9.

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Pasó poco más de un mes en el que prácticamente parecíamos ya una pareja, sin embargo, aún no le había pedido de manera oficial que fuera mi novia. Los abrazos y los besos en el rostro eran constantes, pero no me atrevía a dar ese gran paso de besarla en los labios. Además, Jennie parecía estar muy cómoda con la relación que estábamos teniendo. Durante este tiempo, perfeccioné en mi mente la forma en que le pediría ser mi novia: la primera parte del plan era recogerla en su casa para llevarla a la universidad. Y aquí estaba, esperando en la acera frente a su casa, nerviosa, pero decidida a cumplir mi cometido.

Jennie tardó más de lo esperado en salir, pero cuando finalmente lo hizo, su sonrisa hizo que valiera la pena la espera.

—Hola —le dije, tratando de disimular mi nerviosismo—. ¿Quiere usted, bella dama, un carruaje para llegar a su destino? —Hice una reverencia, imitando el gesto de un caballero que estaba frente a su princesa, y extendí mi mano para ayudarla a subir al auto.

—Hola —respondió ella, claramente divertida. No pudo evitar reírse mientras tomaba mi mano y me abrazaba, escondiendo su rostro en mi cuello—. ¿Qué es todo esto? Creí que nos veríamos en la universidad —dijo entre risas.

—Bueno, cambié de opinión. Además, quería verte —la abracé más fuerte, saboreando el momento—. Te ves muy hermosa, ¿a quién vas a ver? —pregunté, consciente de que esa clase de preguntas siempre lograban que se sonrojara, lo que me encantaba.

—A ti... ¿a quién más? —respondió ella, y como esperaba, su rostro se tiñó de rojo.

Le ayudé a subir al auto y, como siempre, ella se encargó de elegir la música desde mi celular. Mientras conducía, comenzó a sonar una canción que conocía muy bien. Jennie miraba por la ventana, pero yo aproveché el momento y decidí hacer algo especial.

—Te cuento que me encuentro enamorada... —canté suavemente, esperando que entendiera el mensaje detrás de esas palabras. Justo en ese momento, el semáforo cambió a rojo. La miré directamente a los ojos mientras seguía cantando—. Y siento que esta vez es la correcta. Te cuento, para mí ella es perfecta con todos sus defectos y pecados. Sé que con otras me he equivocado... —Esa frase me golpeaba, era muy cierta, y creo que Jennie lo notó—. Sé que he dado contra el mundo y he perdido la esperanza, pero cuando ella está a mi lado, se equilibra la balanza... —Jennie estaba completamente roja, entendiendo cada palabra de la canción. Decidí seguir solo por el placer de verla sonreír más y más—. No pienso dar ni un paso atrás en el camino que me lleve hacia tus besos. No pienso en eso, se los confieso, hoy me arriesgo a todo sin mirar atrás...

El semáforo cambió, pero no quería romper esa burbuja que habíamos creado, así que avancé un poco y me orillé en la carretera.

—Si tú te vas, ya volverás. Porque el destino sabe bien qué es lo correcto. Y no habrá pretextos de espacio ni tiempo, solo formas nuevas de poder amar. Te cuento que me encuentro ilusionada, y no puedo olvidarme ya de ella... —Le dediqué la canción completamente. Era una declaración de lo que ella me hacía sentir, lo que había descubierto en estos meses—. Si tú te vas, serías la culpable de mis besos desterrados. Yo habría sido una reina que ahora se viste de soldado. Será porque mi suerte me condenó a perderte y te arrancó de mí... —Tomé su mano, porque esa última frase era lo que más temía, y esperaba desde lo más profundo de mi corazón que nunca fuera nuestra realidad—. Serías la correcta y yo sería la equivocada...

Dejé que el resto de la canción fluyera sin interrumpirla con mi voz. Jennie lo entendió todo, y me abrazó con fuerza.

—Gracias, Lisa... —dijo con un tono suave—. Nunca nadie me había dedicado, y mucho menos cantado, una canción con tanto significado. —Me dio un beso en la mejilla y se alejó un poco para mirarme directamente a los ojos—. Y si yo soy la correcta, tú no eres la equivocada.

Mi hermoso destino (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora