7.

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Alrededor de las ocho de la noche, llegué a casa después de un día agotador. Lo primero que hice fue poner a cargar mi celular, que se había quedado sin batería desde hacía horas. Me sentía nerviosa, sabía que Jennie debía haberme estado llamando y enviando mensajes, pero no pude responderle en todo el día. Mientras esperaba a que el celular cargara, aproveché para darme una ducha rápida y ponerme cómoda en mi pijama. Me sentía agotada física y mentalmente por todo lo que había pasado la noche anterior. Cuando encendí el celular, mis peores temores se confirmaron: tenía docenas de mensajes y llamadas perdidas de Jennie.

Intenté llamarla de inmediato, pero cada vez que lo hacía, rechazaba la llamada. No podía evitar pensar en lo que debía estar pasando por su cabeza en esos momentos. Seguramente pensaba lo peor de mí, y lo entendía perfectamente. Estaba enojada, dolida, y probablemente no querría verme nunca más. Sin embargo, no podía dejar las cosas así. Tenía que explicarle lo que había pasado, aunque mi cuerpo se sintiera pesado y dolorido después de la pelea.

Con toda la fuerza de voluntad que pude reunir, me vestí de nuevo, decidida a verla. No quise ir en moto, ya que no estaba en condiciones de manejar, así que pedí un taxi. Mientras me dirigía hacia su casa, mis pensamientos iban y venían, tratando de pensar en las palabras correctas para disculparme.

Cuando llegué, vi que algunas luces estaban encendidas. Toqué a la puerta con el corazón en la garganta, rogando por una oportunidad de explicarle todo. Después de unos segundos que parecieron una eternidad, la puerta se abrió, revelando a su madre, Jane, con una expresión que solo podía describir como odio. Sabía que Jennie ya debía haberle contado algo sobre mí, y no era difícil adivinar que no serían cosas buenas.

—Buenas noches, señora Jane. —dije con la mayor educación posible, tratando de sonar calmada. Sabía que estaba molesta. —Lamento mucho la hora, pero realmente necesito hablar con Jennie, es muy importante. —miré el reloj, eran cerca de las diez de la noche. Tal vez no era tan tarde, pero considerando la situación, parecía que sí lo era.

—Mi hija ha estado encerrada en su habitación desde que llegó, sin comer, y sin decirme el motivo. —su tono era duro, sus ojos me miraban como si quisiera que desapareciera de su puerta. —Ahora entiendo todo, y es por ti. ¿Qué fue lo que le hiciste? —preguntó con una frialdad que me hizo estremecer.

Sentí una oleada de culpa. Sabía que la situación no era del todo mi culpa, pero no podía evitar sentirme responsable por cómo Jennie se sentía en ese momento.

—Tuve un problema anoche. —dije, señalando discretamente mi rostro. Solo entonces Jane pareció notar los rastros de la pelea que aún estaban visibles. Su expresión cambió de odio a sorpresa. —Mi celular se quedó sin batería, y no pude responderle. Recibí todos sus mensajes y llamadas cuando llegué a casa, pero ya era tarde. Solo quiero explicarle lo que pasó y que sepa que no la ignoré a propósito.

Después de un breve silencio, Jane suspiró y se apartó para dejarme pasar.

—Está en su habitación. No ha querido salir ni comer, así que asegúrate de que al menos cene algo. —su tono de voz no daba lugar a discusión.

—Por supuesto, señora Jane. —respondí con respeto, y entonces me entregó una bandeja con la cena. Agradecí que me diera la oportunidad de hablar con Jennie. Me dirigí hacia su habitación, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de enfrentar. La luz tenue de una lámpara se filtraba por debajo de la puerta, así que supuse que seguía despierta. Toqué dos veces, esperando una respuesta, pero todo seguía en silencio.

Con cautela, abrí la puerta y entré en su habitación, dejando la cena en su escritorio. Jennie estaba acostada de espaldas a la puerta, claramente evitando mirarme. El ambiente estaba cargado de tensión y tristeza. Me acerqué lentamente a la cama, rodeándola para poder verla. Mis peores temores se confirmaron cuando vi su rostro empapado en lágrimas. Su llanto silencioso rompió mi corazón en mil pedazos. No había nada más doloroso que saber que era yo quien le había causado ese sufrimiento.

Tomé suavemente una de sus manos, intentando secar sus lágrimas con la otra, pero las lágrimas seguían cayendo sin cesar. El dolor que sentía por verla así era indescriptible. De repente, sin previo aviso, Jennie se lanzó hacia mí, envolviéndome en un abrazo tan fuerte que casi me hizo gritar de dolor por mis costillas fracturadas. Sabía que estaba tratando de encontrar consuelo, y no quería que notara que me dolía, así que aguanté el dolor lo mejor que pude.

—Jen, por favor, perdóname. No era mi intención desaparecer así. —susurré mientras sentía sus lágrimas empapando mi cuello. —Princesa, ¿por qué no has querido comer? —le pregunté con preocupación. Algo dentro de mí me decía que había más detrás de este comportamiento.

Al cabo de unos minutos, finalmente levantó la vista y me miró a los ojos, su rostro lleno de tristeza.

—Me abandonaste. —susurró entre sollozos. Se sentó en el borde de la cama, mientras yo permanecía arrodillada frente a ella, sosteniendo sus manos con suavidad. —No supe nada de ti, pensé que ya no te importaba, que ya no me querías... —su voz se quebró, y me quedé en silencio por un momento, procesando lo que acababa de decir.

—No te abandoné. —dije con firmeza, pero con ternura. —Tuve un problema anoche, un tipo buscó pelea en el bar donde estaba con Jungkook. No pude avisarte porque me quedé sin batería. —hice una pausa, levantando ligeramente mi camiseta para mostrarle las secuelas de la pelea: un gran hematoma en mi costado. —Tengo dos costillas fracturadas y me suturaron la ceja. Lo siento mucho, Jennie. No quería que te preocuparas, pero no pude avisarte.

Jennie observó mis heridas con ojos llenos de preocupación. Su mano temblaba mientras rozaba suavemente mi costado, como si temiera hacerme más daño.

—Perdóname tú a mí. —murmuró rápidamente, como si estuviera avergonzada. —No debí haberme puesto así. Me sentí tan asustada de perderte... Pensarás que soy una loca necesitada... —se apresuró a disculparse, con la voz rota.

—No, Jennie. No pienso eso en absoluto. —le respondí, mirándola con seriedad. —Pero en algún momento, cuando te sientas lista, tenemos que hablar de lo que te ha hecho sentir así. Me preocupo por ti, y quiero que estés bien. —le acaricié suavemente el rostro. —No quiero verte sufrir así otra vez.

Después de tranquilizarla un poco más, la convencí de que comiera la cena que le había traído. Me quedé a su lado mientras lo hacía, sintiéndome aliviada de que finalmente aceptara. Una vez que terminó, llevé la bandeja a la cocina, donde me encontré de nuevo con Jane.

—¿Está todo bien? —me preguntó, su tono algo más relajado que antes.

—Sí, señora Jane. —le respondí con una sonrisa. —Gracias por permitir que me quede esta noche. Creo que Jennie estará mejor mañana.

—Cuídala. —me advirtió suavemente antes de irse a descansar.

Regresé a la habitación de Jennie y me acosté a su lado. Tan pronto como sintió mi presencia, se dio la vuelta y me abrazó, buscando refugio en mí como lo había hecho antes. A pesar del dolor que aún sentía por mis costillas, la envolví en mis brazos, acariciando su cabello mientras se relajaba.

—Gracias por venir, Lisa. —susurró con voz somnolienta.

—Siempre estaré aquí para ti, Jennie. —le respondí con suavidad.

Y así, en la oscuridad de su habitación, mientras ella se acurrucaba contra mí, me di cuenta de que había encontrado algo especial con Jennie. La promesa de que, pase lo que pase, siempre la cuidaría.



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Mi hermoso destino (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora