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" Tienes los ojos más soñadores para alguien que nunca duerme."
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𝐄𝐥 𝐑𝐄𝐒𝐓𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐕𝐈𝐀𝐉𝐄 , 𝐄𝐋𝐕𝐈𝐑𝐀 𝐒𝐄 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐒𝐎́ 𝐄𝐍𝐂𝐄𝐑𝐑𝐀𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐁𝐀𝐍̃𝐎 𝐋𝐄𝐉𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐓𝐎𝐃𝐎𝐒, 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄𝐍𝐄𝐑 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐋𝐌𝐀. Había tratado de encontrar un compartimento vacío, pero no hubo suerte.
Cada vez que alguien tocaba la puerta del baño para ver si estaba libre, su respuesta era un rápido y tajante "¡Largo de aquí!", acompañada de una frustración que crecía con cada minuto.
El enojo seguía hirviendo dentro de ella. Hermione Granger. No podía sacarla de la cabeza. Su tono, su actitud condescendiente, como si lo supiera todo. Cada vez que recordaba sus palabras, el impulso de gritarle que se callara se hacía más fuerte.
Con un suspiro, trató de sacudir la incomodidad de sus hombros. Ya habían llegado a Hogwarts, o eso indicaban las voces y el bullicio que venían desde los pasillos. Se inclinó frente al espejo del baño, ajustando la túnica con cuidado. Su cabello caía como una cortina, cubriendo parcialmente la cicatriz que cruzaba su rostro.
"Tienes que dar una buena impresión, Elvira. Siempre debes mostrar lo mejor de ti." Las palabras de su madre resonaban en su cabeza, como si estuviera ahí, observándola. Se mordió el labio, irritada, mientras se aplicaba un poco de bálsamo labial de fresa. La presión de su expectativa le resultaba agobiante.
Suspiró de nuevo, alisando los pliegues de su túnica, con la mirada fija en su reflejo. Hogwarts. El lugar que lo cambiaría todo. El sitio donde, por un instante, podría escapar de las sombras que la seguían. Pero incluso allí, sabía que esa libertad sería limitada.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Alzó la vista al espejo, frunciendo el ceño.
—¡Vete! No saldré hasta en un momento, —gritó, esforzándose por sonar desinteresada. Quien fuera que estuviera detrás de la puerta seguramente se aburriría y se iría pronto.
Pero los golpes no se detuvieron. Más insistentes, más molestos. Otra ráfaga de golpes hizo eco en las paredes estrechas del baño. Bufó, cerrando los ojos con frustración.
—¿No escuchaste? —soltó con impaciencia—. No saldré hasta después.
Pero quien fuera no se daba por vencido. Sus dedos, tensos, se cerraron sobre el pomo de la puerta. Muy bien, pensó, te arrepentirás de haberme molestado. Abrió de golpe, lista para gritarle a quien estuviera al otro lado.
