30~ 𝓒𝓪𝓵𝓵𝓮

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El toque en mi puerta de la entrada me despierta, pero antes de que pueda levantarme para contestar, Poché se inclina sobre mí y besa mi frente, saliendo de la cama. Oigo bajos murmullos de conversación antes de que Poché de puntillas regrese al dormitorio. Medio dormida y deliciosamente adolorida de la sesión de sexo de anoche, pregunto en voz baja:

—¿Quién es?

Mientras se viste, mira hacia mí y responde con cautela.

—Es Leo. Le dije que les daría un minuto —Mis palmas sudan, y estirando la mano, poco a poco jalo las mantas hasta mi nariz. Poché sonríe suavemente ante la acción—. Leo no viene a seguir con la discusión, ¿de acuerdo? Él sólo quiere disculparse.

No quiero admitirlo, pero después de ver a Leo como fue anoche, estoy un poco asustada de estar a solas con él. Sin embargo, confío en Poché. Le susurro a través de mis mantas:

—Está bien.

Sonríe hacia mí, subiendo por encima de mi cuerpo para enterrar su cara en el hueco de mi cuello.

—¿Quieres café?

Con su boca sobre mí, es difícil concentrarse.

—¿Es hermético el culo de una rana?

Su aliento calienta mi garganta mientras se ríe.

—Dos azúcares con un chorrito de leche, ¿verdad?

Mis ojos se abren de golpe. ¿Ella sabe cómo me tomo mi café? Mi corazón sonríe. Bueno, mierda, se puso serio y alguien se olvidó de informarme.

Levanto mis brazos fuera de mi capullo de seguridad y los envuelvo alrededor de sus hombros mientras le digo en voz baja al oído:

—Sí, cariño.

Levantando su cabeza, besa la punta de mi nariz antes de levantarse.

Pregunto con los ojos entrecerrados:

—Todavía tienes la llave, ¿verdad? Así es como lograste entrar anoche.

Ella sonríe tan fuerte que sus hoyuelos se marcan profundamente en sus mejillas.

—Eres tan bonita.

Cuando ruedo los ojos, ella se ríe y le dice en voz alta a Leo:

—No se maten entre sí, ¿de acuerdo? Me gusta esta. —Sonrío para mis adentros. Pero mi sonrisa cae al suelo con un ruido sordo, cuando Poché le dice a su hermano—. Y planeo quedármela.

¿Ella quiere decir eso? Nunca puedo averiguar si quiere decir las cosas que dice o si sólo está bromeando.

La puerta principal se abre, luego se cierra, y yo cierro mis ojos y suspiro sabiendo que tengo que enfrentarlo tarde o temprano, y mientras más tarde espere, más incómodo se volverá esto. Juntando lo poco de valor que me queda, me deslizo fuera de la cama y me visto con mis pantalones cortos de pijama y una camiseta suelta color rosa de Cupcakeinator y salgo de mi habitación, hacia el salón-barra-cocina.

Leo está parado ante la puerta abierta de la nevera, frotándose distraídamente su barriga, viéndose un poco decepcionado.

—¿De qué estás viviendo? No hay nada aquí.

Una risa sorprendida estalla fuera de mí.

—Tu hermana dice la misma cosa todo el maldito tiempo.

Leo cierra la puerta de la nevera y se vuelve hacia mí, una sonrisa forzada en su rostro.

—Somos iguales, ella y yo. Vale es un poco diferente. Ella no necesita comida cada hora para vivir. —Sonrío, pero es tan tensa como la suya. Da un paso hacia adelante y comienza—. Escucha, Calle, lo sien…

Sugar RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora