7~ 𝓟𝓸𝓬𝓱𝓮́ - 𝓒𝓪𝓵𝓵𝓮

369 47 0
                                    

 
No puedo moverlo, este sentimiento. Lo tengo sentado como una roca en la boca del estómago.

¿Por qué hice eso?

Al salir de la ducha, me seco y me paro frente al espejo empañado. Uso mi mano para limpiarlo y mirar mi reflejo. Si, esa soy yo. Quiero decir, se parece a mí, pero no me siento como yo. Hoy no. En dieciséis horas,  he lanzado pizza a una chica, una chica que ni siquiera me gusta, la he invitado a cenar y luego he cancelado.

Normalmente me tengo mucha confianza. ¿Qué mierda está pasando conmigo? Estoy segura
de que hay gente a quien no le agrado. Sé que puedo conseguirlo. A veces, no soy muy simpática. Pero siempre cumplo. Siempre.

Me pongo unos bóxer negro con un top a juego, salgo del baño y miro mi habitación. Este es mi último día en esta habitación. Trato de no pensar en ello, ni mirar las cajas esparcidas por el suelo. Mañana es el día. Anto está encantada… y emocionada, todavía no significa que me hable.

Me pongo mis Jens negros y mi camiseta del club. Tiene mi nombre. Bajo mi nombre, pone “estoy aquí para servirle”. Sonrío. Siempre va bien para los clientes.

Mis tenis están escondidos por algún lugar. Justo cuando miro debajo de la cama, mi madre asoma su cabeza y me informa:

—Nos vamos.

Los consigo. Siempre están bajo la cama. Tomo los tenis y me pongo de pie.

—Está bien, mamá. Gracias de nuevo.

Sonríe.

—No es ningún problema. —Su sonrisa se desvanece—. Todavía está enojada.

Finjo no oírla y me pongo los zapatos. Da un paso hacia adelante y vuelve a su voz de mamá.

—No se te ocurra ignorarme, María José.

Dios, puede ser pequeña, pero mi madre es una mujer que puede dar miedo cuando se lo propone. Le sonrío.

—Nunca te ignoro, mamá. Nunca. —Me mira y suspiro—. Sé que está enfadada, pero ¿Qué puedo hacer? No voy a cambiar de opinión sólo porque ella esté enfadada. Estamos avanzando. Tiene que acostumbrarse a eso.

El rostro de mamá se suaviza.

—No te molestes con ella por tener miedo a abandonar el único hogar que ha conocido.

Bueno, cuando se pone así…

—Estoy enfadada porque ella está enfadada. Ojalá pudiera hacer algo para que sea más fácil para ella.

Mamá se adelanta y me abraza.

—Sólo demuéstrale que la quieres. Que nada va a cambiar eso. Que vas a amarla, incluso si se enfada contigo. Sé firme con tu amor y su corazón se apaciguará.

Aprieto su espalda.

—Bueno, lo haré.

Dando un paso atrás sonríe.

—Bien. Ahora ve a darle las buenas noches.

Le guiño un ojo a mi madre antes de salir de mi habitación. En cuanto salgo, casi tropiezo con dos pequeñas hadas con ojos verdes y cabellos oscuros. Suspiran cuando me ven.

Entonces empiezan.

—¡Tía Poché!

—¡Tía Poché!

Tatiana y Ava, las hijas de Leo y Sam, se pegan a mis piernas.

—¡Oh, Dios mío, estoy siendo atacada! ¡Pensaba que las hadas eran buenas!

Sugar RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora