26~ 𝓒𝓪𝓵𝓵𝓮

404 74 8
                                    

Después de lo que pasó a ser el mejor desayuno que he comido en toda mi vida, Poché y yo llevamos a Anto a casa. Ahí fue donde pensé que las dos me dejarían en casa y tendrían algo de tiempo madre/hija.

Me equivoqué.

Tan pronto como entramos por la puerta, Anto declara:

—Los domingos son tan aburridos.

¿Por qué siento la necesidad de abrir la boca?

Porque eso soy, simplemente yo.

—No tienen que serlo.

Ella se desploma en su silla.

—No, lo son. Es como una regla o algo así.

La miro, luego a Poché.

—No sé quién está haciendo esas reglas que ustedes aseguran son la ley...

Entonces sucede algo espectacular. Anto mira
a su madre, y al mismo tiempo, Poché la mira. Intercambian una mirada secreta antes de estallar en carcajadas.

Anto suelta risitas.

—Mamá hace las reglas.

Poché se ríe de nuevo.

—Oh, diablos no, pequeña. Tú estás a cargo de las reglas.

Una sonrisa que no puedo evitar ilumina mi rostro.

—¿Alguna de ustedes me va a decir acerca de la regla, o simplemente van a reír a mis espaldas y hacerme sufrir?

Poché entrecierra los ojos y luego codea a Anto.

—¿Debemos decirle?

Anto mira de reojo a su madre.

—No lo sé. ¿Qué piensas?

Poché se encoje de hombros.

—Depende de ti, pero creo que está bien.

Anto me sonríe, asintiendo.

—Sí, supongo. Ella es familia ahora.

Y al mismo tiempo, mi corazón duele de alegría pura, después arde de puro terror. Me golpea como un ladrillo en la cara. No quiero perder esto. ¿Y qué pasará cuando Poché se canse de mí porque pensara que nuestra no relación ha ido demasiado lejos? Sólo tendría que esperar ese día y esperar que fuera más tarde que temprano. También tendría que rezar para poder cuidar mi corazón herido una vez que perdiera no sólo a la dulce Anto, sino también a la dulce e idiota Poche. En el peor de los casos, me iría a casa, a Los Ángeles a lamer mis heridas en privado.

Anto explica:

—Mamá tiene una regla sobre las reglas. —Inclino mi cabeza confundida mientras continua—. Si ves que estás en una situación sin salida, haces una regla para ayudarte a llegar allí.

Me río.

—¿No es eso...? Hmmm. ¿Cuál es la palabra que estoy buscando? Ah, sí, lo tengo. —Miro fijamente a Poché y la acuso—. Eso sería mentir.

Pero Poché sacude la cabeza.

—Estrictamente embellecimiento. Y funciona.

Le echo un vistazo a Anto.

—¿En serio?

Ella sonríe.

—Lo hace.

Suspiro y levanto mis manos.

—Bueno está bien. Ahora que sé acerca de esto, voy a tener que intentarlo por mi cuenta.

Poché se quita la camiseta quedando en un top
y después se deshace de los zapatos.

Sugar RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora