CHAPTER XIX

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CHARLES

Veo a Cosette ir cargada con su cámara. La rubia dispara con el objetivo allá por donde va, primero a los mecánicos y luego hacia Carlos o hacia mí.

—¿Falta mucho? —le pregunto a Xavi, mientras veo como Erik, el ingeniero de Carlos se acerca a ella.

—¿A qué tanta prisa? —pregunta, sin dejar de mirar la tablet.

—Porque faltan tres horas para la maldita competición y me estáis diciendo que hay un problema con el coche —digo, con un tono serio, sin dejar de mirar a Cosette.

La rubia se encuentra haciéndole algunas fotografías a Erik mientras este mira algo en su tablet. No puedo evitar fruncir el ceño y apretar con fuerza una de las barras del halo.

—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunta—. Estás demasiado...irritado, por decir así.

Dirijo mi mirada a Xavi. El ingeniero me está mirando con el ceño fruncido.

—No me pasa nada —respondo—. Solo quiero saber qué cojones tiene mi coche. Hemos tenido un buen fin de semana. Qué oportuno que horas antes de la carrera, algo vaya mal.

—Oye, a ver, Charles —Xavi bloquea la pantalla de la tablet y cruza sus brazos sobre su pecho—. Si estás teniendo problemas, no debes pagarlo con los demás.

—Lo pago cuando mi coche se ve de por medio. Arregla de una puta vez lo que sea que falla, no quiero volver a perder una carrera por culpa vuestra.

Termino de salir del coche y me dirijo hacia la habitación. Al entrar, cierro de un portazo, provocando que retumben las paredes y la propia puerta. Le pego una patada a la silla de metal y me siento en el sofá. No pasan ni cinco minutos cuando la puerta se abre de nuevo y aparece Carlos. El español tiene el ceño fruncido y parece un tanto sorprendido.

—¿Se puede saber qué cojones te pasa? —pregunta, mientras se lleva las manos a la cintura.

—Nada, ¿por qué?

—Porque acaba de retumbar todo el puto garaje debido al portazo que has dado.

Carlos entra en mi apartado y cierra la puerta, solo que él lo hace con delicadeza. Se fija en la silla que se encuentra tumbada en el suelo y vuelve a fruncir el ceño, para después dirigir su atención en mí.

—A ver, desembucha —dice, mientras agarra la silla por el respaldo y la coloca, para después sentarse.

—Que no pasa anda —niego.

—Los cojones no —se cruza de brazos—. Tú no eres nunca así, o casi nunca. Y cuando lo eres es porque hay un motivo. Habla.

Dejo escapar un suspiro y me paso una mano por el pelo. Comienzo a mover el pie de forma nerviosa a la par que me mordisqueo el labio inferior.

—He vuelto a besar a Cosette.

Carlos abre la boca un par de veces. Se pasa una mano por el pelo y después, resopla.

—A ver, explícame bien —dice—. Porque deduzco que es eso lo que te tiene así.

—No hay mucho que explicar. Cosette y yo nos volvimos a besar.

—Algo más debió de ocurrir para que estés así —dice—. Nadie se pone así por un simple beso. ¿Pasó algo más?

Suelto un suspiro y me paso una mano por el rostro.

—Sí.

—¿Os habéis acostado? —pregunta.

—No —niego—. No nos hemos acostado, pero...—me relamo los labios—. Joder, Carlos. Parecía un adolescente.

𝚂𝙷𝙾𝙶𝙰𝙽𝙰𝙸 | 𝙲𝙷𝙰𝚁𝙻𝙴𝚂 𝙻𝙴𝙲𝙻𝙴𝚁𝙲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora