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El día había empezado como cualquier otro, con mi rutina de entrenamientos de gimnasia rítmica a pleno rendimiento

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El día había empezado como cualquier otro, con mi rutina de entrenamientos de gimnasia rítmica a pleno rendimiento. Me sentía bien, enfocada, pero a media mañana, todo cambió. Durante uno de los descansos, una de mis compañeras, Ana, se acercó corriendo con su móvil en la mano.

—Deva, ¿has visto lo que ha dicho Camille en la entrevista?

No tenía ni idea de a qué se refería. Fruncí el ceño y cogí el móvil para leer lo que me enseñaba. Allí, en la pantalla, vi un titular que me dejó helada: "Si las gimnastas rusas hubieran estado en los Juegos Olímpicos, Deva no habría ganado el oro. Es solo una niña de 16 años." Sentí cómo mi corazón se detenía un momento.

Leí la entrevista completa, y cuanto más avanzaba, más rabia sentía. Camille, la gimnasta francesa que quedó tercera en los Juegos Olímpicos, estaba cuestionando mi victoria, sugiriendo que sin las rusas, no habría conseguido el primer puesto. ¿Solo una niña de 16 años? La sangre me hervía.

Intenté seguir entrenando como si nada, pero la entrevista no se me iba de la cabeza. Mi cuerpo se movía, pero mi mente estaba en otro lado, pensando en las palabras de Camille. Mi técnica se veía afectada, los errores se multiplicaban, y cada fallo me frustraba más. No podía concentrarme. Sentía los ojos de mis entrenadores sobre mí, pero no tenía energía para justificarme.

Cuando finalmente llegó el descanso, me senté en un rincón del gimnasio, apoyando la cabeza entre las manos, intentando despejarme. En ese momento, escuché pasos y, al levantar la vista, vi a Lamine acercándose. Siempre sabía cuándo algo no iba bien.

—¿Qué te pasa? —me preguntó con tono suave, sentándose a mi lado.

Solté un suspiro y le enseñé el móvil con la entrevista de Camille.

—Mira lo que ha dicho —le dije, tratando de no sonar demasiado afectada, aunque en mi interior me carcomía la frustración.

Lamine leyó en silencio, con el ceño fruncido, y luego dejó el móvil a un lado.

—Deva, no le des importancia. Es solo su opinión, y está claro que le duele que hayas ganado el oro. Es envidia pura y dura —dijo, cruzando los brazos.

IGUAL QUE UN ANGEL; Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora