Capítulo 9: ¿Qué somos?

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El apartamento de María Corina estaba lleno de risas y un desorden encantador. Las dos intentaban hacer tequeños, pero la cocina parecía un campo de batalla. La harina volaba, las tiras de masa se rompían, y el queso se escapaba por los bordes, rebelde.



—Esto es peor que enfrentar a Chávez —bromeó María Corina, con una sonrisa medio frustrada mientras intentaba darle forma a uno de los tequeños que no cooperaba—. Al menos él no se me escapaba por los bordes.



—¿A Chávez? No me hagas reír. —Danna se acercó, echándole una mirada a la harina que cubría las manos de María.— A él lo derrotaste, pero creo que estás perdiendo contra los tequeños.



María levantó una ceja y, sin dudarlo, le lanzó un puñado de harina a Danna. —¿Ah, sí? Veremos quién pierde.



—¡Ay!—  Danna soltó una carcajada, cubriéndose el rostro para esquivar el ataque. Rápidamente, tomó harina de la encimera y se la lanzó de vuelta. —Ya veremos quién gana esta guerra, Machado.



El uso del apellido la hizo detenerse un segundo. Aunque no lo mostró, la palabra resonó en su cabeza de una manera inesperada. Mientras se reían y lanzaban harina, María no podía evitar pensar en lo que implicaba escuchar su apellido así. ¿Qué pensaría Danna al usarlo? ¿Sería solo una broma? ¿O, en un futuro, podría significar algo más? El divorcio con Gerardo seguía presente en su vida, y la idea de volver a empezar algo serio con alguien más, de construir una vida de nuevo, la asustaba.



Danna, ajena a esos pensamientos, sonrió de forma traviesa. —¿Te imaginas que yo también lo llevara algún día? "Danna de Machado" suena hasta bonito, ¿no?— Dijo la última parte en un tono ligero, claramente tratando de mantener la broma, aunque sus palabras hicieron eco en el aire.



María fingió seguir el juego, aunque su estómago se apretó un poco al escucharla. —No lo sé, puede que no te lo ganes tan fácil —dijo con una sonrisa desafiante, acercándose para lanzarle más harina. —Todavía tienes que pasar la prueba de los tequeños.



Danna se rió, disfrutando del momento. —Si puedo lidiar con tus tequeños, puedo con cualquier cosa.



—Eso dicen todos al principio, cariño,— respondió María, con una sonrisa divertida, pero su mente seguía procesando lo que Danna había dicho. 



Ya no hablaban de tequeños. 


Entre la risa y la harina volando por toda la cocina, María no dejaba de pensar en cómo las cosas habían cambiado para ella. Con Gerardo, alguna vez creyó que lo que tenían sería para siempre, que él sería su compañero de vida. Pero no fue así. Ahora, enfrentaba el hecho de estar en proceso de divorcio con alguien que una vez fue su todo, y la idea de volver a abrirse, de enamorarse tan profundamente otra vez, la aterraba. No era solo que Danna fuera una mujer, o que todo esto fuera nuevo para ella. Era el miedo a entregarse completamente y descubrir que, al final, tampoco sería para siempre.

Dama libertad [MCM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora