Capítulo 10 Morado con negro

30 3 1
                                    


Lo primero que mis ojos captan es la pantalla de plasma jodidamente hermosa instalada en la pared. Imagino el tener una así en mi habitación, y no la puñetera caja del año del caldo que uso para ver televisión por cable... ¿qué tal se verán mis películas en una como esas? Super bien, imagino yo.

Bajo mis ojos a la estantería llena de videojuegos y algunas consolas. Uy...seguramente Jared se volverá loco si llega a ver todos los juegos que este chico tiene.

Desvío la atención hacia el otro lado de la habitación y a hacerlo alzo ambas de mis cejas... Ahora puedo aclarar el porqué ha salido todo sudado de su habitación. A tapizado la mayor parte de su pared, donde tiene la cabecera de la cama, con discos de acetato. Creo que no son discos de verdad, simplemente hace que luzcan bastante bien, tanto que me avergüenza mi habitación comparada con la de él.

También tiene un pequeño librero donde hay alrededor de treinta libros, desconozco los temas, ya que en mi vida he leído algo, a excepción de los libros que solía ver en mi antigua casa, y digo ver porque aprendí a escribir y a leer a una edad demasiado madura.

-¿de verdad me vas a ayudar? –pregunta Andy al ver que estoy pasando mis dedos por todos los videojuegos que tiene.

-Te iba a ayudar. Pero ahora me he dado cuenta que tú te encargaras de la ropa mientras que yo juego un Left 4 Dead –. Tomo el video junto con el control y hundo mi trasero en uno de esos cojines gigantes llamados puff.

Él sonríe cautivándome una vez más con su perfecta sonrisa y coloca el disco sobre la unidad del Xbox.

Sólo he jugado un par de veces esté juego, con Jared y fue porque no tenía nada mejor que hacer, y gracias a esa única vez, me he dado cuenta lo mucho que me gustan los videojuegos.

-De acuerdo, vamos a patearle el trasero a unos cuantos Zombies –dice Andy aventando otro puff a mi costado y sentándose de igual manera en él.

-¿No que hay mucha ropa qué doblar? –bromeo haciéndolo sonreír –otra vez–

-Oye, es raro que una chica quiera jugar conmigo, hay que aprovechar.

Asiento. Claro, qué aproveche.

Los primeros dos niveles son pan comido, pero cuando nos toca pasar por un puñetero centro comercial, llenos de muertos gordos y feos, zombies con leguas de casi dos metros y una mujer que se la pasa llorando para después darnos una buena asustada, es cuando comenzamos a sudar y gritar maldiciones a cada que se aparece eso malditos muertos infectados.

Para poder sobrevivir hemos tratado de llegar a una carretera que nos guía a una feria que, según eso, está llenos de muertos...quiero decir, ¿cómo por qué vamos a ir a un puñetero lugar donde, parece ser que a los zombies les gusta comer de mi pequeño e inexperto cuerpo? Claro que debido a eso nos hemos retrasado y no podemos salir de esa carretera. De acuerdo, me gustan los videojuegos pero eso no quiere decir que sea una experta en ello.

Del las bocinas que conectan con la pantalla sólo sale el sonido de las balas y de los malditos zombies de mierda logrando que suba nuestra adrenalina. Una parte, una rara parte de mí disfruta dispararles a los muertos esos, pero otra parte mucho mayor se asusta cada vez que se me acerca uno, como si fuera real.

-Corre con los nosotros, yo te cubro –dice Andy clavando sus ojos azules en el televisor. Sí claro, él tiene que cubrirme porque me matan y retrasaríamos todo -¡No! –grita asustándome –regrésate, que me están matando esos hijos de su re puta madre.

Me desespero, maldita sea ¡Si sólo es un juego! Muevo las palancas y todos los botones para matar al viejo muerto que se está comiendo a James Dean, pero me ganó. Tenía muy poquita vida y ya no teníamos botiquines, así que con un rasguño lograron comerse a Andy .

-¡Ya no quiero nada! –exploto aventando el control a la cama. Qué difícil es matar a esos hijos de su re puta madre, como dijo Andy.

Él, al verme cruzada de brazos y muy desesperada, se echa a reír, pasándome un trago de su cerveza. Me planteo negársela, ya que no me gusta la cerveza, pero supongo que no me vendría mal un trago.


-Creo que ha sido suficiente de videojuegos por hoy ¿qué tal una película? –sugiere Andy metiéndose un puñado de papas Lay's a la boca.

Llevamos alrededor de dos horas encerrados en su habitación tratando de matar muertos... matar muertos ¿acaso hay lógica en eso? Me pregunto mentalmente.

El punto es que ya llevo un rato aquí con él, y lo más raro de todo esto es que no me he aburrido. De hecho, disfruto mucho de su compañía, aunque me cueste admitirlo.

-¿Qué película? –cuestiono quitándole la bolsa de patatas que están apunto de terminar.

-No lo sé, ¿algo de terror? ¿o prefieres algo cómico?

Asiento. Las películas de horror son mis favoritas.

-De terror suena bien ¿cuáles tienes?

-En realidad, será ¿cuáles tiene Netflix?

Arrugo la nariz. No me gusta mucho Netflix, quizá sólo para ver alguna serie. Pero sin embargo, no le reprocho nada. Comenzamos a ver el catálogo de películas de horror, tratando de decidir cuál ver. Andy me da algunas opciones las cuales rechazo sin pensármelo. Me encantan las películas de terror, pero ninguna que me dijo me han convencido. Así que tratando de ocultar su desesperación ambos nos decidimos por Gigantes de Acero, no la he visto, es ficción, entonces, sé que me voy a entretener un rato.

-¿Palomitas? –pregunto y él asiente guardando Left 4 Dead sobre la pila de videojuegos que tiene –iré por ellas –anunció y salgo de la habitación para calentarlas en el horno de microondas.

Cuando regreso veo en el suelo, una bolsa de patatas medio vacías, dos botellas de cerveza, una lata de coca cola y el Ben a Jerry's que no me terminé en la tarde. Creo que Sharon tiene razón, al paso que voy, estaré obesa por comer tanta porquería. Aunque me conozco perfectamente, sé que me será muy difícil dejar la comida, pero al menos tengo que plantearme ir algún gimnasio para quemar las calorías que consumo.

-¿Estás bien? –pregunta Andy sacándome de mis pensamientos. Asiento y me tumbo nuevamente a su lado –Te quedaste como ida.

-Es que estaba pensando en lo mucho que comemos y no paramos –le entrego la bolsa de palomitas mientras me sonríe divertidamente.

-Bueno, la comida es uno de los muchos placeres de la vida ¿por qué tendríamos que negarnos a ella?

Asiento. Tiene razón. No hay que negarnos a eso, ni a nada que nos satisfaga.

-Pero ¿sabes? –digo masticando el montón de palomitas que hay dentro de mi boca – si vamos a comer tanto, deberíamos inscribirnos en algún gimnasio, ¿no crees? –hago una pausa para pasarme lo que he masticado y luego volteo a verlo curiosamente –claro está que tú ya vas al gimnasio, deberías de llevarme contigo.

El coloca ambas manos detrás de su cabeza y me ve alzando ambas cejas ¿ahora qué le pasa?

-¿Por qué dices que voy al gimnasio? –sonríe.

Oh, ya. Vuelco los ojos. Tan creído como todos los hombres de esté mundo.

-No te creas la gran cosa. Cualquiera que tuviera dos dedos de frente se daría cuanta de lo bueno que estás –suelto sin la más mínima vergüenza. Que se vaya dando una idea de lo loca que puedo llegar a ser.

Andy, al escucharme se sacude carcajeándose por mi comentario poco discreto.

-¿Con que "bueno", eh? –sonríe.

Asiento con la cabeza tomando el ultimo trago de su cerveza. Claro que está bueno, y él lo sabe.

-Sí, eres sexy. Pero no enloquezcas, no me van los rubios metro sexuales como tú.

Estiro mis piernas sobre el suelo prácticamente acostándome en él. Oh, qué bien se siente el piso frío.

-Pero a mí sí me van las morenas con cabello morado –suelta.

Sonrío burlonamente. Qué niño.


HEY! VOTA, COMENTA, ME HACEN MUY FELIZ. BSOOOS. 

Despierta © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora