Las luces temblaban, el sonido metálico de las espadas chocando llenaba el aire. A cada paso que Abel daba, el caos a su alrededor parecía volverse más denso, como si las propias sombras del infierno intentaran retenerlo. A lo lejos, el imponente cartel del hotel Hazbin brillaba débilmente entre el humo y los escombros, una señal de lo que estaba por venir.
Abel se acercó más, observando el violento combate de su padre, Adán, luchando contra exorcistas del cielo. Un ángel caído, ahora enfrentado a aquellos que alguna vez consideró su familia, peleaba con una furia que Abel apenas podía reconocer. Su padre ya no era el hombre que conocía, sino alguien que se había hundido en las profundidades del abismo, luchando junto a demonios, defendiendo lo que Abel consideraba una traición.
La exorcista que había sido derribada por Adán trató de levantarse, jadeando por el esfuerzo. Abel sintió el impulso de ayudarla, pero antes de que pudiera dar un paso, la voz de su padre lo detuvo.
-¿Esto es lo que querías, Abel? -preguntó Adán, con su voz llena de cansancio. Se enderezó con su hacha dorada que aún brillaba, aunque el polvo y la sangre la cubrían parcialmente-. ¿Querías verlo? ¿Querías comprobar hasta dónde he llegado?
Abel apretó los puños, su mirada fija en su padre. El humo y el calor envolvían la escena, pero su furia ardía con más intensidad que cualquier llama infernal.
-Me fui del cielo por una razón, Abel -continuó Adán, bajando ligeramente su espada, aunque su postura seguía alerta-. No me abandoné a la oscuridad, encontré algo aquí que nunca me ofrecieron arriba.
-¿Algo? -Abel levantó la voz, dando un paso adelante-. ¿Te refieres a la princesa del infierno? ¿Te refieres a ella? Dejaste todo, dejaste a tu gente, tu propósito, por un demonio. ¡Por una condenada que ni siquiera debería existir!
Adán lo miró, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y frustración.
-No entiendes, hijo. Charlie... ella me dio lo que el cielo me negó. Me dio una segunda oportunidad. Me dio redención.
Abel soltó una carcajada amarga, levantando su espada con furia.
-Redención. ¿Y eso incluye matar a tus propios exorcistas, padre? -dijo Abel, señalando con su arma a los cuerpos esparcidos en el suelo-. ¿Eso es lo que llamas redención?
Adán bajó la mirada por un segundo, observando los cuerpos. Su rostro mostraba el peso de sus decisiones, pero su resolución no flaqueaba.
-Ellos no son inocentes en esto, Abel. Vinieron aquí para destruir, para erradicar sin piedad. Yo no permito que nadie toque a mi familia. Nadie.
-¡Nosotros somos tu familia! -gritó Abel, sus alas resplandeciendo por un momento mientras la furia lo consumía-. Yo soy tu hijo, no esos demonios. No ella.
Adán apretó los dientes, dando un paso hacia Abel, sus alas doradas extendiéndose a su alrededor, llenando de luz el campo de batalla por un instante.
-Ella es mi esposa, Abel. Y ellos, aquí, son mi familia ahora. No volveré al cielo, no regresaré a mi antigua vida. Tú, mejor que nadie, deberías entender lo que significa luchar por lo que amas. ¿Qué harías tú si todo lo que amabas estuviera en peligro?
-¡Nunca elegiría el infierno sobre mi propósito! -respondió Abel, furioso, levantando su espada en un arco brillante y lanzándose hacia su padre.
El choque fue inevitable. Las armas de ambos emitieron un destello cegador, el sonido del metal resonó por todo el infierno. Abel atacaba con una furia casi divina, pero Adán bloqueaba cada golpe con una precisión y fuerza que solo los siglos de experiencia podían otorgar.
ESTÁS LEYENDO
Un Trato Indecente (Charlie X Adam)
RomanceDurante el primer encuentro de Charlie y Adam, él acepta retrasar el exterminio a cambio de una noche de placer con Charlie, donde la pasión y el éxtasis arderan sin límites. Esto llevará a grandes sorpresas y al surgimiento de un gran amor. Todo po...