Dylan
No sabía qué esperaba al salir de la pista de fútbol ese día, pero no podía sacudir la sensación de que algo había cambiado. Vi a Aroa y Álvaro, y aunque estaban lejos, la forma en que él la miraba y la manera en que ella sonreía me hizo sentir un nudo en el estómago. Esa sonrisa siempre había sido solo para mí, o al menos así lo había creído.
—¿Qué te pasa? —me preguntó Xaden, rompiendo mis pensamientos mientras se acercaba.
—Nada —respondí, encogiéndome de hombros. No quería darle más detalles de los que ya sabía. Dylan era un "gilipollas" y Aroa merecía algo mejor, ¿no era así? Así que, ¿por qué seguía pensando en ella?
Él me miró con esa expresión que decía "no me lo creo", pero no insistió. Agradecí su silencio, aunque en el fondo sabía que no podía ignorar lo que estaba sintiendo. Observé cómo se alejaban, y a medida que se perdían de vista, un pensamiento me atravesó: había dejado escapar a alguien increíble.
El beso de Álvaro en la mejilla de Aroa había sido como un puñal, y mientras más los miraba, la sensación de pérdida se aferraba a mí como una sombra. La lucha interna que enfrentaba era palpable; quería gritarle que la echaba de menos, que la conexión que teníamos no era algo que pudiera ignorar. Pero en lugar de eso, solo pude despedirme con un gesto de la mano, sintiendo que cada vez que la veía, una parte de mí se quedaba atrás, atrapada en un momento que no quería soltar.
El viento soplaba fuerte, y la tarde comenzaba a caer, tiñendo el cielo de un tono dorado. Las luces del campo empezaron a encenderse, creando un ambiente que, en cualquier otro momento, me habría hecho sentir vivo. Pero ahora solo había vacío. No podía evitar pensar en las veces que había estado cerca de Aroa, esos momentos en los que las palabras parecían innecesarias y todo lo que necesitábamos era la conexión entre nosotros.
Cuando la vi reír con Álvaro, un destello de celos se encendió en mí. Sabía que él le gustaba; podía verlo en su forma de mirarla, en cómo la hacía reír. Y, aunque me decía a mí mismo que Aroa merecía ser feliz, una parte de mí no podía evitar desear que esa felicidad incluyera también mis sentimientos.
Tomé aire, tratando de despejar mi mente. En lugar de quedarme allí, decidí que debía ocuparme de algo. Llamé a Xaden para que se uniera a mí y fuimos a dar una vuelta en mi coche, buscando distraerme de la tormenta de pensamientos que giraba en mi cabeza. Pero mientras el motor rugía y la carretera se deslizaba bajo nosotros, no podía dejar de pensar en cómo había dejado que la oportunidad de Aroa se escurriera entre mis dedos.
La tarde terminó y la noche comenzó a caer, pero mi mente seguía volviendo a ella. Sabía que debía hablar con Aroa, aclarar lo que sentía, pero ¿qué podía ofrecerle? ¿Estaba listo para arriesgarme a perderla de nuevo? La incertidumbre me consumía, pero no podía seguir así. Tenía que decidir si quería luchar por ella o dejar que fuera feliz con alguien más, aunque eso significara perderla para siempre.
El dilema estaba claro: seguir adelante sin ella o arriesgarme a enfrentar mis sentimientos y posiblemente descubrir que era un "gilipollas" al perder lo que realmente quería.
El rugido del coche y el viento que se colaba dentro de él lograron distraerme solo por un rato. Xaden hablaba de cualquier cosa, como solía hacer cuando notaba que yo no estaba en mi mejor momento. Me conocía demasiado bien. Aunque intenté centrarme en la conversación, cada vez que el motor bajaba de revoluciones, el ruido en mi cabeza subía de volumen. Aroa, Álvaro... y yo, siempre yo, en medio de todo, sin saber qué hacer.
Después de un rato, decidí que no tenía sentido seguir dando vueltas por la ciudad. Le dije a Xaden que volvería al campo, pero esa vez a la pista de al lado, tal vez tirar un par de canastas me ayudaría a despejarme. Él aceptó sin preguntar. A veces agradecía que fuera así, que no me forzara a hablar cuando claramente no estaba listo.
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Todo lo que pudo haber pasado - Aroa Montero
RomanceAroa nunca imaginó que una fiesta de cumpleaños podría cambiar su vida para siempre. Lo que comenzó como una tarde tranquila en New Paltz, rodeada de amigos y naturaleza, se transformó en un torbellino de emociones cuando Dylan Blake, un compañero d...