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"A veces la sonrisa más brillante lleva un par de ojos tristes."
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𝐄𝐒𝐓𝐀́𝐁𝐀𝐌𝐎𝐒 𝐒𝐄𝐍𝐓𝐀𝐃𝐎𝐒 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐇𝐈𝐄𝐑𝐁𝐀 𝐉𝐔𝐍𝐓𝐎 𝐀𝐋 𝐋𝐀𝐆𝐎 𝐍𝐄𝐆𝐑𝐎. Elvira observaba el paisaje en silencio, mientras giraba un anillo de plata alrededor de su dedo, absorta en sus pensamientos. Pansy, como de costumbre, volvía a pintarse las uñas, esta vez de un tono oscuro. Theo chupaba una paleta que, según decía, le había robado a algún Hufflepuff despistado, y Draco no paraba de hablar de Harry Potter.
—¿Vieron su cara cuando el profesor Snape le habló? Potter es un completo imbécil —se burló Draco, su tono rebosante de satisfacción.
—Vaya, Draco, creo que te obsesionaste con Harry desde que te rechazó —replicó Theo con una sonrisa burlona, sin dejar de saborear su paleta. Las dos chicas soltaron una risa divertida.
— Claro que no... cállate, Nott —respondió Draco, llevándose una mano hacia la paleta de Theo. De un tirón, se la quitó y la mordió, con una mueca de superioridad.
Theo lo miró con una tristeza fingida, exagerando el gesto—. ¡No! Mi paletita... —exclamó teatralmente, arqueando las cejas antes de señalar a Draco con el dedo—. Me darás otra.
—Dios, ustedes son tan tontos —dijo Elvira, rodando los ojos, aunque una sonrisa asomaba en sus labios. Luego miró a Pansy—. Menos tú, Pansy.
—Qué linda —le sonrió Pansy, mostrando los dientes y devolviéndole una mirada cómplice.
Theo, sin perder la oportunidad de intervenir, dirigió su atención a Elvira—. Sí, sí, ya sabemos que gracias a ti ganamos puntos para nuestra casa, rubia —dijo con un toque de sarcasmo en su voz, aunque la sonrisa que le dedicó era sincera.
Elvira lo miró de reojo, tratando de ocultar el orgullo que sentía. Aunque se esforzaba en parecer indiferente, el comentario de Theo le había alegrado más de lo que estaba dispuesta a admitir.
—¡Piensa rápido, Theo! —dijo Draco con una sonrisa traviesa, mientras se lanzaba de repente sobre Theo, intentando empujarlo sin previo aviso.
Theo, aunque sorprendido, no se dejaba vencer fácilmente. Ambos comenzaron a forcejear, empujándose con fuerza mientras las chicas los miraban con expresiones entre exasperadas y divertidas.
—¡Dejen de hacer estupideces! —les gritó Pansy, rodando los ojos. Elvira, sin dejar de girar su anillo, también los miraba con una mezcla de fastidio y diversión.
