El día de la fiesta llegó, y con él una mezcla de emoción y nerviosismo que me hacía sentir como un resorte a punto de estallar. Mientras me preparaba, miré mi reflejo en el espejo, buscando la confianza que parecía haberse escondido. La música vibrante se filtraba desde la habitación de Charlotte, que había decidido organizar una pequeña reunión antes de salir. Su energía era contagiosa, y hoy parecía brillar más que nunca, como un rayo de sol.
—Te queda muy bien ese top, Aroa -dijó Charlotte, mientras se pasaba la plancha por su cabello rubio, dándole un acabado perfecto. —Te verás genial esta noche.—
—¿De verdad lo crees?— respondí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas. Miré la blusa blanca con escote que había Charlotte, yo hubiese elegido la de manga larga negra con la esperanza de que me hiciera sentir un poco más segura, aunque sabía que la inseguridad se había convertido en una segunda piel.
—¡Claro! Eres preciosa, y con esa sonrisa vas a deslumbrar a todos —me animó Sophie desde el rincón, rebuscando entre sus accesorios. Su sonrisa llena de pecas siempre tenía la capacidad de hacerme sentir mejor, como si un simple gesto pudiera disipar mis dudas.
—Vamos, Aroa, esta es una oportunidad para distraerte. Y si aparece Dylan, simplemente... actúa normal. Haz como si nada— sugirió Irina, ajustándose el peinado con un gesto decidido. La alta chica de pelo rizado tenía una manera de ser práctica que me reconfortaba, como si su lógica pudiera ayudarme a superar mis nervios.
—¿Normal? ¿Y cómo se supone que haga eso? —respondí, tratando de no pensar en él. Pero la sola mención de su nombre hizo que mi corazón se acelerara.
El trayecto hasta la casa de Laura estaba lleno de risas y anécdotas. Mis amigas eran el mejor antídoto contra la ansiedad que me causaba la idea de encontrarme con Dylan. A cada paso, me recordaban que no estaba sola, que tenía un grupo de apoyo incondicional.
Al llegar a la fiesta, la música vibraba a través de mis huesos. Las luces parpadeantes creaban un ambiente festivo y acogedor, pero al mismo tiempo un poco abrumador. Las risas y gritos de emoción resonaban en el aire, y me dejé llevar por el ritmo, aunque aún sentía un nudo en el estómago.
—¡Vamos a bailar! —gritó Lucy, con esa intensidad que la caracterizaba. La bajita de pelo oscuro arrastró a todos hacia la pista de baile. Aunque al principio dudé, pronto me dejé llevar. El ritmo de la música comenzó a calar en mí, y la energía colectiva me hizo sentir más viva.
Bailar era una especie de liberación. Las luces iluminaban nuestras sonrisas, y por un momento, olvidé el nudo en mi estómago. Pero de repente, en medio de la multitud, vi a Dylan. Estaba en la esquina, hablando con algunos amigos, su risa resonando entre la música. A pesar de mi esfuerzo por ignorarlo, su presencia me atraía como un imán.
—¿Lo ves? Ahí está —susurró Charlotte, inclinándose hacia mí. —Espera, ¿qué vas a hacer?
—Yo... no sé. Solo seguiré bailando —respondí, sintiendo cómo la adrenalina me empujaba a actuar. La música seguía sonando, y aunque él estaba allí, el momento se sentía ajeno.
Mientras continuaba el baile, intenté concentrarme en mis amigas, quienes no paraban de saltar y reír. Pero mis pensamientos volvían a Dylan, preguntándome cómo podía estar tan despreocupado. ¿Cómo podía reír así, como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros? Y además se ría con la porrista favorita de los jugadores, por supuesto que Dylan se juntaba con todas ellas, "las pupus", como solía decir Charlotte. Pero era ella la que más me irritaba, Maya Collins, una belleza echa persona, pero en cuanto abría la boca podía perder su encanto. Vi como Maya se le acercaba lentamente hacia el oído y le susurraba algo, Dylan sonrió de una manera que no pude identificar. Pero daba igual, la rabia corría por mis venas a toda velocidad.
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Todo lo que pudo haber pasado - Aroa Montero
RomanceAroa nunca imaginó que una fiesta de cumpleaños podría cambiar su vida para siempre. Lo que comenzó como una tarde tranquila en New Paltz, rodeada de amigos y naturaleza, se transformó en un torbellino de emociones cuando Dylan Blake, un compañero d...