O2

123 19 0
                                    


El reino de Lesalia, gobernado por el rey y la reina Norawit, estaba atravesando problemas económicos y eso mantenía muy ocupados a los padres de Gemini. Nuevamente, sus padres no estaban para cenar con él y, al contrario de lo que el pueblo pensaba, eso no entristecía en lo absoluto al pobre príncipe. La relación con sus padres, en los últimos meses, había empeorado de una manera bastante rápida cuando los reyes se enteraron de que su único hijo estaba atraído por los hombres. ¿Qué iban a decir los demás ante tal aberración? La única obligación de Gemini era tener descendencia y nunca podría hacer eso si se casaba con un hombre. Tomaron la medida más drástica de todas: no volver a dejar que el joven volviera a salir del castillo, esa era la única forma de tenerlo controlado.

El castaño jugaba con su comida, moviendo la misma con un tenedor. Era bastante incómodo estar en una sala tan inmensa, sentado en una mesa que parecía infinita acompañado solamente por Phuwin, uno de sus sirvientes y único amigo que podía considerar como tal. 

— ¿Puedes abrirme las puertas, Phuwin?

— Amaría complacer sus deseos, joven Norawit, pero si algún otro empleado me ve y me delata a sus padres no podré seguir a su lado —hizo una ligera mueca, apreciaba su vida—. Lo siento, pero es un no.

Sostuvo un bufido a la vez que alejaba el plato que aún estaba lleno de comida. — ¿Mis padres volverán mañana?

— No lo creo, ellos mencionaron que mañana irían a hacer negocios con el reino vecino.

— ¿Con la reina de Entak? —subió su mirada hasta el contrario, obteniendo un gesto afirmativo. No le importaba, sabía que, muy probablemente, era debido al tema del dinero.

Sin decir nada más respecto al tema, se levantó de su silla y comenzó a caminar hacia su recámara. Estaba alegre debido a que sus padres no se encontraban en casa y no volverían hasta pasado mañana; eso le daría tiempo para relajarse un poco y poder escaparse del castillo, al menos por un momento.

Odiaba estar encerrado y, ahora, prefería haberse guardado ese secreto a la tumba. Extrañaba recostarse en el césped y recoger las hermosas flores que florecían cerca del pueblo, al igual que extrañaba salir con Phuwin a cabalgar o pasear con los jóvenes que eran sus amigos, como Pond y Force. 

Cerró la puerta de la habitación tras él, cerrando con llave para que ninguno de los empleados pudiera molestarlo. Se quitó su saco y con cuidado volvió a guardarlo en su armario, solo para estar un poco más cómodo al salir de ese lugar. Se acercó a la ventana, abrió la misma, cuidando que no hiciera demasiado ruido para no llamar la atención, y salió de la habitación, escalando una de las torres para poder sentarse en el techo de la misma. Observó por un momento la luna, desviando su vista hasta el pueblo segundos después. Bajó su mirada y supo casi de inmediato que llegar hasta abajo no sería tan complicado, así que mañana a la mañana, antes que Phuwin fuera a despertarlo, escaparía hacia el pueblo para, tal vez, verse con Pond y Force. Con ese pensamiento dando vueltas por su cabeza, se recostó y cerró sus ojos; podría estar así el resto de su vida, sintiendo como la brisa recorría su rostro y escuchando los grillos a la lejanía. 

Poco a poco, comenzaba a sentir una gran presión en su pecho que se transformó en tristeza rápidamente. Le entristecía saber que debía casarse con una mujer y dar descendencia para que su sangre siguiera reinando en Lesalia, así nunca sería capaz de encontrar al verdadero amor de su vida. Todas las personas merecen ser amadas y él nunca tendría esa posibilidad.



Princesa nattawat | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora