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dos días antes de la boda.


El castaño iba por delante subiendo las escaleras con el chico de cabellos rubios tras él mientras entrelazaban sus dedos. Al llegar al final de los escalones, abrió la puerta que daba paso a la cima de su torre favorita, pasando a la misma junto al contrario.

— ¿Qué hacemos aquí? — el menor dejó escapar una pequeña risa, soltando la mano ajena para cerrar la puerta tras ellos.

— Solo me gusta estar aquí contigo.

— Eso es lindo.

— Tú lo eres. — se encogió de hombros, acercándose un poco más a él.

Esbozó una sonrisa tímida, bajando su mirada debido a que sabía que su pálida piel iba a delatar su sonrojo. — Eres un mentiroso, ¿Quién diría que el príncipe de rostro angelical dijera tantas mentiras? — levantó su rostro cuando sintió las manos de Gemini sobre su cintura, subiendo las propias hasta los hombros del mismo.

— ¿Mentiras? ¿Nunca nadie te lo ha dicho? — hizo una ligera mueca, soltando un suspiro cuando el más pequeño negó con su cabeza. — ¿Es en serio...? ¿Nadie te ha dicho que las estrellas más bonitas están sobre tus mejillas?

— Eres un mentiroso muy romántico. — con una de sus manos acomodó el suave cabello de aquel chico detrás de su oreja.

— Pft, no lo soy.

— Lo eres. — empujó un poco al mayor desde los hombros, acercándose al borde de la torre y recargándose un poco en él.

Observó el horizonte, dirigiendo su vista al pueblo. Los primeros rayos de sol comenzaban a asomarse y molestaban a su vista, así que levantó un poco su brazo para que su mano cubriera la brillante luz que provenía del cielo, enfocando mejor su mirada. El mayor se acercó un poco a él, también recargándose en el borde de la torre, aun así su mirada se dirigía al más pequeño, quien intentaba divisar las pequeñas casas que podían notarse en la lejanía.

— En dos días serás mi esposo.

Ese comentario lo distrajo totalmente de sus acciones, provocando que bajara su mano y volteara hacia el contrario para chocarse con los profundos ojos que ese chico poseía. Soltó una risa. — Ni siquiera eres mi novio.

— Oh, me lastimas, — llevó una de sus manos hasta su pecho, exagerando su reacción. — Creí que lo eras.

— No me lo has pedido.

— Tú tampoco lo has hecho.

Presionó sus labios y devolvió su vista al frente. — ¿Cuándo nos iremos...?

También llevó su vista al frente, esbozando una casi imperceptible sonrisa. — ¿Estás evitando ser mi novio?

Negó con su cabeza. — No es eso... solo quiero saber cuándo podremos ser... libres.

— Podemos salir en la madrugada para que mis padres no nos vean... llegaremos al próximo reino al anochecer, o eso espero.

— ¿Puedes llevar ropa para mí? No quiero llevar faldas. — se acercó un poco más al cuerpo ajeno, aún sin dirigirle la mirada.

— Creo que los vestidos te quedan bien.

— Ugh, Gemini... — frunció el ceño, volteando para poder tirar de su camisa.

— Oh, bien, lo haré, pero quiero que sepas que estás sobreexplotándome. — arrugó su nariz para luego soltar una risa, hablando con un tono de broma.

— Puedo compensarlo. — se aferró un poco al brazo contrario.

— ¿Puedes hacerlo?

Asintió su cabeza ante esa pregunta, y el castaño alzó sus cejas esperando que ese chico hiciera algo. El menor esbozó una sonrisa, alzando una de sus manos hasta la mejilla contraria para bajarlo a su altura y besar sus labios con brevedad; intentó ir con cuidado debido a que era su primer beso y aunque sabía que, quizá, no era el primer beso de su enamorado, quería hacerlo especial a pesar de que había durado algunos fugaces segundos.

Gemini se quedó callado por unos segundos, observando los ojos brillantes de Fourth mientras sentía el dulce sabor a cereza que había dejado sobre sus labios.

— Ah, ¿no fue... suficiente...? — preguntó mientras desviaba su mirada, sintiéndose inseguro ante el silencio y la mirada ajena. Temía haberse equivocado.

Negó con su cabeza. — No, no lo ha sido, hazlo otra vez. — colocó una mano en el pequeño y fino mentón que el contrario poseía para que volviera a mirarlo y, entonces, se acercó a su rostro con la intención de que cumpliera su pedido.

Sonrió con obvia felicidad, llevando sus brazos alrededor del cuello ajeno para abrazarse a él. — Hm, ven aquí...

Volvió a unir sus labios con los del joven príncipe Gemini, esta vez dándole tiempo de poder corresponder al beso y abrazar la cintura del chico con labios tan dulces mientras lo acercaba un poco más a él. No era el primer beso que Gemini había tenido, pero podía jurar que ningún otro beso se parecía a ese. Nunca había besado a alguien con tanta delicadeza y dulzura; nunca alguien le había brindado tanta emoción y tranquilidad a su triste e inquieto corazón. Amaba que Fourth fuera esa persona especial.

Parecía que sus labios habían sido tallados para estar unidos; encajaban a la perfección como si fueran piezas de un puzle. Ellos habían sido creados para estar juntos.

Poco a poco, siendo obligados por la falta de aire, separaron sus rostros, manteniéndose unidos por su abrazo.

— ¿Deberíamos ir a desayunar...? — preguntó el rubio, relamiendo un poco sus propios labios para sentir el dulce sabor de los labios contrarios.

— ¿Desayunar? — dejó pequeños besos sobre los labios del pequeño, pasando los mismos a sus suaves mejillas, dejando un beso por cada peca que encontraba. — ¿Es una necesidad ahora mismo...? — susurró entre sus besos, sin intención de frenar los mismos.

Soltó pequeñas risas por las pocas cosquillas que las acciones contrarias le provocaban. — Gemini... debemos mantener fuerzas para escapar esta noche. 

Princesa nattawat | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora