El mar Mediterráneo

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Úrsula desesperada subió decenas de escalones hasta la habitación más alta de una torre, que funcionaba como un farol, al lado del mar, encima de un peñasco rodeado por mar, y la base de un risco con rocas puntiagudas y afiladas. Dentro de esta habitación en la cima del farol, se encontraba un enorme ventanal a través del cual se podía contemplar todo el Mar mediterráneo, y la agitación de la marea y el color oscuro de las olas no presagiaba que esa noche fuese tranquila.

—¿Por qué me interrumpisteis? ¿A qué habéis venido? —fue el regaño de Nicolás Othau, esposo de la condesa Rosaura.

—¡Yo no quería que mi esposo fuera a buscar a Bencivenni! ¡Aunque me hubiera partido el alma, comprendí que lo mejor era que mi hija descansara en paz, pero ahora todo está peor que nunca! —exclamó Úrsula —. ¡La enfermedad de mi pequeña regresó y se encuentra otra vez moribunda y postrada en cama, pero ahora también mi esposo también está en cama con el rostro hinchado, lleno de moretones y se encuentra delirando por culpa de haberse disparado en la boca!

—Me lo temía. Vuestra hija fue salvada, pero mientras más tiempo pase sin que la entreguéis en matrimonio, el pacto irá perdiendo fuerza, y tarde o temprano la enfermedad volverá a poner en riesgo su vida, sin embargo, que vuestro esposo intentara quitarse la vida fue vuestra culpa, por haberlo engañado para que creyera que su hija murió, y que estaba enterrada en esa tumba falsa.

—¡Yo no quería que mi esposo se suicidara! ¡Solo quería alejar a Bencivenni de mi hija!

—Eso ya no importa. Esa tumba falsa solo os dará algo de tiempo antes de que Bencivenni descubra la verdad. El que no se haya pagado el pacto aún, impidió que el disparo que se hizo vuestro esposo en la boca le quitara la vida, pero mientras más tiempo pase sin pagar el precio, también vuestro esposo se acercará más y más a la muerte.

—¿Qué pasará en cuanto se dé cuenta del engaño? ¿Dejará que nuestra hija muera si no se la entregamos?

—Así es. Tuvisteis que haber venido conmigo para que yo la salvara en vez de ir con él.

—¡Yo no quería que mi esposo fuera ni con Bencivenni ni con vos! He escuchado la fama vuestra y la de vuestro enemigo, y estoy aterrada por el precio que él pidió por salvarla, y también, por lo que vos pediréis a cambio de vuestra ayuda. Siempre hay un precio.

—Estáis en lo correcto. Yo también os pediré algo a cambio de salvar a vuestra familia.

Úrsula quedó expectante y angustiada de lo que iba a pedirle Nicolás Othau, pero este en vez de hacer su petición, volteó en dirección hacia el ventanal, alzó las manos hacia el techo, y lo que antes era noche, mar y viento, ahora se había convertido en un cielo rojo, llamas y cenizas.

—Este es un portal al infierno. Quiero que miréis detenidamente al fondo de las llamas —fue la petición de Nicolás Othau.

Úrsula no podían creer lo que estaba viendo, y de no ser porque quedó absorta ante la impactante vista hacia ese lugar tan legendario y macabro, hubiera gritado y llorado por el terror. Había cientos de personas cocinándose y retorciéndose en el fondo de las llamas, sin embargo, lo que más las perturbó, fue observar como un pobre desgraciado totalmente carbonizado tumbó al piso a otro de los que estaban siendo quemados vivos, y cómo se subió encima de su cabeza para poder alcanzar a asomar la cabeza por encima de las llamas.

—Esas dos mujeres que veis ahí son una madre y su hija. La madre, desesperada por pasar esa eternidad siendo cocinada, tumbó a su hija al suelo y pisó sobre su cabeza para asomar su propio rostro afuera de las llamas, aunque fuese por un mísero instante. Este es el grado de desesperación y sufrimiento que existe en el infierno. —fue la confesión de Nicolás Othau.

Úrsula no podía dar crédito a lo que estaba escuchando y viendo, a punto de estallar en llanto.

—Vuestro esposo hizo un pacto con el demonio de Bencivenni. La vida de vuestra hija fue salvada, pero no pagaron el precio. Según las leyes demoniacas, el castigo es que también toda vuestra familia sea enviada al infierno, y con toda seguridad, tarde o temprano vos también tumbaréis a vuestra hija en el suelo, y pisaréis su cráneo con tal de liberaros de las llamas por un mísero instante. —explicó Nicolás Othau.

Ahora si Úrsula comenzó a llorar, llena de frustración porque su esposo empeoró las cosas por no haberla escuchado. Úrsula ya lo había presentido, y por eso pidió a su esposo no ir a buscar a Bencivenni, y que dejaran morir a su hija en paz, pero ahora las cosas empeoraron cruelmente.

—Solo tenéis dos opciones. Entregar a vuestra hija en matrimonio a Bencivenni, o pagarme el precio para que ayude a vuestra familia. —dijo Nicolás Othau.

—¿Cuál es el precio que pediréis?

—Sois perfecta para la siguiente de mis misiones. Formaréis parte del séquito que descenderá a lo más profundo y peligroso de las catacumbas de Roma: la boca del Diablo. Vuestra misión será traerme el cadáver de Lucio Orselli.

—¿Quién es Lucio Orselli?

—Lucio Orselli es el hombre al que más ha temido la iglesia, pues la inquisición lo acusó del cargo de herejía y blasfemia más grave jamás visto. Por eso lo quemaron vivo en la hoguera y lanzaron su cuerpo a la boca del Diablo, que es lo más oculto y profundo de las catacumbas de Roma.

—¿Qué es lo que hizo Lucio Orselli que fue tan grave como para que le temiera tanto la iglesia?

—Ya lo veréis con vuestros propios ojos.

Úrsula quedó pensativa, incapaz de saber qué pensar de todo esto, así como también era incapaz de controlar el pánico y la desesperación que estaba experimentando.

—¿Qué es lo que planeáis hacer con ese cadáver?

—Al igual que mi enemigo, Orlando Bencivenni, soy un Maestro de Demonios, y por eso tengo el poder de ordenarles que posean el cuerpo que yo desee.

»Zaman, el demonio al que controlo, es capaz de convertir la sangre de una persona en vino, haciendo que muera al instante, pero solo puedo matar a una persona a la vez. No obstante, si logro que mi demonio posea el preciado cadáver de Lucio Orselli, podré asesinar batallones enteros en un abrir y cerrar de ojos —explicó Nicolás Othau.

Úrsula sabía que siempre tuvo la razón, y que su esposo nunca debió haberse metido con estos señores demoniacos, igual de crueles.

—Si lográis traerme el cadáver de Lucio Orselli, no solo salvaré a vuestra familia del suplicio eterno, los sanaré y recompensaré a vuestra hija y vuestro esposo con una fortuna enorme para que se conviertan en duques —ofreció Nicolás Othau.

—¿Por qué no me habríais de recompensar a mí también? ¿Creéis que no regresaré con vida de la misión?

Nicolás Othau sabía que tenía que guardarse sus verdaderos pensamientos para sí mismo, pues no quiso desanimar a Úrsula porque sabía perfectamente que, para esta misión, era muy poco probable que sobreviviera, pero con tal de cerrar el trato, dijo a la mujer lo que esta quería escuchar.

—Si traéis el cadáver de Lucio Orselli, y regresáis de una sola pieza, también os recompensaré con una fortuna digna de una marquesa —prometió el hombre, despreocupado porque él sabía que aquella mujer no regresaría con vida.

—¿Qué garantía tengo de que cumpliréis vuestra palabra?

—No tenéis otra opción, además de que es una oportunidad de oro para ganaros el favor de un hombre tan poderoso como yo. Sin embargo, os he de advertir que, si falláis en vuestra misión, entregaré a vuestra hija a Bencivenni.

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