Capítulo 10: Diferente.

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La tarde en Caracas era implacable. El calor envolvía la ciudad, como un abrazo insoportable, pero el corazón de María Corina ardía con un fuego aún más intenso. Tras recibir un mensaje de su abogado, la rabia burbujeaba dentro de ella. Gerardo, su ahora ex-esposo, no solo estaba intentando arrebatarle "Los Naranjos", la casa que albergaba los recuerdos más preciados de sus hijos, sino que se atrevía a pensar que podría salir victorioso en esta contienda. La idea de que pretendiera despojarla de su hogar la hacía hervir de indignación. Pero, en lugar de dejarse dominar por la ira, María Corina hizo lo que mejor sabía hacer: tomó el control.



Decidida a enfrentar la situación con astucia, tomó su teléfono y marcó su número. La suavidad de su voz contrastaba con la forma en la que su corazón latía con fuerza por la rabia en su interior.


— Gerardo, creo que hemos cometido muchos errores en este proceso. No quiero que todo termine mal, ni con resentimientos. ¿Qué te parece si nos sentamos a conversar? Para estar bien, para resolver lo de Los Naranjos sin pleitos innecesarios.


Al otro lado de la línea, Fernández sonaba complacido, seguro de que la diplomacia era un signo de debilidad.

—Sí, María, creo que es lo mejor para los dos. Hablemos y lleguemos a un acuerdo.


Con una leve sonrisa en sus labios, María Corina sabía que había mordido el anzuelo. Decidió citarlo en uno de los restaurantes más discretos de Caracas, uno que solían frecuentar en los buenos tiempos. Era un lugar que emanaba elegancia, donde los ecos de risas y murmullos se entrelazaban con el aroma de la comida exquisita. En su mente, sabía que él se sentiría cómodo allí, confiado, creyendo que ella estaba a punto de ceder.

Al llegar, Gerardo ya la esperaba, con un traje que denotaba su habitual arrogancia. Cuando la vio, la sonrisa condescendiente que llevaba puesta se amplió, pero no logró ocultar la sorpresa en su mirada al notar la determinación en su porte.

— Gracias por venir, María — dijo él, con un tono que sonaba más a un desafío que a una bienvenida.

— Gracias a ti por estar dispuesto a dialogar — respondió ella, manteniendo su serenidad, pero con una chispa en los ojos que delataba su verdadera intención.

La conversación comenzó de manera superficial, con Gerardo hablando sobre cómo era necesario resolver las cosas de forma amistosa, sin que nadie saliera perdiendo. Él se sentía como el que llevaba la batuta, convenciéndose de que estaba en control. Su tono era de dueño, como si la casa ya le perteneciera.



— Sé que esa casa tiene valor para ti, María — dijo él, con una sonrisa que proyectaba confianza — pero es importante que ambos quedemos satisfechos. No quiero que esto se convierta en... una pelea pública.



María Corina lo escuchaba en silencio, asintiendo con la cabeza en momentos clave, dándole a entender que estaba considerando su propuesta. La mirada de él, llena de seguridad, comenzaba a transformarse en algo más inquieto cuando ella no respondía de inmediato.

Finalmente, cuando él terminó de hablar, ella lo miró directamente a los ojos. Su voz suave, casi melodiosa, se tornó firme y decidida.

—Tienes razón, Gerardo. Es importante que ambos salgamos bien de esto. Sin embargo, creo que te estás olvidando de algo fundamental: Los Naranjos no es una propiedad más. Es el hogar de mis hijos, el lugar donde crecieron y donde siempre podrán volver. Tú no tienes ningún derecho sobre esa casa, y sería un grave error si piensas que voy a cederla.

La sonrisa de Gerardo se desvaneció lentamente. La seguridad que sentía hacía solo unos minutos se evaporaba. Intentó interrumpir, pero María Corina levantó la mano, cortándolo en seco.

Dama libertad [MCM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora