8.

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Pasaron un par de semanas desde aquella noche en que fui a casa de Jennie para disculparme, y mi vida había dado un giro de 180 grados. Tuve que tomarme las cosas con calma para sanar de las heridas que me dejó la pelea, especialmente las costillas fracturadas que me impedían hacer movimientos bruscos. Jungkook, siendo el buen amigo que siempre ha sido, me ayudó mucho durante este tiempo. Como no podía manejar la moto, él venía a buscarme para llevarme a la universidad y luego me llevaba de vuelta a casa.

Jennie, por su parte, se ofreció a cuidarme desde el primer día, algo que me llenó de ternura. Sin embargo, no quise que tuviera problemas con Lisa, así que decidí no aceptar su ayuda tan de inmediato. Pero sabía que nuestra conexión se estaba volviendo cada vez más fuerte. A pesar de los rumores en la universidad, de los comentarios malintencionados, siempre encontramos una manera de pasar tiempo juntas. Era inevitable que los demás asumieran que ya éramos novias, aunque yo aún no había hecho la propuesta oficial debido a los problemas con mi salud.

Los chismes en los pasillos eran de lo peor, insinuando que Jennie era solo una más en mi "lista" y que nuestra relación no duraría mucho. Pero los comentarios que más me dolían venían de chicas con las que había salido brevemente. Sabía que a Jennie también le afectaban esos rumores, aunque intentara no demostrarlo. Ahora mismo, nos encontrábamos en mi departamento, y aunque hoy no fui a clases por sentirme mal, ella decidió venir a cuidarme. No me gusta preocuparla, pero su compañía era el único alivio que necesitaba.

—¿Te preparo algo de comer? —me preguntó Jennie, acariciando mi cabello suavemente. Había tomado medicamento para la fiebre, y ya comenzaba a hacer efecto.

—Puedo hacerte un caldo de pollo, ¿te parece? —ofreció con una sonrisa.

—Sí, me encantaría, gracias —le respondí mientras me hundía más en el sofá, observando cómo se levantaba para ir a la cocina.

Mientras la veía moverse por el espacio, noté lo natural que parecía en la cocina, con una confianza tranquila. Era increíble cómo Jennie podía hacer que cualquier cosa pareciera tan sencilla y placentera. Me quedé dormida por un rato, y solo me desperté cuando sentí que me movía con suavidad.

—Es hora de que comas algo —dijo, con una bandeja en las manos.

—Gracias. —Tomé la cuchara y probé el caldo. Sabía delicioso, el mejor caldo de pollo que había probado en mucho tiempo. La miré con gratitud mientras ella se sentaba a mi lado—. Está delicioso, Jennie, de verdad, gracias por estar aquí conmigo.

—Me gusta estar aquí contigo —me respondió con una tierna sonrisa, y se inclinó para darme un suave beso en la mejilla, lo que la hizo sonrojarse al instante—. Iré a prepararte un baño, eso te ayudará a sentirte mejor.

La miré mientras desaparecía en dirección al baño, mi mente navegando entre pensamientos. Jennie era realmente increíble. Con cada día que pasaba, me daba cuenta de lo mucho que significaba para mí. Quererla había sido algo fácil, pero amarla, eso parecía inevitable. Lo que me asustaba era no saber si ella sentía lo mismo, si estaba dispuesta a dar ese gran paso. Pero lo que tenía claro era que, pase lo que pase, haría cualquier cosa para asegurarme de que ella se sintiera segura y feliz.

Me sumergí en la bañera, relajándome bajo el agua caliente. Estaba empezando a sentirme mejor gracias a todo el cuidado que Jennie me había dado ese día. Cuando terminé, me puse ropa cómoda y regresé a la habitación. Jennie estaba en la cama viendo la televisión, pero tan pronto como notó mi presencia, se giró hacia mí con una sonrisa.

—¿Te sientes mejor? —preguntó mientras se acercaba y colocaba su mano en mi frente, verificando si la fiebre había bajado.

—Sí, mucho mejor, gracias a ti. —La tomé de la mano y la atraje hacia mí para abrazarla—. Me siento muy afortunada de tenerte a mi lado.

—Cuando me enviaste ese mensaje diciendo que te sentías mal, me preocupé mucho —admitió, apoyando su cabeza en mi cuello—. Pensé que tal vez te había pasado algo malo otra vez, y necesitaba asegurarme de que estabas bien.

Me reí suavemente y acaricié su espalda, tratando de calmar sus temores.

—Jennie, solo es un resfriado. Estoy bien, de verdad —le aseguré, dándole un beso en el cabello—. No tienes que preocuparte tanto.

Ella no respondió de inmediato, pero pude sentir cómo su cuerpo temblaba levemente contra el mío. ¿Por qué estaba tan asustada? Sentía que había algo más detrás de su preocupación, algo que todavía no me había contado.

—¿Te quedarías a dormir esta noche conmigo? —le pregunté con suavidad, queriendo mantenerla cerca.

Jennie levantó la cabeza para mirarme, como si estuviera considerando la idea.

—Déjame llamar a mi mamá, necesito avisarle —respondió, aunque parecía un poco indecisa.

—Está bien, pero no te sientas presionada. Si no quieres, puedo llevarte a casa —le dije, intentando aliviar cualquier carga que pudiera sentir.

Ella asintió, pero de pronto me abrazó con más fuerza, temblando un poco más. Sentí cómo sus miedos la envolvían, pero no sabía cómo ayudarla a enfrentarlos.

La llevé hasta la cama, acomodándonos para que pudiera relajarse. Jennie se acurrucó sobre mi pecho, y yo comencé a acariciar su cabello con delicadeza. Aunque no sabía qué era lo que la perturbaba, estaba decidida a descubrirlo y a estar allí para ella, sin importar qué tan difícil fuera.

—Sí —murmuró de repente, con la voz baja y temblorosa.

—¿Sí, qué? —le pregunté suavemente, sin entender a qué se refería.

—Sí quiero quedarme contigo esta noche —repitió, mirándome a los ojos con una expresión decidida.

Una oleada de alegría me invadió al escuchar esas palabras. No podía evitar sonreír.

—¿De verdad? —quería asegurarme de que estaba cómoda con su decisión.

—Sí. Solo... ¿me prestas un pijama para estar más cómoda? —respondió con una sonrisa tímida, pero segura.

Me levanté para buscarle algo cómodo en mi armario y escuché cómo llamaba a su madre para avisarle. Le dejé la ropa en la cama y me dirigí a la cocina para darle privacidad durante la llamada. Cuando regresé, toqué la puerta antes de entrar.

—¿Puedo pasar? —pregunté, esperando su respuesta.

—Sí, ya puedes entrar —respondió Jennie, y abrí la puerta con cuidado.

Ella ya estaba cambiada y acomodada en la cama. Me uní a ella, y tan pronto como me recosté, Jennie se abrazó a mí, apoyando su cabeza en mi pecho y rodeando mi cintura con su brazo. Sentirla tan cerca, tan cálida y vulnerable, me hizo sentir un enorme deseo de protegerla, de cuidar su corazón y su alma.

Pasaron unos minutos antes de que pudiera sentir cómo su respiración se hacía más profunda y tranquila, señal de que se había quedado dormida.

—Dulces sueños, Jennie —susurré, depositando un beso suave en su frente.

Me quedé despierta un poco más, observándola mientras dormía. Mi mente divagaba en todas las cosas que quería hacer por ella, en cómo quería demostrarle que la amaba y que siempre estaría a su lado, lista para pelear cualquier batalla junto a ella. Sabía que tenía fantasmas en su pasado que la atormentaban, pero estaba decidida a luchar contra ellos y a hacer todo lo posible por liberarla de esos miedos.

Poco a poco, me fui quedando dormida también, con la sensación de que, aunque el camino podría ser difícil, estaríamos juntas para enfrentarlo.

Dejen su estrellita por favor 💕✨

Mi hermoso destino (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora