sienta frente a mí—. Te han invitado a una cena importante.

IGUAL QUE UN ANGEL; Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora