XVIII.

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Daenerys POV.

Puedo sentir el aire fresco y cortante del Norte acariciar la piel de mi rostro, mientras la espesa nieve cubre el suelo debajo de nuestras botas, brillando con una luz blanquecina bajo el sol pálido, dejando esa sensación de ancestralidad y resistencia impregna todo el lugar.

Me distraigo observando los altos muros de piedra gris al que nos acercamos, tan desgastados por el tiempo pero tan firmes, que se alzaban como los guardianes del legado antiguo de los Stark, y ahora al mío para siempre cómo su mujer. 

Invernalia, la vasta y majestuosa fortaleza de los Stark, es más imponente a cada paso qué doy adentrándome en ella, mientras sigo lentamente determinados pasos de mí esposa.

Esta fortaleza en la que me guía ella, símbolo de un linaje que había vivido y muerto en la larga lucha por el poder en Westeros mucho antes de nuestra existencia y de nuestra complicada unión; parecía imponente y tan melancólica a la vez.

Sus hombros lucen rígidos a mi vista, y aunque no me lo haya dicho expresamente, sé qué está molesta por cómo rechacé su beso hace unos momentos y por la forma en la qué alejé su mano cuándo intentó posarla sobre mi espalda baja para guiarme a un lugar dónde pusiéramos hablrar a solas cómo le pedí.

Casi puedo sentir nuevamente el penoso temblor qué generó en mi cuerpo el ronco gruñido qué salió de los labios apretados de Sansa por mi lejanía y no pude, ni puedo culparla ahora, ni siquiera un poco por frustrarse o enojarse conmigo porque aunque soy la Madre de Dragones ahora estoy actuando cómo una verdadera cobarde con ella.

Mi mujer no me ha dicho nada más desde mi brusco rechazo a su toque, y yo ni siquiera he intentado hablar porque no sé cómo se supone que debería empezar hacerlo.

Me frustra sentirme así, y me enoja aún más estar siguiéndola en silencio, tan alejadas de la bruma de placer que sentía en cada poro de mí piel cuándo nos reencontramos, totalmente reemplazada por la incomodidad que la incertidumbre causa en ella por no descifrar la razón detrás del porqué estoy hoy aquí y en mi caso, por no saber cómo reaccionará mi esposa cuándo finalmente yo encuentre el valor para hablar.

Todavía no puedo creer qué me escapé sobre el lomo de Drogon antes de que la luz del nuevo día se apoderara por completo de Desembarco del Rey, sin nada más conmigo que la imperiosa necesidad de hablar con ella; evitando que Missandei me dijera la forma en qué debería abarcar este tema con Sansa y alejarme de los malditos consejos de Tyrion, qué no me han estado sirviendo en lo absoluto desde el bendito día en que Sansa se fue derrotada de mi lado y porque por supuesto temía y sigo temiedo qué ellos por razones tan diferentes pudieran detenerme de hacer precisamente esto, de venir al Norte sin un maldito plan de acción, sin ni siquiera decidir en todo el largo camino hasta Invernalia cómo abordar todo lo qué ha significado nuestro matrimonio en mi Reinado y sobre todo en mí.

Oh, por todos los Dioses, no puede estar todo tan mal, ¿No es así? No debería estar tan nerviosa, estoy hablando de la misma mujer que se coló a mis habitaciones siendo mi prisionera, para tomarme con su deliciosa boca; es la misma mujer qué día y noche estuvo detrás de mí para hacerme suya de todas las formas posibles; la misma Reina qué contra cualquier deseo de su gente, ofreció una alianza en matrimonio para darme lo que yo tanto quería por ser mi derecho Targaryen, únicamente para tenerme a mí y a mí cuerpo y no puedo creer qué sabiendo lo qué mi esposa siente por mí, yo ahora no sea capaz de hablar directamente con Sansa.

Me quejo por lo bajo ante el rumbo de mis pensamientos para no asustarla más de lo que ya puede estar imaginando el motivo detrás de mí repentina llegada a su hogar.

Distraigo mi mente recordando las historias que he oído a lo largo de mi vida acerca de la Casa Stark, su honor y su conexión con el implacable invierno.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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