03. You're not my friend, you're...

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Después de que sonara el tan reconocido himno de Países Bajos, todos los pilotos se habían subido a sus monoplazas.

El ambiente en el circuito de Zandvoort estaba cargado de energía y expectativa mientras los motores rugían en la parrilla de salida. Max, con su característico número uno, se sentía en casa ante su afición. Sabía que tenía que defender su estatus como campeón, y la presión de ser el piloto a vencer pesaba sobre sus hombros.

Cuando se apagaron los semáforos, Max lanzó su coche hacia adelante, ganando rápidamente la delantera. Su estrategia era clara: establecer un ritmo dominante desde el principio. Cada curva que tomaba parecía una danza entre el control y la velocidad. Sin embargo, no todo fue fácil. A medida que avanzaba la carrera, Lando Norris comenzó a presionar, manteniéndose cerca, listo para aprovechar cualquier error.

La vuelta 18 se convirtió en el punto de inflexión. Max, confiado en su velocidad, sintió cómo Lando lo adelantaba con una maniobra audaz. La frustración lo invadió al ver cómo su compañero de equipo se alejaba, y aunque trató de recuperarse rápidamente, la presión de los nervios y el deseo de recuperar la posición lo abrumaron. En ese momento, comprendió que la competencia era feroz y que su reinado no sería fácil de mantener, pero entre todas esas cosas tenía algo sumamente claro: volvería a ser el campeón.

Ganaría el campeonato y sería reconocido nuevamente como campeón del mundo 2024.

Cruzando la línea de meta en segundo lugar, Max sintió una mezcla de decepción y admiración. Reconoció el talento de Lando, pero la batalla lo dejó con un fuego renovado. La rivalidad no solo era una cuestión de velocidad, sino de estrategia y astucia, y estaba decidido a volver más fuerte en la próxima carrera.

Mientras tanto, Charles Leclerc comenzaba su propia lucha en la pista. Con la determinación escrita en su rostro, había llegado a Zandvoort listo para demostrar que era un competidor serio. Aunque la atención se centraba en Max y Lando, Charles sabía que tenía una oportunidad de destacar.

Al igual que Max, Charles salió con fuerza, buscando mantener una posición competitiva desde el inicio. Con cada vuelta, su enfoque era claro: ser inteligente en sus maniobras y aprovechar las oportunidades que se presentaban. Su Ferrari brillaba bajo el sol, y su pasión por la carrera se reflejaba en cada giro del volante.

A medida que la carrera avanzaba, Charles se encontró en una batalla feroz con otros pilotos, maniobrando hábilmente entre ellos. Su habilidad para gestionar los neumáticos y el ritmo le permitió superar a varios rivales en la vuelta 12, donde ejecutó una maniobra arriesgada que lo colocó en una mejor posición para seguir atacando.

Al cruzar la línea de meta el monegasco logró llegar a podio, quedando en tercer lugar. Mismo lugar que había tenido en el gran premio de Miami.

Cuando Charles estaciono su monoplaza en el tercer lugar quiso ir directamente a donde Max, quien a pesar de tener una sonrisa en el rostro sabía que en el fondo no estaba nada feliz.

Max había sentido la presencia antes de escuchar la voz, una energía familiar que le recorría la piel.

—Nos volvemos a ver, Verstappen —dijo una voz detrás de él. Sin darse cuenta, Max sonrió bajo su casco, pero rápidamente lo escondió bajando la mirada. Se giró, encontrándose con Charles, que ya se quitaba el casco mientras avanzaba en la fila para pesarse.

—Leclerc —respondió Max, controlando el tono para que sonara neutral.

Charles le dirigió una mirada, esos ojos verdes siempre llenos de algo que Max no terminaba de descifrar.

—Felicitaciones —dijo Charles, con un aire casual.

Max arqueó una ceja, sus labios formando una ligera mueca de confusión.

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