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El príncipe se encontraba peinando su rubio cabello, el cual llegaba un poco más abajo de sus hombros, mientras observaba su reflejo en el espejo de su habitación. Su corsé a penas lo dejaba respirar y estaba cansado de llevarlo puesto, al igual que estaba cansado de ver los vestidos en su armario. Hacia cuatro años se había enterado que, realmente, era un chico, ¿Cómo había sido engañado durante tanto tiempo? ¿Creían que nunca iba a enterarse? ¿Qué hubiera pasado cuando se casara con un príncipe y supieran del oscuro secreto de la reina y su supuesta hija? Su madre era tonta, muy tonta. Por fin, toda su incomodidad se había disuelto; se había entendido a sí mismo luego de saber qué era lo que estaba pasando, pero la reina no lo comprendía, se negaba a aceptar que la heredera fuera un bello príncipe.

Así que, aún sabiendo lo que era, su armario estaba lleno de faldas y vestidos que ya no quería usar, su cabello era largo al igual que el de las jóvenes del pueblo. Muchas personas del reino no sabían que él era Fourth Nattawat, próximo rey de Entak.

- ¡Eerin! -su madre sonaba muy animada mientras tocaba la puerta de su habitación. Ella intentaba ignorar el hecho de que su hijo odiaba que siguiera tratándolo como una princesa, cosa que irritaba al rubio.

- Fourth, madre, Fourth -habló luego de abrir la puerta, recargándose un poco en la misma.

- Ese no es nombre de una princesa, querida.

- ¡Porque no soy una princesa! -exclamó, frunciendo su ceño. - ¿Cuál es tu problema, mamá?

- ¡Baja la voz! -regañó entre dientes, empujando con el hombro a su hijo para pasar a la recámara. - Alguien puede escucharte.

Cerró la puerta tras él. - Soy Fourth, madre, soy el futuro rey de este reino, no soy una princesa a la cual alguien debe proteger.

- Estoy harta de que sigas queriéndote llamar así, ¡ya te he dicho que nunca serás la reina si sigues de esa forma! -el menor frunció su ceño, cruzando sus brazos al escucharla. - Llevas años y años con lo mismo, acepta lo que eres.

- ¡Soy un chico! ¿Tienes idea de todo lo que sufrí por aceptarlo? ¡No la tienes! ¡Llevo toda mi vida pensando que soy una doncella! ¡Eres una maldita mentirosa, madre!

Su madre se acercó velozmente a él, dejando un golpe con su mano abierta en la mejilla, provocando un quejido y una marca rojiza en la pálida piel de su niño. - Esa no es forma de hablar, jovencita.

El príncipe llevó su mano hasta su mejilla para sobar la misma, sintiendo cómo sus ojos se encontraban cristalizados por el golpe que la reina le había dado. Presionó sus labios para evitar llorar y, al conseguirlo, soltó un pequeño bufido para luego alzar su mirada, dirigiendo la misma a los ojos de la mujer ahí presente.

- Soy tu hijo y nunca vas a poder cambiar eso, el reino algún día lo sabrá.

Quizá por eso ansiaba demasiado su cumpleaños número dieciocho, así tendría la oportunidad de decir en esa gran fiesta que él, en realidad, era un príncipe y que su madre intentaba ocultarlo, que ella estaba completamente loca por saber que su niña era un niño. Esperaba ese día en el cual las mentiras ajenas se cansarían de correr y quedarían a la vista del reino entero, aunque el miedo lograba consumirlo por dentro. Pero aún faltaban dos años para eso y no creía ser capaz de esperar tanto tiempo.

Su madre, enojada por esa conversación, salió de la habitación y cerró con fuerza, dejando que aquel portazo se escuchara en todos los pasillos del castillo. Caminó con pasos pesados, el ruido de sus tacones era audible por cualquier sirviente que allí estaba. Sabía que Fourth tenía razón, algún día todos lo sabrían y la culparían por ocultar la verdadera identidad de la princesa, ¡la echarían de su propio reino! Y ella no podía permitir eso, se encargaría de que el joven príncipe mantuviera la boca cerrada.



Princesa nattawat | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora