Mientras más se adentraban en las profundidades de esas oscuras catacumbas, el camino se tornaba en una bajada cada vez más pronunciada, y no conforme con esto, llegó el momento en que su peor preocupación se hizo realidad, ya que el aire dentro de esas criptas se comenzó a hacer tan espeso que sus antorchas comenzaron a amenazar con apagarse y cada vez costó más trabajo encender las que sí se apagaron. Conforme más se descendían esa pendiente que se inclinaba más y más a cada paso, el oxígeno del aire comenzaba a ser reemplazado con concentraciones cada vez más abundantes de gases tóxicos y nauseabundos, que cada vez eran más notorias.
—¡Al fin la encontramos! ¡Contemplad todos la tumba de Lucio Orselli! ¡Aquel al que la iglesia temió tanto que tuvo que lanzar su cadáver calcinado al fondo de las catacumbas! —exclamó eufórico el conde Nicolás Othau.
Escuchar esto no fue nada tranquilizador para todo el séquito, porque esto no quería decir que al fin dieron con el fondo de esa bajada, sino que apenas habían llegado a la zona que se conoce como "La boca del Diablo". La entrada a la boca del Diablo se encontraba delimitada con una gran lápida. Nicolás Othau, líder de este séquito, acercó una antorcha a la lápida. "Lucio Orselli" era lo que decía la inscripción al revelarla ante la luz de la antorcha.
—¡Retirad la lápida! —ordenó Nicolás Othau, quien no cabía de la emoción, y lo único que lo separaba del inicio de la recuperación del cadáver de Lucio Orselli era ver si esos hombres tendrían el suficiente corazón para seguir su orden.
Por fortuna para él así fue, y el hombre sonrió satisfecho, ya que quitaron la gran lápida y abrieron la entrada. Es aquí donde comenzó el verdadero camino descendente al infierno, pues el camino se hizo todavía vez más en picada de lo que ya venía siendo, y ante la entrada ahora ya sin la lápida, Nicolás Othau, y su séquito tuvieron que detenerse o de lo contrario inevitablemente todos hubieran resbalado por esa pendiente, una a la que no le faltaba mucho para convertirse en un abismo hacia lo más profundo del interior de la tierra.
—Sujetad la cuerda firmemente a la cintura de este hombre. Él será el primero en bajar a recuperar el cadáver de Lucio Orselli —fue la orden de Nicolás Othau a sus soldados.
—¡Os lo suplico mi señor! ¡No me hagáis bajar a ese abismo! ¡No se puede ver nada! —suplicó el hombre condenado por Nicolás Othau.
—Solo tenéis dos opciones, conseguir vuestra libertad después de bajar y traerme ese cadáver, o ser quemado vivo por la inquisición como castigo por vuestros crímenes —sentenció Nicolás Othau, y solo así el hombre aceptó su destino nervioso y llorando aterrado.
Entonces los soldados amarraron un extremo de una cuerda a una columna firme atrás de la entrada hacia la boca del Diablo, y después amarraron el otro extremo a la cintura del condenado. Entonces este comenzó a descender nerviosamente a través de aquella superficie tan inclinada que parecía ya no tener diferencia con un barranco, mientras con una mano se sujetaba de la cuerda, con la otra desesperadamente intentaba hacer fricción entre su mano y la superficie por la que resbalaba, aunque fuera muy doloroso que su piel fuese raspada, algo que eventualmente fue inútil, debido a que esto no fue suficiente para mantenerse sostenido con firmeza y resbaló.
—¡No me soltéis por favor! ¡Subidme! ¡Os lo ruego! —fue la petición desesperada del hombre que estaba suspendido colgado de la cuerda de la que estaba siendo sujetado.
Desafortunadamente, esta fue la firma de su sentencia de muerte, pues al no tener más sustento que la cuerda y la fuerza de los brazos que lo sujetaban desde arriba, el desgaste sobre la cuerda aumentó tanto, que esta se tensó demasiado a tal grado de exigir un esfuerzo mayor a quienes la sostenían, poniendo en predicamento las vidas de todos estos por lo resbaloso de la pendiente, y por esto se tomó la decisión de cortar la cuerda, cosa que hizo que el hombre que antes colgaba cayera estrepitosamente hasta el fondo, gritando en medio de una espera que fue aterradoramente prolongada porque el impacto tardó en sonar.
ESTÁS LEYENDO
Páctum
HorrorEs una noche de 1629, y Blanca Fabriati, niña de 11 años, se encuentra agonizando en su lecho de muerte por culpa de la gangrena. Si estuvieras en el lugar de sus padres, ¿harías un pacto demoniaco repugnante con tal de salvarla? ¿o preferirías deja...