El sonido del timbre que marcaba el final de las clases resonaba en los pasillos, mientras mis amigas y yo nos dirigíamos a nuestro lugar habitual en el patio del instituto. Era uno de esos días soleados que hacían que todo pareciera más brillante, y aunque intentaba mantener la calma, una parte de mí no podía evitar pensar en lo que había ocurrido últimamente con Dylan.
—¿Y qué pasa con Dylan? —preguntó Lucy con su característico tono curioso, acomodándose las gafas mientras caminaba a mi lado.
La pregunta hizo que mi corazón diera un vuelco. Había tratado de evitar este tema, especialmente frente a mis amigas, pero parecía inevitable.
—Nada en particular —respondí, encogiéndose de hombros. Mi tono era despreocupado, pero en mi interior las dudas seguían presentes. —Está ocupado con el equipo de fútbol y otras cosas, supongo.
—¡Bah! Eso es lo que siempre dicen —interrumpió Sophie, aquella chica bajita y energética que siempre parecía tener una opinión clara sobre cualquier tema. —Apuesto a que sigue pensando en ti, pero simplemente no sabe cómo manejarlo.
—O tal vez es que simplemente no quiere hacerlo —agregó Charlotte, con su actitud siempre segura y directa. —Es un chico, ya sabes cómo son. A veces les toma siglos entender lo que sienten.
Sonreí levemente, agradecida por la preocupación de mis amigas, pero en realidad no tenía idea de lo que pasaba por la mente de Dylan. Las últimas interacciones con él habían sido confusas. Puede que si que sintiera algo por mí, pero a veces era como si se alejara justo cuando estaban más cerca.
—Yo creo que Dylan está tratando de no complicarse —dijo Natalie, que hasta ese momento había estado escuchando en silencio. —Pero sinceramente, ¿quién necesita a Dylan cuando tienes a ese guapo ? Álvaro, ¿no se llamaba así? —Natalie arqueó una ceja y señaló con la cabeza hacia la entrada principal del instituto.
En ese instante, no pude evitar recordar cómo había compartido con mis amigas la noticia sobre mi cita con Álvaro. Les había contado sobre el restaurante encantador, cómo habíamos reído juntos, todo ese día me había dejado con una mezcla de emoción y confusión. A pesar de la alegría en sus rostros, sabía que la sombra de Dylan seguía presente en mi mente.
El rugido de una moto captó la atención de todas. Álvaro llegaba, montado en su Kawasaki negra y verde, con una expresión despreocupada y una sonrisa que parecía capaz de derretir cualquier corazón. El sonido de la moto resonaba en el ambiente, y su presencia no pasaba desapercibida. Se quitó el casco, revelando su cabello oscuro ligeramente desordenado, y su mirada fue directamente hacia MÍ.
Lucy soltó una risita.
—¡Madre mía! Está...genial.
—Y es todo tuyo —dijo Sophie, empujando suavemente a Aroa hacia adelante.
—Oh, no sé... —empecé, un poco abrumada por la atención repentina de mis amigas. Pero antes de que pudiera terminar la frase, Álvaro ya estaba frente a nosotras, con una sonrisa fácil que hacía que todo pareciera más simple de lo que realmente era.
Álvaro me extendió el casco, y lo tomé mientras mis amigas me observaban con sonrisas maliciosas. Me ajusté el casco con cuidado y subí detrás de él en la moto, sintiendo el latido de mi corazón acelerarse cuando mis brazos rodearon su cintura.
—¿Lista para ir a comer? —preguntó Álvaro con un tono despreocupado.
—Sí, claro —respondí, sintiéndome un poco nerviosa, pero también emocionada por la invitación.
—¡Nos vemos luego! —se despidió Natalie, pero no sin antes añadir en un susurro: —Pues a mí me gusta más este chico, eh.
Sonreí nerviosamente mientras Álvaro arrancaba la moto. El motor rugió y, en cuestión de segundos, nos alejamos del instituto. El viento azotaba mi rostro mientras avanzábamos, y la emoción del momento me envolvía. Aunque no podía negar que estar tan cerca de Álvaro era emocionante, en el fondo, mi mente seguía volviendo a Dylan.
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Todo lo que pudo haber pasado - Aroa Montero
RomanceAroa nunca imaginó que una fiesta de cumpleaños podría cambiar su vida para siempre. Lo que comenzó como una tarde tranquila en New Paltz, rodeada de amigos y naturaleza, se transformó en un torbellino de emociones cuando Dylan Blake, un compañero d...