[Libro 4]
Cerca del 80% de la población del mundo nace un rasgo especial, un Don, en esta sociedad sobrehumana
Para enfrentar a los que usan sus dones para el crimen, nació la profesión de "héroe"
Yo, Akira Nisshoku, soñaba con ser un héroe y me ins...
Fuyumi y Natsuo Todoroki habían acudido al hospital psiquiátrico para visitar a su madre, como lo hacían ocasionalmente. Aunque las visitas eran breves, aquellos momentos les permitían mantener una conexión con ella, intercambiando palabras y compartiendo un poco de su día a día.
- Te dejo aquí algo de ropa limpia. – dijo Fuyumi con suavidad, mientras dejaba una pequeña bolsa en la mesa junto al lavamanos.
Su cabello blanco con mechones rojizos caía suavemente sobre sus hombros, y sus lentes reflejaban la luz tenue de la habitación.
- Muchas gracias. – respondió su madre con una sonrisa cálida, sus ojos brillando con un destello de reconocimiento y afecto.
- La próxima semana hará frio. – mencionó, su voz cargada de una ternura que no necesitaba palabras adicionales.
- Me alegro. – confesó la mayor, y por un instante, su rostro se iluminó con una felicidad sincera. – Me gusta el frío. – añadió, dejando escapar una pequeña risita.
Natsuo, que había estado en silencio, observando la interacción entre su hermana y su madre, decidió unirse a la conversación.
- Somos sensibles al calor. – comentó con una risa ligera, mirando a su madre con cariño.
La mujer, al percibir la calidez en la voz de su hijo, lo miró con atención y una sonrisa afectuosa se dibujó en su rostro.
- Natsuo-kun, tienes buen aspecto. – detalló, complacida al ver a su hijo tan animado y saludable.
Al escuchar el comentario de su madre, Fuyumi no perdió la oportunidad de intervenir, con una chispa traviesa en sus ojos.
- Desde que va a la universidad, nunca viene a casa. Aparentemente se consiguió una novia en clase. – acusó, apuntando a su hermano con un dedo.
Las palabras de Fuyumi causaron un efecto inmediato en Natsuo, cuyo rostro enrojeció desde la raíz del cabello hasta la punta de los pies. Visiblemente incomodo, intentó replicar, pero su voz traicionó la vergüenza que sentía.
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- ¡Hermana! Pero sí que llamo, ¿no? – protestó, su rubor aumentando con cada palabra. – Tú también luces bien, mamá. ¡Y pareces muy animada! ¿Pasó algo bueno? – agregó rápidamente, tratando de desviar la conversación con torpeza, mientras se removía nerviosamente en su lugar.
Rei, notando la incomodidad de su hijo y comprendiendo que buscaba evitar más preguntas sobre su escasa presencia en casa y la mención de su novia, decidió ayudarlo a cambiar de tema.
- Shoto me escribió cartas. – respondió con entusiasmo, levantando los sobres con las misivas de su hijo menor. – Dice que el entrenamiento es duro, pero que se esfuerza por alcanzar a sus amigos. – resumió con una sonrisa, sus ojos brillando de orgullo al hablar del menor.
