Todo comenzó cuando te conocí ese día, ese maldito día que lo cambió todo, el 1 de Abril.
Todo estaba destinado a que sucediese, parecía que los astros estaban alineados solo para que pasara.
Me encaminé hacia la gran mansión de los padres de Charlotte, la cumpleañera, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Aunque mis amigas de toda la vida no podían acompañarme, al menos tenía a Alice, una vieja amiga con quien compartir la tarde.
El sitio del cumpleaños era New Paltz, un lugar con una belleza natural y con paisajes tranquilos que proporcionaban la tranquilidad perfecta para la celebración. Los caminos serpenteantes invitaban a pasear y disfrutar de la naturaleza, mientras el canto de los pájaros y el murmullo del río creaban una atmósfera relajante.
A medida que llegaba la tarde, más invitados se sumaban a la fiesta. Entre ellos, Dylan, un compañero de clase al igual que Charlotte que hasta entonces apenas había cruzado palabras conmigo.
Y fue ese día cuando ocurrió.
Era un día soleado y no hacía mucha calor cuando me dispuse a ir a la gran mansión que tenían los padres de Charlotte, era en un sitio precioso, lleno de verde y con un campo de fútbol gigante al lado. Al principio, no me sentía muy cómoda, era la primera en llegar y no sabía qué hacer, no tenía confianza con los familiares de la anfitriona, pero vi a Alice aparcar al lado de la gran casa. Si se le podía llamar así, la mansión de los padres de Charlotte se alzaba majestuosa en medio de un vasto terreno verde, como un faro de elegancia entre la exuberante naturaleza que la rodeaba. Situada en las afueras de New Paltz, esta imponente residencia parecía fundirse con el paisaje, integrándose armoniosamente con el entorno. Sus altas torres de piedra y sus imponentes balcones añadían un toque de grandeza a su fachada, mientras que los amplios ventanales permitían que la luz del sol se filtrara en su interior, iluminando las lujosas estancias con una cálida luminosidad. A medida que uno se acercaba, podía apreciar los cuidados jardines que rodeaban la mansión, con sus exóticas flores y sus cuidados setos. El camino de entrada conducía a una impresionante puerta de roble tallado, que invitaba a adentrarse en ella. Una vez dentro, la estancia cambiaba para hacerse más acogedora, un amplio vestíbulo adornado con relucientes armarios y percheros recibía a cualquiera que entrara, junto con toda la decoración de la fiesta, las paredes estaban adornadas con un gran letrero que decía "FELIZ CUMPLEAÑOS" en grande y globos de todos los colores. En el centro de la sala, una larga mesa estaba cubierta con un mantel festivo y repleta de deliciosos manjares: pasteles decorados, cupcakes coloridos, y una variedad de aperitivos y dulces que me tentaba a darle un bocado a alguno de ellos. En una esquina, un equipo de música emitía una melodía animada, algunos de los recientes invitados bailaban al son de la música con bebidas en sus manos. El suelo de madera resonaba con el sonido de los pasos y risas, mientras que las luces parpadeantes creaban un ambiente de fiesta en la pista de baile improvisada.
Toda la tarde estuve una y otra vez pensando en lo que haríamos, Charlotte había invitado a mucha gente y no sabía cómo hablar con ellos.
En el momento en el que aparqué al lado de la casa ya se encontraba allí Alice, cosa que me alivió, por lo menos la conocía y podíamos hablar con más confianza además de que Charlotte aún no había llegado, por lo que tuvimos que esperar dentro de la casa con sus abuelos los cuales también estaban invitados al cumpleaños de su nieta, ellos no paraban de decirnos si queríamos comer, beber o ir al baño, siendo muy amables con nosotras en todo momento.
Unos minutos después, la puerta se abrió dejando ver a una chica alta, delgada y rubia de ojos azules, no era ni más ni menos que la anfitriona de aquella fiesta, Charlotte, que nos recibió a las dos con un gran abrazo, disculpándose por la tardanza. Y a los pocos minutos llegó él, que desde el primer momento me mantuvo momentáneamente dentro de una burbuja, Alice estaba hablando conmigo pero yo no le prestaba atención, estaba mirándolo bajar de su coche al tiempo que delante de mí apareció aquella maldita sonrisa de medio lado, con el pelo recién cortado, unos pantalones vaqueros anchos y una sudadera color verde combinando con el entorno, era mi compañero de clase, era él, Dylan Blake.
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Todo lo que pudo haber pasado - Aroa Montero
RomansaAroa nunca imaginó que una fiesta de cumpleaños podría cambiar su vida para siempre. Lo que comenzó como una tarde tranquila en New Paltz, rodeada de amigos y naturaleza, se transformó en un torbellino de emociones cuando Dylan Blake, un compañero d...