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La semana transcurría de manera tranquila, con el típico inicio de semestre que siempre era una mezcla entre la emoción y la monotonía. Las primeras clases eran apenas introducciones, con los profesores presentándose y explicando la metodología de trabajo, la cual a veces sonaba más intimidante de lo que realmente resultaba. A pesar de la calma aparente, mis pensamientos estaban en constante caos desde que conocí a Jennie. Había algo en ella que no podía sacar de mi mente, y eso hacía que los días se sintieran un poco más intensos, aunque en el exterior todo pareciera igual.

Llegó el viernes, y tenía solo dos clases por la tarde, lo cual me daba tiempo suficiente para almorzar algo antes de regresar a la universidad. Decidí llegar con tiempo, no quería apresurarme como de costumbre. Llegué al campus unos veinte minutos antes de que comenzara mi primera clase. Me quedé afuera del edificio, encendiendo un cigarro para calmar los nervios que siempre me invadían cuando sabía que existía la posibilidad de cruzarme con Jennie. Sabía que ella también tenía clases por la tarde, así que la probabilidad estaba allí.

El suave humo del cigarro se elevaba mientras trataba de despejar mi mente, pero, de pronto, mis pensamientos fueron interrumpidos cuando vi un coche gris acercarse lentamente. Mis ojos se dirigieron de inmediato a la persona que bajaba del auto, y mi corazón dio un vuelco. Era Jennie. Llevaba puesto un vestido azul marino que resaltaba su figura delicada y contrastaba con el suave castaño de su cabello, que caía en suaves ondas sobre sus hombros. No pude evitar quedarme observándola, era simplemente hermosa. Parecía una imagen sacada de un sueño.

El coche comenzó a alejarse, y mientras ella caminaba hacia el edificio, noté que sus ojos se encontraron con los míos. Se acercó lentamente, con una sonrisa en los labios, y sentí un nudo en el estómago. Lo que más deseaba en ese momento era tenerla entre mis brazos, darle todo el amor que de alguna manera inexplicable había comenzado a germinar dentro de mí desde que la conocí. Pero sabía que debía ser paciente. Jennie era una mujer compleja, y acercarme demasiado sin que ella lo permitiera sería un error que no podía cometer.

—Hola, ¿llevas mucho esperando? —preguntó con su voz suave, una melodía que podría escuchar una y otra vez sin cansarme.

—No mucho, llegué hace poco —respondí mientras apagaba el cigarro y sonreía—. No quería volver a llegar tarde. ¿Tienes planes para hoy?

No estaba segura de si era el mejor momento para invitarla a salir. Había una conexión palpable entre nosotras, pero aún no sabía hasta qué punto era real o si solo era una proyección de lo que yo quería que fuera. Sin embargo, el impulso de estar más cerca de ella era más fuerte que cualquier duda.

—Ninguno. ¿Tienes uno? —respondió, levantando ligeramente una ceja con curiosidad. Su sonrisa juguetona me dio una pequeña esperanza.

Mi corazón dio un salto. No podía dejar pasar esta oportunidad.

—Bueno, ahora mismo no tengo planes... pero me preguntaba si la señorita estaría dispuesta a acompañarme a cenar esta noche —dije, intentando sonar despreocupada, aunque por dentro estaba nerviosa.

Jennie me miró con sorpresa. No creo que esperaba esa invitación, al menos no en ese momento.

—Acepto tu invitación, pero… hoy no voy a moverme en tu moto —dijo señalando su vestido. Tenía razón, no era el atuendo ideal para subirse a una motocicleta, y aunque la idea de tenerla tan cerca en la moto era tentadora, entendía perfectamente.

—Mmm… ¿puedo entonces llevarte en un auto? —respondí rápidamente, improvisando un plan. Mi mente comenzó a trabajar de inmediato. Tenía que conseguir un coche, y sabía exactamente a quién acudir: Jungkook, mi mejor amigo.

Mi hermoso destino (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora