Capítulo 12: Solo quizás

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Desperté con la luz del sol filtrándose por las cortinas de mi habitación, creando patrones dorados sobre la colcha. El resplandor cálido me sacó de un sueño profundo, y la realidad me golpeó de inmediato. Recordé la fiesta, la risa de Dylan, los momentos en la piscina, y el beso que casi ocurrió. Todo eso me hizo sentir como si estuviera en un torbellino emocional. Pero ahora, en la tranquilidad de mi habitación, esos recuerdos se desvanecieron y se convirtieron en una mezcla de nostalgia y confusión.

Me senté en la cama, sintiendo el suave roce de la tela contra mi piel. La chaqueta de Dylan aún colgaba de una silla, su aroma a cologne y sudor atrapado en ella, y me pregunté si siempre sentiría esa conexión especial con él. Había algo en la manera en que me miraba que me hacía sentir viva, como si el mundo a mi alrededor desapareciera y solo existiéramos nosotros dos. Pero, a la vez, había algo que me hacía sentir vulnerable. Era un juego peligroso, uno que no sabía si estaba dispuesta a jugar.

Me levanté, me duché y elegí un conjunto cómodo, unos jeans desgastados y una camiseta que me hacía sentir bien. Mientras me peinaba, miré mi reflejo en el espejo y traté de recordar la última vez que me sentí completamente segura de mí misma. La verdad era que cada vez que pensaba en Dylan, un cosquilleo recorría mi estómago, y al mismo tiempo, una nube de duda se cernía sobre mí.

Decidí salir al salón. La casa estaba en silencio, y el olor a café recién hecho me guiaba hacia la cocina. Mi madre estaba allí, preparando el desayuno. Su sonrisa era cálida y familiar, y me preguntó sobre la fiesta.

-¿Cómo te fue anoche?-preguntó mientras movía la mezcla de huevos en la sartén.

-Bien, supongo-respondí, intentando sonar casual, pero sabía que había más en mi mente de lo que podía expresar.

-¿Solo 'bien'?- dijo, levantando una ceja. -Vi algunas fotos en el "Instragma" ese. ¿Y ese chico, Dylan? ¿Cómo te llevas con él?

Mi corazón se aceleró. 

-Es un buen amigo-respondí, aunque sabía que había mucho más que eso. Mi madre sonrió, como si supiera algo que yo no. La manera en que me miraba me hacía sentir como si pudiera leer mis pensamientos, y eso era incómodo.

Después del desayuno, decidí salir a dar un paseo. El aire fresco de la mañana me animó un poco, y al salir, sentí cómo el sol acariciaba mi piel. Mientras caminaba, mi mente vagaba hacia Dylan. Su risa, la forma en que me miraba a los ojos como si pudiera ver más allá de mi fachada. Me preguntaba si él sabía lo que sentía por él, o si estaba atrapado en su propia confusión.

Llegué a un sitio cercano muy bonito, donde había un río, las aguas de este brillaban bajo el sol. Me acerqué al borde, dejé que mis pies descalzos se sumergieran en el agua fresca, y cerré los ojos, disfrutando de la sensación. Era un momento perfecto de tranquilidad, pero los pensamientos de la fiesta y de Dylan seguían dándome vueltas en la cabeza. ¿Por qué era tan complicado? La química entre nosotros era innegable, pero ¿qué pasaría si daba un paso adelante y arriesgaba nuestra amistad?

De repente, vi a una pareja pasar, riendo y tomados de la mano. La imagen me golpeó con fuerza, y un profundo anhelo me envolvió. Quería eso con Dylan. Pero, ¿y si él no quería lo mismo? La idea de arriesgar nuestra amistad me aterraba. Había visto lo que pasaba cuando los sentimientos se complicaban, y no quería que eso sucediera entre nosotros.

Al regresar a casa, mi mente seguía trabajando en círculos. Encendí el televisor, buscando distraerme, pero cada imagen me recordaba a Dylan. En uno de los programas, pasaron un anuncio de un partido de baloncesto. Me detuve a mirar, preguntándome si él estaría allí. La idea de verlo de nuevo me emocionaba y aterraba al mismo tiempo. La confusión era abrumadora.

Todo lo que pudo haber pasado - Aroa MonteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora