Capítulo 6: La codicia del rey.

41 4 0
                                    

Dwalin estaba sentado con las manos sosteniendo su cabeza, había regresado hace unos minutos de hablar con el rey. Su semblante era tan preocupante que Balin tuvo que consolarlo con leves palmadas en la espalda.

Ella por su parte se había sentado en la escalera por la incapacidad de seguir viendo los estragos de la batalla, no después de que los orcos entraran a la ciudad. La carne siendo cercenada le provocaba escalofríos y un inusitado temor que debía retener para no ser una carga para los enanos, estaba asustada, sí. Pero debía esforzarse en no demostrarlo, ellos ya tenían suficiente con sus propias preocupaciones.

No era muy conversadora y apreciaba el silencio, tenía años de practica enfrentando la soledad, pero esos últimos días el lugar se había llenado de risas, gritos y en algunas ocasiones canciones rimbombantes. Se adapto al cambio con rapidez, la lúgubre montaña nunca le pareció tan acogedora.

Pero ahora.

Los examino con tristeza, era tan extraño ver a los enanos en silencio que le produjo una profunda angustia ver a tan orgullosos seres derrotados sin haber peleado siquiera.

Era lo que provocaban los orcos, cambiar a las personas a ese punto solo con su presencia. La muerte conseguía eso, el miedo de perder a un ser querido, la tristeza y el dolor por no haber hecho lo suficiente para salvarlos. Conocía ese sentimiento, el miedo que con el paso del tiempo era sustituido por un sentimiento desconocido para ella hasta ahora.

Los elfos no sabían de rencor, odio o sentimientos más peligrosos como la venganza. Su madre era cuidadosa al enseñarle aquello. El amor podía llevar tanto a la tristeza como al odio, para un elfo, sentir tristeza podía significar la muerte, eran los únicos seres capaces de morir por ese sentimiento. Con la pérdida de su familia y su posterior estadía en Erebor descubrió que morir de tristeza no era tan fácil como lo había imaginado.

Era más fácil sentir odio, pero el odio podría producir el deseo de venganza, y a ese sentimiento debía temerle. La venganza podía conseguir que lo perdiera todo, incluso a sí misma.

Era el sentimiento más peligroso, porque con la muerte todo terminaba, ya no había nada más después de ella, era el final. Pero la venganza era eterna, seducía con lo fuerte que podía volver a las personas en los momentos decisivos, ¿El costo? un solo descuido y estaría perdida. Su alma se corrompería y ya no podría ir a las tierras imperecederas, por mucho que esta se hubiera cumplido. Los Valar no tolerarían tales sentimientos en los seres que debían compartir la inmortalidad con ellos.

Se aseguro de recordarlo desde niña, pero en ese momento, con las manos apretadas en sus rodillas estuvo obligada a reconocer que ese sentimiento vulgar y sucio había echado raíces en su interior y no podía alejarlo. No cuando imaginaba una y otra vez lo ocurrido en Mythary, en el sonido de las espadas chocando y las risas de los orcos al masacrar a su pueblo. Se levanto y subió las escaleras, apoyo ambas manos en el balcón apretándolas hasta hacerse daño.

Los odiaba. Odiaba a esas criaturas, y nadie la podía culpar por querer verlos muertos, por ser ella quien lo hiciera, si solo tuviera la oportunidad o la fuerza para llevar a cabo tal tarea.

Suspiro con impotencia y agito la cabeza para reprimir dichos sentimientos. La voz de Dwalin le llevo a través del eco de la montaña.

-No es el rey que yo quería seguir...

Volteo detallando a los derrotados enanos repartidos en el salón, las armas yacían inútiles en el suelo, como ellos debían sentirse en ese momento. ¿Querrían venganza también por las vidas que estaban siendo tomadas? Lo más seguro es que si, Kili lo había dicho, era su propio rey quien les negaba tal derecho.

Pensar en Thorin le oprimió el corazón. Después de sus palabras sabía que lo normal sería odiarlo, al menos era lo que se hacía cuando se era ofendido, pero se encontró siendo incapaz de sentir por él algo diferente al respeto y cariño que en esos días había construido.

Amethyst: The Hobbit.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora