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nueve días antes de la boda.

Mientras más intentaba dormir, menos lo lograba; su estúpido cerebro seguía dando vueltas en el mismo lugar, con la misma persona. Maldito Gemini , ¿Cómo lo había notado?

Sentía que le debía esa información. El contrario se había sincerado completamente sin siquiera conocerlo, ahora sabía el más profundo secreto del príncipe de Lesalia, ¿Se suponía que ahora Gemini debía saber lo que él ocultaba?

Odiaba cuando sus pensamientos no lo dejaban tranquilo, era verdaderamente irritante, y prefería resguardarse en lo más profundo de su ser antes que buscarle una solución a los problemas que ahuyentaban sus dulces y preciados sueños.

No podía saberlo, Gemini no podía saberlo, ¡eso era una locura! ¡Ni él ni nadie! ¿Acaso le debía algo al tonto príncipe de cabello suave y ojos bonitos? ¡Claro que no! Era un príncipe independiente y no necesitaba que el futuro rey de ese reino estuviera de su lado. De todas formas, lo quisiera o no, sería su esposo y no era su obligación llevarse bien con él. No iba a permitirlo, no iba a confiar en él. ¿Y si le había mentido solo para ganar su confianza? ¡Eso sería horrible de su parte! Sea como sea, no diría por nada en el mundo que era un príncipe con un disfraz encima.

Estaba decidido (y ciertamente orgulloso, por algún motivo) con su decisión.

— Estúpido príncipe Norawit... —murmuró mientras daba vueltas en la cama de la habitación que le habían preparado, acomodándose para poder dormir de una vez por todas.

— ¡Princesa Eerin, el desayuno está listo! —La voz de Joe, una de las empleadas, interrumpió su intento de dormir. Abrió las ventanas para que el sol entrara a la habitación, haciendo que el sueño se escapara.— El príncipe Norawit está esperándola en el comedor principal. —Al terminar su anuncio, se retiró de la habitación, cerrando la puerta tras ella.

— Ugh...

No tardó demasiado en alistarse y ponerse uno de esos bonitos vestidos casuales que su madre se había encargado de guardar en su maleta. Nunca tardaba mucho en estar listo, a pesar de que odiaba ponerse ese tipo de vestimenta, pero había entendido que mientras más rápido hiciera las cosas que detestaba, más rápido se libraría de ellas.

Bajó las escaleras y se dirigió al comedor; efectivamente, allí estaba el príncipe sentado frente a la mesa, que tenía dos platos con el desayuno servido. Soltó un pequeño suspiro. Sería difícil no abrirse a él cuando lo hacía sentir tan transparente.

Se acercó a él manteniendo el silencio, sentándose a un lado, donde el segundo plato estaba servido.

— Creo que alguien no tuvo una buena noche.

— Uh... Creí que podría disimularlo. —Bajó su mirada hasta la comida, colocando sus manos sobre su regazo.

Gemini soltó una ligera risa, comenzando a desayunar. —No te preocupes, también tengo mis noches malas. —Y no mentía, ya había perdido la cuenta de todas esas veces que no había dormido por culpa de sus pensamientos.

Fourth no respondió nada a eso, solo comenzó a desayunar en cuanto vio que el príncipe lo hacía. Mientras más callado se mantuviera, sería mejor; podría estar a salvo.

— No pude encontrarte luego de mi clase de esgrima...

— Estuve todo el día con tu madre... ella adora hablar, ¿lo sabías? —Alzó su mirada hacia el contrario, quien solo asintió con la cabeza.— Deberías haberme advertido de eso...

— Oh, lo siento, —rió— ¿Fue muy malo?

— No del todo... ella habló de lo adorable que eras de pequeño, de lo bello que eres ahora y de lo bonita que es tu voz al cantar, deberías cantar algo para mí alg-

— Sí, ella suele hablar de esas cosas... —interrumpió rápidamente. El menor pudo notar el leve color carmín que comenzaba a teñir las mejillas ajenas, lo que le hizo pensar que se veía muy, muy hermoso.— No le hagas mucho caso... —Hizo una pequeña pausa.— Yo... quería seguir con nuestra charla.

— ¿A qué te refieres? —Sabía de lo que hablaba, sabía que quería conocerlo más a fondo y eso lo hacía querer levantarse y escapar de allí.

— Ya sabes... quiero conocerte, vas a ser mi esposa, ¿cierto? Sé que tienes cosas interesantes para contar... Empezaría a hablarte de mí, pero mi madre se encargó de eso y tampoco soy tan interesante... ¿Qué tienes para decir, Eerin?

Su corazón latía rápidamente debido al nerviosismo. ¿Tomar la llave del cofre de sus secretos y liberarlos como si nada? ¡Ni hablar!

Con un movimiento veloz, alejó la silla de la mesa y se puso de pie, presionando un poco sus labios. 

— No tengo nada para decirte, príncipe Norawit, ahora, si me disculpas, debo retirarme. —Sin esperar una respuesta o siquiera terminar su desayuno, escapó hacia la habitación más cercana.

El castaño estaba confundido. ¿Por qué ella estaba siendo distante con él? ¿Estaba a la defensiva? ¿Había dicho algo malo?

Por Dios, era terrible con las chicas.

Princesa nattawat | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora