Capítulo 7: Confusiones cotidianas

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El sonido del timbre marcó el final de la clase de matemáticas, y con él, el habitual murmullo de estudiantes recogiendo sus cosas para dirigirse al siguiente aula. Ya era miércoles y la fiesta se acercaba peligrosamente. Mientras tanto me tomé un momento para organizar mis apuntes y evitar la estampida de alumnos que salían corriendo. Las últimas semanas habían sido extrañas, como si me encontrara atrapada en un bucle de incertidumbre.

Dylan había estado haciendo cosas que me dejaban completamente desconcertada. Todo empezó de manera sutil, una sonrisa aquí, un saludo casual allá. Intenté ignorarlo, enfocándome en mis amigas y en las clases, pero su presencia parecía inevitable. Siempre estaba cerca, y no sabía si era algo que yo notaba más de lo necesario o si él realmente lo hacía a propósito.

-¿Cómo llevas lo de historia?- preguntó de repente, inclinándose sobre mi escritorio mientras guardaba su cuaderno. Me tensé al instante, su voz me sorprendió. No esperaba que me hablara, al menos no así, como si no hubiera un océano de emociones no dichas entre nosotros.

-Bien, supongo.- respondí rápidamente, sintiendo que mi tono era más cortante de lo que pretendía. No quería sonar borde, pero ¿cómo se supone que debo actuar cuando él está tan tranquilo y yo sigo luchando con lo que pasó?

-Vaya, me sorprende que sigas con todo al día. Yo ya he perdido la cuenta de los apuntes que debo.- dijo con una sonrisa ladeada, esa que solía derretirme el corazón.

Esa misma sonrisa que ahora me dejaba con un vacío incómodo en el pecho. ¿Cómo podía actuar como si nada? ¿Cómo podía estar ahí, haciéndome preguntas tontas, como si nunca me hubiera dejado de lado sin explicación?

-Bueno, algunas personas tienen prioridades.- respondí, tratando de concentrarme en mi mochila.

Él levantó una ceja, notando el tono en mi voz. 

-Ya, lo sé. Solo digo que parece que te va bien.-

-No es para tanto -murmuré- Y si me disculpas, tengo que ir a clase.

-Claro, claro.- dijo, levantando las manos como en señal de paz- Solo era una conversación.

Lo observé mientras se alejaba, sintiendo la confusión revolverse en mi estómago. Esto se estaba volviendo cada vez más raro. No era la primera vez que intentaba entablar una conversación trivial conmigo en las últimas semanas, y eso me hacía sentir como si estuviera perdiendo el juicio. Una parte de mí se preguntaba si solo estaba jugando conmigo, si de alguna manera disfrutaba viendo cómo me afectaba su cercanía después de todo.

Mis amigas no dejaban de repetirme que no le hiciera caso, que siguiera con mi vida, pero era difícil. Muy difícil. ¿Cómo ignoras a alguien que fue tan importante para ti, que aún lo es en alguna parte escondida de tu corazón? Intentaba engañarme a mí misma, decirme que lo estaba superando, que lo había dejado atrás, pero cada vez que me miraba o decía mi nombre, sentía que retrocedía a aquel parque donde todo empezó a desmoronarse.

La campana sonó de nuevo y me dirigí a la siguiente clase, con la sensación de que el día iba a ser más largo de lo habitual. Para mi mala suerte, el asiento junto a Dylan era el único disponible. Me deslicé en la silla con una especie de resignación, sin mirarlo.

Durante la clase de francés, traté de enfocarme en la pizarra, pero cada tanto sentía su mirada sobre mí. Mi corazón latía desbocado, y me odiaba por eso. ¿Por qué seguía afectándome tanto? ¿Por qué no podía simplemente ignorarlo como él lo había hecho conmigo?

Al final de la clase, mientras recogía mis cosas, sentí su presencia demasiado cerca. 

-Si necesitas ayuda con los ejercicios, puedo ayudarte.- dijo en voz baja, como si estuviera ofreciendo algo secreto.

Todo lo que pudo haber pasado - Aroa MonteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora