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Estaba completamente agotada

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Estaba completamente agotada. La rutina de gimnasia rítmica había sido intensa, pero lo peor no era eso, sino que mamá siempre llegaba tarde a recogerme. Sentía que podía haberme dado una ducha y haberme comido algo tranquilamente, pero no, ahí estaba sentada en la banqueta, con mis piernas estiradas y el móvil en la mano, esperando a que por fin apareciera.

Finalmente, la vi llegar en el coche, y suspiré aliviada. Subí rápidamente y, antes de que pudiera decir algo, mi madre ya estaba echándome la bronca.

—Deva, cariño, hoy vas a tener que ayudarme. Tu hermana Leni acaba de llamar. A perdido el autobús después del entrenamiento en el Barça, y ahora está esperando que vayamos por ella.

—¿Qué? —protesté mientras me acomodaba el cinturón—. ¿Por qué no fue papá o alguien más? Estoy agotada, mamá. Leni puede esperar un poco más, no es como si fuera a perderse.

—Tu padre está trabajando y, bueno, no me queda otra opción. Tú también practicas deporte de alto rendimiento, sabes lo importante que es apoyarse entre hermanas, ¿no?

Bufé. Sabía que estaba en lo correcto, pero estaba cansada, y lo último que quería era tener que ir a buscar a mi hermana después de un entrenamiento tan intenso. Además, no me sentía precisamente lista para que la gente me viera; tenía puesto un short de lycra y una remera deportiva que dejaba mucho a la vista. A veces odiaba cómo me miraban, como si llevar ropa de entrenamiento fuera una excusa para juzgarme.

—Debería venir ella a buscarme a mí —murmuré mientras cruzaba los brazos y miraba por la ventana.

—Menos quejas, Deva. Llegamos en diez minutos —me dijo mamá con ese tono que no admitía más discusión.

El trayecto se me hizo eterno. Sabía que mi hermana estaría esperando afuera, posiblemente enojada, y que cuando llegara todo sería rápido. Mamá bajaría la ventanilla, ella se subiría al coche, y nos iríamos a casa. Pero cuando llegamos al sitio donde entrenaba, no la vi. Miré a mi alrededor mientras mi madre me pedía que le llamara.

—¿Dónde está esta niña? —preguntó mamá, impaciente.

—No tengo ni idea. —Me incliné hacia adelante para ver mejor—. No está afuera, eso seguro.

IGUAL QUE UN ANGEL; Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora