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tres días antes de la boda.


Por suerte, nadie (excepto Phuwin) los había visto volver al castillo y lo agradecían profundamente; no querían meterse en problemas en ese momento.

Fourth, al despertar, hizo una ligera mueca. Debería volver a usar los ajustados corsés y las largas faldas porque, obviamente, el rey y la reina no podían ver a una joven doncella con algo que no fuera un vestido. Estaba molesto por ello.

Se levantó de la cama y se acercó a la ropa que su madre había empacado para él, tomando uno de los delicados vestidos que allí había para cambiar su pijama. Soltó un pequeño suspiro; realmente no quería vivir de esa forma. Le frustraba tener que ocultarse y la idea de que, en algún momento, su secreto ya no sería uno y no podría estar junto a Gemini.

Aún algo dormido, salió de su habitación en busca del castaño, pero terminó por toparse con la madre del mismo.

— Oh, reina... — hizo una pequeña reverencia.

— Princesa, ¿cómo está? — sonrió la reina, observándola de arriba a abajo, analizando cada detalle. — Tu cabello...

— Oh, sí, ¿le gusta...? — esbozó una sonrisa, echando hacia atrás su dorada cabellera.

— Pareces un muchacho... — hizo una ligera mueca, hablando con cierto rechazo. — ... ¿Mi hijo te pidió ese... cambio?

Bajó su mirada, sintiéndose extremadamente incómodo. Por un momento, había recordado a su madre y cómo solía hablarle. — No, no realmente...

El príncipe Gemini salió de su habitación mientras sobaba sus ojos; quería seguir durmiendo, pero quería mucho más ver a Fourth y las preciosas pecas que adornaban el rostro del mismo.

Iba en dirección a la habitación del más pequeño, pero lo encontró en medio del pasillo dentro de una conversación muy incómoda con su madre, o al menos eso parecía. Formó una mueca; esperaba que no fuera nada grave.

Rápidamente se acercó a ellos. — Buenos días, — saludó, colocándose a un lado del menor. — ¿Interrumpo algo? 

Su madre negó. — No mucho.

— Oh, bien, porque quería ir con Eerin a desayunar al jardín, ¿puedes avisarle a Phuwin que nos sirva allí? — colocó una mano en la cintura ajena, dirigiendo su vista a la mayor. 

— Claro, hijo.

Luego de esa respuesta por parte de su madre, comenzó a caminar junto a su prometido hacia el jardín del castillo, donde pasarían el resto del día. Desvió su vista hacia el más pálido, que mantenía una mirada baja y un rostro pensativo. Le preocupaba cualquier cosa que su madre pudiera haberle dicho.

— Hey, Gemini, — volteó sobre su hombro al escuchar su nombre, encontrándose con la seria mirada de su madre. — Deja de querer cambiar a la princesa Eerin.

No respondió a ese comentario, solo dio un gesto afirmativo con la cabeza, aunque no había entendido muy bien de lo que su madre hablaba. Y nuevamente dirigió su paso hacia la parte exterior del castillo, quería estar alejado de cualquier persona para poder hablar con Fourth.

Al llegar, se sentaron en el mismo lugar en el cual tuvieron su primera cita; el rubio mantenía la mirada sobre sus propias manos, que se encontraban recargadas sobre la mesa que allí estaba mientras presionaba sus labios. Mientras tanto, el castaño intentaba encontrar la mirada ajena.

— ¿Estás... bien?

— Oh, sí, — alzó su mirada. — Claro... todo está bien...

— ¿Qué te dijo mi madre? — con timidez, acercó sus manos hasta las contrarias para acariciarlas. — Sé que ella...

— Dijo que parecía un chico... — al notar las manos ajenas acariciando las suyas, entrelazó sus dedos. — ... Ah, no me molesta, claro... solo... tengo miedo.

— No voy a permitir que nos separen, Fourth, ya te lo dije... — hizo una ligera mueca; no quería admitirlo, pero también tenía miedo.

— ¿Qué poder tenemos nosotros, Gemini? — ladeó su cabeza, soltando una risa amarga. — Ninguno, lo sabes. — respondió a su propia pregunta y luego suspiró de forma pesada. — Yo... no quiero vivir así.

— ¿A qué te refieres?

Separó sus manos, acomodándose mejor en la silla para acercarse al mayor. — Tenemos que salir de aquí para ser felices.

— ¿Tú... dices que escapemos?

— Quiero estar contigo, pero no será posible si seguimos aquí... — quizá era una loca idea que cruzaba por su mente, pero era la única forma de poder ser feliz junto al chico que más amaba.

— Bien, lo haremos.

El pequeño le dedicó una mirada llena de ilusión y una gran y brillante sonrisa. — ¿Hablas en serio...?

— Solo prométeme que seguiremos juntos.

Alzó su meñique, esbozando una sonrisa que provocó que sus ojos se transformaran en dos líneas. — Sé que te amo, lo siento en mi corazón... prometo que no voy a dejarte si tú también lo prometes.

Esbozó una sonrisa y entrelazó sus dedos meñiques. — También lo prometo, Fourth...

Princesa nattawat | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora