3~ 𝓟𝓸𝔁𝓱𝓮́

328 51 1
                                    


Leo y Sam parpadean hacia mí, el rostro de Leo lleno de confusión, mientras que la boca de Sam se abre. Y yo sólo me quedo aquí, muy lejos de abrazar el incómodo silencio, deseando ser invisible para que pudiera perder mi ropa y salir de aquí.

La voz de mi hermano se espesa en frustración o ira. Así que, ahora mismo, cuando dice:

—¿De qué mierdas estás hablando, Poché?

Los ojos de Sam pierden el foco. Ella niega con la cabeza, tratando de entender lo que acabo de decir antes de levantar su mirada triste hacia mí.

—Poché, pero ¿qué estás diciendo? No te puedes mudar. Este es el hogar de Anto. Tu hogar.

Bajo la cabeza, pongo mis manos en mis caderas, y reboto una pierna. Pienso en qué decir sin que suene como una idiota.

—No. Este es su hogar. Tienen dos hijas y una familia en crecimiento. Sí, Anto fue criada en esta casa, pero no es nuestra. —Me atrevo a mirar a Leo—. Nunca lo fue.

Se encoge de hombros ligeramente.

—No entiendo de dónde viene eso. ¿Qué ha pasado?

Tomo una profunda respiración, levanto mis brazos, descanso mis muñecas en mi cabeza y respondo con una exhalación.

—Nada ha pasado. No es así. Esto no es una decisión tomada con ira ni nada…

Pero Leo no me escucha. De inmediato se pone de pie y se mueve delante de mí.

—Sea lo que sea, lo arreglaremos. Dime qué está pasando…

—No es nada. Lo prometo…

—Tiene que ser algo. Dime lo que tengo que hacer para que cambies de opinión.

—No entiendes lo que estoy diciendo.

Sam se encuentra en la mesa, acercándose a mí, pero yo retrocedo, con las manos advirtiéndola. Cuando ella me abraza, no hay mucho que no harías por ella. Mantengo mis brazos hacia fuera.

—No lo hagas, Sam, no en este momento. Necesito mi mente clara.

Leo se vuelve rápidamente enojado.

—No me jodas Poché. Dime cuál es el problema.

Frustración estalla dentro de mí, y la ira caliente y fundida se arroja fuera de mi boca.

—¡Joder, Leonardo, no todo es acerca de ti! ¡Se trata de mí! ¡Se trata de mi hija! ¡No se trata de ti, o Sam, o las chicas! Es sobre mí y mi hija. Eso es todo.

La voz tranquila de Sam atraviesa mi ira, bajándome los humos. O más.

—¿No eres feliz aquí?

No hay un espectáculo más triste que ver a mi cuñada disgustada. Esta mierda me aguijonea. Rápidamente estiro mi brazo y sostengo su mano.

—No, cariño. No es por eso. —Paso una mano por mi pelo—. No me estoy explicando como debería.

Leo cruza los brazos sobre su pecho, viéndose agitado, pero sonando paciente.

—Tómate tu tiempo.

Libero mi agarre de la mano de Sam y la muevo para que nos sentemos en el sofá. Me quedo tranquila un momento, pensando en lo que debería decir, no lo que mi boca parece decir.

—Bien. Así que, hemos estado aquí siempre, ¿no? —Leo asiente—. Hemos sido realmente felices aquí, Leo. Tú nos ayudaste cuando te necesitaba, y yo miraba por Anto y en la gran pequeña adolescente que se está convirtiendo —mi garganta se espesa—, y eso es por ti.

Sugar RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora