La relación entre Jack y yo continuaba evolucionando de una manera que nunca había anticipado. Desde que nos hicimos amigos, las semanas pasaron rápidamente, llenas de momentos compartidos que iban mucho más allá de lo superficial. Nuestros encuentros en la cafetería se convirtieron en un ritual reconfortante, un espacio donde nuestras conversaciones fluían libremente, llenas de confianza y complicidad.
Jack, con su sonrisa brillante y su carisma innegable, lograba abrirme como nadie más lo había hecho antes. Compartíamos risas, secretos y hasta los sueños más profundos que habíamos guardado celosamente. Cada vez que me perdía en sus historias o escuchaba sus miedos, sentía cómo se establecía una conexión más profunda entre nosotros.
Sin embargo, en medio de mi alegría por esta nueva amistad, algo dentro de mí comenzaba a inquietarme. Cada vez que veía a Jack interactuar con otras personas, especialmente con chicas, sentía una punzada de incomodidad. Había descubierto su reputación como mujeriego, una faceta de él que no encajaba con la imagen que estaba empezando a construir de mi amigo. Verlo coquetear descaradamente con una chica durante un receso me había dejado una sensación extraña, una mezcla de celos y desaprobación que no quería reconocer.
Intenté desestimar esos sentimientos, recordándome a mí misma que éramos solo amigos y que no tenía derecho a sentirme así. Pero cada vez que la imagen de Jack coqueteando venía a mi mente, la sensación de malestar persistía. Me preocupaba que mis sentimientos hacia él estuvieran comenzando a desviarse peligrosamente de lo que consideraba seguro.
La situación se complicó aún más cuando Ángel, mi novio, comenzó a notar el cambio en mi comportamiento. Aunque intenté mantener nuestra amistad con Jack en un segundo plano, Ángel no pudo ignorar la cantidad de tiempo que pasaba con él. Sus sospechas se transformaron en tensión palpable entre nosotros, hasta que finalmente estalló una noche después de una larga sesión de estudio.
—Angie, ¿qué está pasando entre tú y Jack? —preguntó, su voz tensa.
Tragué saliva, intentando mantener la calma.
—Nada, Ángel. Solo somos amigos.
—¿Solo amigos? No parece así. Cada vez que te veo, estás con él.
—Ángel, él es mi amigo. No hay nada más.
—¿De verdad? Porque parece que te importa mucho lo que hace.
Traté de calmarlo asegurándole que éramos solo amigos, pero las dudas de Ángel persistieron. Acusó mi actitud de preocuparme más por Jack de lo que debería, señalando con precisión la verdad incómoda que había estado evitando enfrentar.
Esa noche, después de que Ángel se marchara furioso, me quedé despierta durante horas, atormentada por sus palabras y por mis propios sentimientos confusos. ¿Realmente me estaba enamorando de Jack? La idea me asustaba y me confundía profundamente. No podía negar que había una conexión especial entre nosotros, una complicidad que iba más allá de la amistad, pero ¿era eso suficiente para justificar los celos y la culpa que sentía hacia Ángel?
Los días que siguieron estuvieron llenos de tensión. Intenté distanciarme un poco de Jack para calmar las aguas con Ángel, pero cada vez que nos encontrábamos, la química entre nosotros volvía a encenderse, recordándome lo difícil que era mantener mis emociones bajo control.
Finalmente, llegó el día del examen de Ángel. Estaba decidida a apoyarlo plenamente y a dejar de lado cualquier confusión que pudiera estar sintiendo. Sin embargo, mientras esperaba los resultados junto a él, no pude evitar preguntarme qué pasaría después. ¿Podría encontrar un equilibrio entre mis sentimientos por Jack y mi compromiso con Ángel?
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Todas Las Veces Que Me Enamoré De Ti
RomansaEn la locura de la preparatoria, Angie y Jack son como el agua y el aceite. Ella es una romántica empedernida atrapada en una relación que no la emociona, mientras que él es el chico malo, un mujeriego que siempre busca la próxima conquista. Pero cu...