El Último Adiós

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La vida seguía su curso tras la emotiva despedida con Jack. Cada día me sumergía en mis actividades, tratando de seguir adelante con mi rutina. El sol brillaba en el cielo mientras me dedicaba a preparar mi equipaje para la universidad y a organizar los detalles finales de mi mudanza. Sin embargo, a pesar de mi concentración en el futuro, había algo en mi mente que no me dejaba en paz: la fecha de partida de Jack.

Recuerdo que, durante nuestra conversación en la graduación, Jack mencionó que su vuelo saldría el jueves al mediodía. Al principio, el detalle había pasado desapercibido en medio de la conversación, pero con el tiempo, esa información se fue asentando en mi mente. La idea de que Jack estuviera a punto de embarcarse en un nuevo capítulo en su vida me llenaba de una tristeza agridulce. Aunque había aceptado su partida, no podía evitar sentir que necesitaba un último momento para despedirme adecuadamente.

El martes por la mañana, mientras revisaba mi lista de cosas por hacer y organizaba mi habitación, el recuerdo del vuelo de Jack volvió a mi mente con una claridad repentina. Sentí una punzada de urgencia y una necesidad de actuar. No podía dejar que se fuera sin una despedida final que realmente capturara el sentimiento de cierre que necesitaba.

Decidí que iría al aeropuerto para verlo partir. Era una decisión que me llenaba de nervios y emoción, pero también de una profunda necesidad de cerrar este capítulo de mi vida de una manera que sintiera correcta. Si bien sabía que esto significaría enfrentar de nuevo el dolor de la despedida, también sentía que era importante para mí tener esa última oportunidad de decir adiós en persona.

El jueves llegó con una mezcla de ansiedad y determinación. Me preparé con anticipación, eligiendo un atuendo cómodo pero apropiado para la ocasión. Aunque intenté parecer tranquila, el nerviosismo estaba presente en cada paso que daba. Me dirigí al aeropuerto con tiempo suficiente para encontrar el área de salida y asegurarme de no perderme el momento.

El aeropuerto estaba lleno de la típica actividad de la mañana. Las pantallas de información parpadeaban con horarios de vuelos y anuncios, y el murmullo de las conversaciones de los viajeros creaba una atmósfera animada. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba al área de salida.

Cuando finalmente llegué al área de embarque, me detuve un momento para observar a la multitud. Los viajeros se movían rápidamente, algunos con miradas de anticipación, otros con expresiones de cansancio. Sentí una mezcla de emociones mientras buscaba a Jack entre la multitud. Finalmente, lo vi: estaba de pie junto a la puerta de embarque, con una maleta a su lado, esperando para abordar.

El corazón me dio un vuelco al verlo allí. Aunque había pasado tiempo desde nuestra última conversación, su presencia me resultaba tan familiar como siempre. Me acerqué lentamente, tratando de mantener la calma. A medida que me acercaba, Jack levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Un brillo de sorpresa y emoción cruzó su rostro.

Sin pensarlo, lo abracé tan pronto como estuve cerca de él. La necesidad de tenerlo cerca, de sentir su presencia una vez más, era abrumadora.

—Te he extrañado demasiado todo este tiempo, y ahora tendré que volver a extrañarte —dije con la voz quebrada, mientras me aferraba a él. La emoción se hizo palpable en cada palabra, y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

Jack me rodeó con sus brazos, ofreciendo un consuelo silencioso. Sus manos estaban cálidas en mi espalda, y el abrazo se sintió como una mezcla de despedida y consuelo.

—Yo también te he extrañado —respondió Jack, con un tono que denotaba tristeza y comprensión—. Es difícil decir adiós.

—Nunca me diste tiempo de decirte que también te amaba —murmuré, mi voz apenas un susurro entre sollozos. Mi llanto se hizo más intenso mientras me apoyaba en su hombro, buscando consuelo en la familiaridad de su presencia.

Jack suspiró profundamente, y en su abrazo había un entendimiento profundo. Su hombro se sentía como un refugio en medio de la tormenta emocional que estaba experimentando. Aunque él no dijo nada, su abrazo era una respuesta llena de empatía y dolor compartido.

—Cuando vuelva estaremos juntos, lo prometo. Hablaremos diario por videollamadas —dijo Jack, con una promesa que trataba de ser un faro de esperanza en medio de la tristeza. Sus palabras me brindaron un pequeño consuelo, pero no hicieron desaparecer el dolor de la separación.

Con el corazón lleno de emoción y el deseo de que el momento durara para siempre, nuestros labios se encontraron en un beso lento y tierno. Fue un beso que deseábamos que se hiciera eterno, un beso cargado de todo lo que no pudimos expresar con palabras. En ese instante, el tiempo parecía detenerse, y el mundo exterior se desvaneció mientras nos sumergíamos en la intensidad de nuestro adiós.

Finalmente, el tiempo de la despedida llegó. Jack miró el reloj y se dio cuenta de que era hora de abordar. Nos dimos un último abrazo, un abrazo cargado de todas las emociones que habíamos compartido a lo largo de nuestra relación. Era un adiós que no estaba completo, sino lleno de la promesa de recuerdos y de un cariño que, aunque no pudiera continuar en el presente, siempre tendría un lugar en el pasado.

Con un último vistazo y una última sonrisa, Jack se alejó hacia la puerta de embarque. Lo vi mientras se adentraba en la fila de pasajeros, el corazón pesado, pero con una sensación de alivio por haber tenido esa última oportunidad de expresar lo que sentía.

Cuando Jack pasó por la puerta de embarque y desapareció de mi vista, el vacío se hizo palpable. Salí del área de salida con las lágrimas aún frescas en mi rostro. La despedida había sido dura, pero al menos había tenido la oportunidad de decirle lo que sentía y de tener un cierre que me permitiera seguir adelante.

Mientras me dirigía hacia el estacionamiento, el peso del adiós seguía presente, pero también había un sentido de aceptación. La vida continuaba, y aunque Jack estaba partiendo hacia una nueva aventura, yo tenía mi propio camino por recorrer. Subí al coche, me limpié las lágrimas y tomé una respiración profunda. El futuro estaba lleno de posibilidades, y aunque el dolor de la despedida estaba presente, estaba lista para enfrentar lo que viniera con una nueva perspectiva.

Llegué a casa y, aunque agotada, sentí una mezcla de tristeza y alivio. La noche cayó, y mientras me preparaba para descansar, reflexioné sobre el día. La despedida con Jack había sido dolorosa, pero también había sido una oportunidad para cerrar un capítulo y empezar a mirar hacia el futuro con una nueva esperanza. Con el corazón aún lleno de emociones, me sumí en el sueño con la certeza de que el tiempo y la distancia nos ayudarían a encontrar nuestro camino nuevamente, y con la esperanza de que el futuro me ofrecería nuevas sorpresas y oportunidades.

Todas Las Veces Que Me Enamoré De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora